Padres haciendo de padre o padres haciendo de entrenadores. Es un tema tan antiguo que siempre está actualidad, porque siempre habrá padres que quieran vestirse de especialistas para guiar a sus hijos por el camino correcto, o eso piensan ellos. Hay veces que sale bien, aunque son más los casos que terminan en catástrofe y fractura familiar. Quiso Emma Raducanu dar un paso al frente en una entrevista reciente con The Times, donde le preguntaron por su infancia y la británica no se mordió la lengua. ¿Se piensan que su amor por el tenis fue un flechazo a primera vista? ¿Que sus padres le dieron la libertad para elegir? Nada más lejos de la realidad.
“Cuando era niña, mi padre me forzó para que jugara a tenis. A mí no me gustaba pero, según fueron pasando los años y me fui haciendo mayor, el tenis empezó a ser una prioridad en mi vida, así que comencé a presionarme a mí misma para ser mejor. Mis padres siempre fueron muy molestos, siempre estaban encima, sobre todo cuando era pequeña. Ahora estamos en una estación diferente, donde ellos me dicen lo que piensan que es mejor para mí, aunque se han dado cuenta que cuanto más me presionan, más me resisto yo”, comenta con madurez la jugadora de 21 años acerca de aquella época.
Señalada por muchos desde que se convirtiera en la primera –y hasta el momento única– campeona de Grand Slam partiendo desde la fase previa, la vida de Raducanu no ha sido fácil estas tres últimas temporadas, cargada siempre de críticas por lo que sucede dentro de la pista y lo que sucede fuera de ella. Una presión insoportable que, por muchas marcas que se asocien a tu cuenta, una chica recién llegada no está preparada para soportar. De ahí las dudas, las lesiones, los cambios de entrenador y la ausencia de resultados. Seguro que la prensa inglesa tampoco habrá ayudado mucho, pero fueron sus padres mucho tiempo atrás quienes supusieron la primera barrera psicológica.
“He visto a gente estupenda con la que jugué en categorías inferiores que tenían padres mucho más indulgentes, los cuales me solían repetir: ‘Está bien si pierdes’. La mayoría de esos jugadores ya no juegan a tenis, así que por ese lado no culpo a mis padres por ello”, descubre Emma, que de alguna manera salva a sus padres por la exigencia que siempre le implantaron a la hora de educarla, una receta que le ha llevado a hacer historia. "Mis padres también estaban muy en contra de mis novios, creían que iba en contra de mis entrenamientos. Cuando era más joven, de hecho, ni siquiera me permitían salir con mis amigas”, añade la nacida en Toronto, recordando todos esos momentos que se han ido haciendo dañinos con el paso del tiempo.
¿Qué queremos decir con todo esto? Además de mostraros unas interesantes confesiones de una campeona de Grand Slam, aquí lo importante está en mostrar esa cara del deporte de élite que muchas veces no vemos. Lo que se esconde detrás del campeón, su vida personal, sus fantasmas del pasado, incluso algún trauma imposible de tapar por mucho éxito que puedas amasar. “Hubo muchas ocasiones donde estaba resentida con la situación y la gente que me rodeada, pero esos momentos también me hicieron sentir segura y cómoda dentro de mi propia personalidad, lo cual también acabó siendo una fortaleza”, comparte la británica, quien pese a todo siempre intentó quedarse con lo positivo de cada una de las experiencias vividas.