Ernests Gulbis y renacer de las cenizas

Ya inmerso en la treintena, el letón quiere vivir una segunda juventud. La semana pasada volvió a ganar un título después de seis años.

Ernests Gulbis está de vuelta. Fuente: Getty
Ernests Gulbis está de vuelta. Fuente: Getty

La vida de Ernests Gulbis estaba destinada a ser diferente desde el comienzo. Al fin y al cabo, su nombre proviene de la afición de sus padres por la lectura y la devoción por Ernest Hemingway. Ernests paseaba por el circuito en jet privado fruto de la fortuna amasada por su progenitor, uno de los hombres más ricos de Letonia. En algún momento de su carrera fue el prototipo de chico mimado a la par que rebelde, ese que debía demostrar su superioridad en cada paso.

Del mismo modo, Gulbis siempre fue difícil de odiar. ¿La razón? El inmenso talento que fluye por su raqueta. Su revés, absolutamente endiablado; sus deliciosos cambios de ritmo, dejadas ganadoras en cada partido. Incluso sus looks. Todo este conjunto ayudaba a dotarle de un aura difícil de explicar. Ernests rezumaba carisma, desparpajo, y para colmo tenía un golpe que parecía tan amateur que todos los que empuñamos una raqueta nos sentimos identificados con él: esa derecha con forma de gaviota, inexplicable y que tan pronto tiraba un golpe ganador como desde el fondo lanzaba otra pelota que botaba antes de llegar a la red.

Ese joven rockstar que parecía sacado de la época de McEnroe and co aderezaba su tenis con unas buenas dosis de salsa picante fuera de la pista. Las peripecias del letón son innombrables y dan para libro. La más conocida tuvo lugar en Estocolmo: antes de disputar el torneo, Gulbis fue arrestado por solicitar un par de prostitutas (delito en Suecia). Para él, todo fue "un malentendido". También tuvo la osadía de tildar a Djokovic, Nadal, Federer y Murray de "aburridos", echando de menos la explosividad de otras rivalidades fuera de la pista. Incluso algún que otro comentario machista salió de su boca tras decir que las mujeres debían centrarse en sus hijos y en la familia.

Aquel perspicaz "hijo de papá", sin embargo, se había ganado de facto su hueco en el tenis. En 2010 venció a Federer en Roma y lo llevó a límite en Madrid, conquistó su primer título ATP y parecía que comenzaba su imparable ascenso hacia la élite. Pero la historia de Gulbis, como veremos, es de continuas caídas y renacimientos: en 2012 salió del top-100, su ética de trabajo empezó a ser cuestionada de nuevo y apareció un factor que se quedaría con él el resto de su trayectoria: las malditas lesiones. Pero el letón tenía un plan, el de acallar bocas, y tras alargar la pretemporada y tomarse el tiempo de descanso necesario, 2013 y 2014 fueron años de bonanza para Gulbis: ganó 4 títulos, dejó un partidazo ante Nadal en Indian Wells donde a punto estuvo de derrocar a la mejor versión del manacorí, y se desquitó venciendo a Federer en Roland Garros alcanzando así sus primeras semifinales de Grand Slam. Con Gunter Bresnik llenando el vacío que su primer mentor, Hernán Gumy, había dejado, todo parecía ir viento en popa para Gulbis, que se consolidaba como una amenaza real en la élite.

Tres semanas. Solo tres semanas se quedó el letón en el top-10. La segunda mitad de temporada fue irregular, con un balance negativo de victorias-derrotas y problemas en el hombro que acechaban. Gulbis entró en una espiral negativa donde los errores no forzados se apoderaron de su juego. En 2017, quizás, parecía encontrar su punto de inflexión fuera de la pista: mientras caía fuera del top-500, Ernests se casaba con Tamara Kopaleyshivili, su actual mujer. Atrás quedaba ya aquel loco de pelos rizados: el tenis dejaba de ser su mayor preocupación. Con la única excepción siendo una final en Estocolmo ante Tsitsipas, Gulbis firmó un último año absolutamente esperpéntico, acumulando derrotas tanto a nivel ATP como Challenger.

Era la travesía por el desierto de Ernests. El mesías que no encontraba a quienes le rodearon antes. El mundo del tenis le dio la espalda, lo olvidó y empezó a cuestionarse por qué con la vida solucionada el letón seguía dejando una imagen tan mala por las pistas. Pero parecía que Gulbis tenía un plan. Quizás subestimó la dureza del circuito Challenger, sin poner el trabajo y la constancia suficiente para batir a jugadores más hambrientos que él, con menos recorrido. Este 2020 todo parece diferente. Ernests no es el mismo. No hay aspavientos en pista, solo hay serenidad y trabajo. Su semana pasada en Pau, donde consiguió alzar un trofeo por primera vez en casi seis años, es un indicativo de que el letón está de vuelta... y mejor. En semifinales, tras perder el tie-break del segundo set ante Gabashvili (otro viejo conocido del circuito) en un duelo que tenía controlado, arrancó el tercero con un break que se mostró decisivo; donde antes bajaba los brazos, ahora pisa el pie del acelerador. La final fue un clínic de preparación prepartido y de tener confianza en tus golpes, siendo el primer tenista en anular el monstruoso saque de Janowicz (otro que está de vuelta; pronto, quizás, hablemos de él) y convirtiéndose él en quien lanzaba repetidas bombas al saque que desgastaron la coraza del polaco.

Es curioso: la victoria en Francia lo ha dejado a las puertas del top-160. Gulbis está lejísimos de llegar a donde una vez estuvo, pero las sensaciones son distintas. Toda la arrogancia que una vez transmitieron sus palabras ha desaparecido, consciente del nivel en cada escalafón del circuito. "Este Challenger está repleto de buenos jugadores, me hace feliz volver a ganar un título. Toda la semana he sacado a gran nivel, hoy (en la final) fui capaz de restar su saque muy bien. La última vez que gané un Challenger fue cuando empecé a jugar en el circuito. Tenía 18 o 19 años. Nunca he tenido buenos resultados en Challengers más tarde porque no es nada fácil. Todos los jugadores están con hambre, en especial si juegan contra alguien que ha sido top-10 como yo. Tienen una motivación extra y para ganarles no puedes jugar regular, tienes que jugar a muy buen nivel".

La carrera de Ernests Gulbis ha sido una auténtica montaña rusa. A sus 31 años, el letón mantiene la motivación por el deporte y las ganas de volver a dar que hablar. Su tenis está más vivo que nunca, y su mirada transmite paz y calma. Quién sabe si su nombre volverá a estar entre los mejores, solo el tiempo lo dirá, pero Gulbis está listo para cualquier desafío. Su vuelta no ha hecho más que comenzar.

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