Desde octubre de 2015 sin ver a David Ferrer levantando un trofeo era demasiado tiempo. Demasiado para el quinto jugador en activo que más trofeos guarda en su vitrina, para uno de los mejores tenistas de los últimos diez años, un tenista que por momentos perdió la fe en u ejercicio y que hoy ha vuelto a destapar la maquinaria. El alicantino cerró una semana clave en Bastad derrotando a Alexandr Dolgopolov (6-4, 6-4) y poniendo su nombre con letras de oro en la arcilla sueca por tercera ocasión (2007, 2012). No es su victoria más célebre, desde luego, pero la de hoy puede representar el punto de inflexión para darle la vuelta a la dinámica que le ha perseguido durante los últimos meses.
El favorito era David, no podíamos engañarnos. Es cierto que los dos finalistas hoy presentes en Bastad han desarrollado los mejores resultados de su carrera sobre polvo de ladrillo, aunque con una distancia abismal entre uno y otro. Sin embargo, una estadística atormentaba al español antes de arrancar el encuentro. Tres veces se habían enfrentado sobre la superficie roja y en las tres había salido vencedor el ucraniano. Un dato revelador que en algún momento habría que girar. Además, la oportunidad era demasiada buena como para dejarla escapar, una cuarta final en Suecia que le podía tender la mano para dejar atrás las últimas malas experiencias.
Viendo los primeros juegos del duelo, alguno pensó que nos darían las 0:00 hasta la entrega de trofeos. La bola viajaba de un lado al otro de la red con varias oportunidades de ruptura para ambos contendientes. Mucho más agresivo el de Kiev y, de momento, mucho más timorato y a la expectativa el de Jávea. Aquello podía torcerse demasiado pronto y, ante un jugador tan anárquico como es Dolgopolov, no era conveniente. Al final los dos se respetaron hasta el 4-4, donde Ferrer metió la marcha que tanto le había costado encontrar al inicio y se marchó sin oposición. El 6-4 ya imperaba en el marcador y tan solo un paso le separaba del objetivo. Había sufrido, había competido y había ganado el primer asalto. De momento, todo iba viento en popa.
El golpe había dolido y mucho al número 89 del mundo, que arrancó bastante apagado el segundo parcial de la final. David, acompañado por su hermano Javi en este torneo, mostraba una actitud completamente opuesta. Confiado, atrevido y con ganas de sentenciar aquella función. Tantas ganas tenía de abrazar esa tercera corona en Bastad, casi sin darse cuenta, ya dominaba 5-1 con un tenis intenso, sin fallos y con su rival prácticamente con la cabeza en el aeropuerto. Pero había tiempo para volver a casa, pensó Alexandr, así que se puedo a jugar sin complejos y a tirar con todo. Traducido al refranero español, Dolgopolov se fue de perdidos al río ¿Qué había que perder?
Pues por un momento, mucho se pudo haber perdido, ya que David necesitó hasta siete pelotas de partido para coronarse campeón y dejar atrás 21 meses de sequía. Su título número 27 le lleva a colocarse con 328 victorias en tierra batida (novena marca histórica) y ganar algunas posiciones en el ranking. Pero sobre todo, le ayudará a conectar de nuevo mente y cuerpo para recordar quién es y de lo que es capaz. Una victoria indispensable para reactivar el ánimo y abrir un camino a la esperanza en esta segundo tramo de la temporada.