
A nadie escapa que para una gran cantidad de los jugadores y jugadoras que compiten en Wimbledon, el llamado 'Dress Code' se ha vuelto ciertamente paranoico de unos años a esta parte. La ropa interior -calzoncillos o sujetadores- deben ser igualmente blancos y la franja permitida a cualquier otro color no debe exceder el centímetro de grosor. Parece como si la organización viese fantasmas por todos lados, rozando casi el absurdo.
La suela naranja que Federer vestía en la edición de 2013, y que tuvo que cambiar por otras zapatillas o las recurrentes llamadas de atención a jugadores cuya vestimenta interior no es blanca -Eugenie Bouchard como último ejemplo- son ya un elemento más de la singularidad de un Grand Slam que ha apostado por la tradición como punto diferencial. Pero en el día de ayer, como ocurrió con una de las prendas del merchandising que se puede adquirir en el club, se produjo el colmo de esta situación.
El australiano Nick Kyrgios fue avisado por llevar una cinta oficial de Wimbledon, la cual se vende con los colores verde y morado que caracterizan al torneo. El certamen prohibía que se compitiera con una de sus propias prendas, obligando a Kyrgios a dar la vuelta a la banda que viene usando en esta edición, quedando visible el lado contrario, compleltamente blanco.
Esta obsesión por extremar el uso total del color blanco se produjo a partir de la edición de 2009. En aquella final, Andy Roddick portaba dos franjas negras bastante anchas en sus mangas, algo que hoy sería completamente impensable. Su rival, Roger Federer, ha admitido recientemente que creció viendo a los jugadores con un % de color no blanco mucho mayor: dibujos, motivos y grecas que se solían ver en la parte superior de las camisetas.