
Hablar de Marcus Willis significa viajar hasta 2016 y aquel Wimbledon donde el tenista local se convirtió en la gran sensación del cuadro masculino. Acostumbrado a dar clases de tenis en su club, lejos de ser profesional, aquel chico de mirada sincera y algo pasado de peso superó la fase previa para vencer a Berankis en primera ronda y luego citarse con Roger Federer en la Centre Court del AELTC. Un sueño hecho realidad que terminó con una derrota clara ante el suizo, pero que le permitió regalarse un encuentro inolvidable en un escenario irrepetible. ¿Pero qué ha pasado desde entonces?
Willis tiene actualmente 33 años, nunca llegó a saltar la barrera del top300 en el ranking individual, pero en dobles la historia cambia. Es cierto que le costó mucho tiempo encontrar esa constancia necesaria para hacer del tenis un estilo de vida, pero hoy en día por fin puede presumir de levantarse y ver su nombre entre los cien mejores del mundo, aunque sea del ranking de dobles. Aprovechando este impulso y aprovechando que volverá este verano a Wimbledon, el británico ha querido sincerarse en el blog Behind the racquet para contar esa parte de su historia que nos faltaba por conocer.
TEXTO DE MARCUS WILLIS
“Jugué al bádminton desde los seis años porque mi madre solía competir de manera habitual, así que iba a verla jugar después de la escuela. Entonces mi entrenador de bádminton comenzó a dar clases de mini-tenis, hasta que llegó un punto en el que jugaba al tenis con él todos los martes. Lo disfruté mucho, lo disfrutaba tanto que al final tuve que elegir entre tenis o bádminton. Lo bueno es que aprendí rápidamente, cuando tenía 16-17 años ya representaba a Gran Bretaña en los eventos de verano, en esos momentos era el mejor sub18 del país.
Luego, entre los 21 y los 25 años, la realidad es que estaba muy fuera de forma, totalmente descontrolado. Digamos que nunca afronté una programación completa, supongo que no lo tenía del todo claro a esa edad. Había ciertas superficies en las que me resultaba peligroso jugar, pero lo cierto es que estaba un poco perdido. En realidad no tenía a nadie a mi alrededor, simplemente no sabía muy bien cómo vivir mi vida fuera de la cancha, cómo ocupar mi tiempo libre.
A veces me parece gracioso mirar hacia atrás y ver todo lo que viví, muchas veces me digo a mí mismo: 'Amigo, si supiera ahora cómo manejarlo, entonces todo habría sido muy diferente’. ¿Pero acaso me arrepiento? No. ¿Aprendí algo? Sí.
Me di cuenta de que tengo que tratarme casi como a un niño. Tengo que escribir todo al comienzo de la semana y marcar cada cosa, de lo contrario, estaban pasando demasiadas cosas a mi alrededor. Estoy aprendiendo constantemente sobre mí mismo, lo cual lleva su tiempo. Probablemente estoy en el mejor lugar en el que he estado, no quiero correr el riesgo de meterme en algo que sea destructivo. La desventaja es que ahora mi cerebro está corriendo a 100 millas por hora, siempre estoy muy alerta a lo que sucede. El lado positivo es que estoy presente, estoy viviendo la vida que quiero, aunque hay días que me encantaría apagar mi cerebro.
Se necesitan muchos fracasos para aprender de uno mismo. No de una manera negativa, pero siempre sentí que era diferente, sentía que no encajaba. Había días donde entrenaría duro, pero siempre quería bromear. Sentí que había llegado a Wimbledon, sí, pero de una manera diferente a los demás.
Siempre he tratado de ser amable con la gente. No estoy diciendo que otros jugadores no traten de ser amables, pero creo que se mantienen solitarios la mayor parte del tiempo. Muchas veces he estado en cenas con ciertos jugadores y solo hablan de tenis, todo el tiempo, mi cerebro no puede lidiar con eso. Esto quizá suene muy profundo, pero no estaremos en este planeta por mucho tiempo, así que ¿por qué no divertirnos, conocer gente y ser amables? Siempre he estado abierto a conocer gente, sobre todo en una gira que es tan solitaria. No me gustaría seguir jugando si estuviera dando vueltas por el mundo y no tuviera amigos, preferiría hacer otra cosa.
Tal vez, si hubiera sido un poco diferente, podría haberlo hecho mejor en mi carrera, pero no lo sacrificaría por nada. Sinceramente, soy más feliz de esta manera. Ahora mismo trato de no pensar demasiado, quiero jugar los Grand Slams, solo quiero ver lo bueno que podría ser. Solo quiero jugar, sin mirar atrás, todavía me encanta jugar al tenis. Incluso cuando estoy ahí fuera entrenando me encanta, igual que cuando juego partidos. Entrenar es genial, ganar dinero es genial, no hay nada más que me de eso. Soy como un niño otra vez, me encanta jugar”.