El récord de Roger Federer en el US Open 2013. Cuando emerja entre los pasillos de Flushing Meadows y camine por las instalaciones que acogen la pista más grande del mundo, ese cavernoso escenario de más de 23.000 butacas que es la Arthur Ashe neoyorquina, el helvético estará escribiendo un registro estruendoso. En cuanto el ‘Ready? Play’ pronunciado por el juez de silla llegue a sus tímpanos activando sus automatismos de competición y dispute el primer punto en el inminente US Open, el tenista de Basilea se convertirá en el jugador con más presencias consecutivas en torneos del Grand Slam durante la Era Abierta.
Lo importante es participar, solemos escuchar cuando somos pequeños. Poner la experiencia por encima del resultado para disfrutar lo vivido. Formar parte de la competición es el estímulo de la infancia. Roger, ese tipo de porte caballeroso salido de los Alpes suizos, viene ganando desde que es un crío. No ha nacido un hombre en la historia de esta disciplina que haya ganado tantos grandes como el helvético. En ese sentido, tiene un puesto reservado en el panteón del deporte. Pero si por un momento nos olvidamos del profesionalismo que envuelve su actividad y recuperamos esa primigenia premisa que defiende que lo realmente importante es participar, Federer está a punto de convertirse en algo extraordinariamente relevante.

Roger podrá echar la mirada atrás y observar en su hoja de servicios una marca esplendorosa: un total de 56 participaciones sucesivas en los eventos más prestigiosos de la disciplina. Esto equivale, para tener una noción aproximada del hito, a aguantar 14 años sin perderse uno solo de los torneos más prestigiosos de la disciplina.
Una marca hasta ahora en exclusiva posesión de Wayne Ferreira que en cuestión de dos semanas, salvo imprevisto notable de última hora, pasará también a manos del suizo. Con la sutil diferencia de que el sudafricano firmó 18 segundas semanas en Grand Slam mientras que el helvético busca su 18ª corona. Además, el de Basilea ha recorrido el camino a mayor velocidad: cuando Wayne logró su marca acababa de cumplir 33 años. El suizo sopló las velas de su 32º cumpleaños hace apenas unos días.
Tenistas con más majors sucesivos disputados
1. Wayne Ferreira | Australian Open 1991 – US Open 2004 | 56
2. Roger Federer | Australian Open 2000 – Wimbledon 2013 | 55
3. Stefan Edberg | Wimbledon 1983 – US Open 1996 | 54
4. Fabrice Santoro | US Open 1998 – Australian Open 2010 | 46
5. Feliciano López | Roland Garros 2002 – Wimbledon 2013 | 46
6. Dominik Hrbaty | Australian Open 1997 – US Open 2007 | 44
7. David Ferrer | Australian Open 2003 – Wimbledon 2013 | 43
8. Tommy Robredo | Australian Open 2001 – Australian Open 2011 | 41
9. Fernando Verdasco | Wimbledon 2003 – Wimbledon 2013 | 41
10. Tomas Berdych | US Open 2003 – Wimbledon 2013 | 40
Es uno de esos registros poco lúcidos o, al menos, de los que reciben menos atención en virtud a otros más materiales, más orientados a un elemento tangible como pueda ser un trofeo. De los que no reflejan necesariamente victorias sino simplemente marcas de participación. Pero que esconde una realidad inexcusable: será, por el escaso margen de error que permite, uno de los registros más complicados de superar en el futuro. Si se comete un fallo en mitad de la carrera, no podrá ser batido.

En tiempos pasados había tenistas que renunciaban a jugar en Australia, al otro lado del mundo, por cuestiones puramente logísticas. En épocas más recientes, debido a los contrastes entre superficies, había quien renunciaba a determinados torneos del Grand Slam (léase terrícolas en Wimbledon), conscientes de sus remotas posibilidades de éxito.
Nada de eso ocurre ahora, en una circunstancia histórica donde es posible situarse en las Antípodas apenas en unas horas y donde la homogeneización de superficies ha reducido de manera notable el contraste entre suelos. En ese sentido, podría pensarse que acumular participaciones sucesivas en Grand Slam es una tarea más viable que en otros tiempos. No obstante, el momento actual presenta una serie de condicionantes que entorpecen de manera similar este compromiso sin mancha.
Jamás hubo una época donde el desgaste físico tuviera tanta presencia como ahora, con pistas cada vez más pesadas que someten a los cuerpos a una exigencia desgarradora. Este factor ha dado vigor a las prestaciones al resto y, en consecuencia, se ha pasado a una dinámica de réplica y contrarréplica inaudita. Nunca se jugó tan rápido como en la época actual, con la preparación física que ello exige. Se requiere de tenistas cada vez más explosivos, para aguantar las reacciones inherentes a un deporte que cada vez presenta intercambios más largos. Y, por ende, partidos cada vez más dilatados. Dos ejemplos: el pulso más largo de la historia a tres sets se jugó hace cuatro años; la final de Grand Slam más larga de todos los tiempos tuvo lugar a principios de 2012. Esto conduce a un mayor riesgo de lesiones. Y, por tanto, una mayor exposición a bajas deportivas.

Como consecuencia directa de lo anterior, explotar en el circuito a una edad temprana es un muro que cada vez gana mayor altura. Superficies pesadas y materiales cada vez más ligeros implican la necesidad de que el jugador esté totalmente desarrollado anatómicamente para resistir los envites de la élite actual. Se requieren auténticos hombres, nada de adolescentes. Las excepciones pueden venir marcadas por elegidos. Esos jugadores que nacen cada cierto tiempo. De esos que no se construyen, simplemente los da la naturaleza.
Para ilustrar el punto anterior, un dato: cuando Federer disputó el primer Grand Slam de la racha vigente, el Australian Open de 2000, contaba con 19 años. Ahora mismo, únicamente hay un menor de 20 años en el top200.
Es cierto que las carreras cada vez tienden a ser más largas dado que los jugadores emplean auténticos equipos profesionales en torno a sus figuras. Entrenadores, preparadores físicos, fisioterapeutas, médicos,… Una serie de elementos satélite que contribuyen a mantener el buen estado del jugador y optimizar su rendimiento durante más tiempo. Pero hablamos de un registro que requiere de un ciclo de 14 años de actividad sin error.
Si atendemos al dato que habla de una ausencia de teenagers en el top200 y tenemos en cuenta que la entrada directa a un Grand Slam tiende a estar entre las 105 primeras posiciones del ranking, podemos discernir algo: la media de edad con que el competidor obtenga un estatus que le permita jugar de manera permanente en majors va subiendo. Si ésta se sitúa, digamos siendo generosos, en los 20 años, ya hablamos de resistir en la época más exigente a nivel físico que ha visto el tenis hasta las 34 primaveras. Y eso atendiendo al registro de Federer en el inminente US Open.

Hipótesis: si el suizo mantiene viva su confesada esperanza de llegar a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y no faltase a ningún Grand Slam hasta acudir a la cita, hablaríamos de 66 majors sucesivos. Serían 16 años y medio al más alto nivel. Colocaría la edad a resistir, teniendo en cuenta la media de eclosión indicada anteriormente, más cerca de los 40 que de los 30 años para quien quisiera batir su registro.
¿Habrá alguien preparado en el futuro para coger el testigo?
Algunos candidatos entre los tenistas en activo:
Ferrer (43) debería recortarle 12 participaciones. Es decir, con 31 años, debería jugar tres temporadas tras el adiós a la racha del suizo. Bastante complicado.
Berdych (40) próximo a cumplir 28 años, se encuentra a 16 presencias de Federer. Necesitaría jugar sin error cuatro años más que Roger. Complicado.
Djokovic (35) con 26 años recientemente cumplidos, se encuentra a 20 participaciones. Precisaría mantenerse firme durante cinco años tras el fin del registro del suizo. Es cinco años menor que Roger. Barajable.
La grandeza de esta marca reside en que no se permite una lesión en un momento inoportuno. Diseñando las temporadas para alcanzar los picos de forma en torno a estas grandes citas, nadie está libre de un impedimento físico en cursos de once meses. Tampoco es necesario un percance muy duradero. Un lastre que implique un mes de recuperación puede dar al traste con la persecución del record. Requiere no lesionarse nada más entrar en los 20, resistir sin problemas hasta los 30 y de alguna manera mantener sano el cuerpo pasada esa edad. Todo un desafío al alcance de muy pocos.

