Todavía no, Rafa

El nivel mostrado, el lenguaje corporal, la verbalización de objetivos y sus declaraciones indican que Nadal quiere alargar su último baile. Y nosotros disfrutarlo.

Carlos Navarro | 27 May 2024 | 23.30
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Rafael Nadal. Fuente: Getty
Rafael Nadal. Fuente: Getty

Echen el casette apenas mes y medio atrás. Rafael Nadal se plantaba en la sala de prensa del Mutua Madrid Open cabizbajo. Abstraído de lo que pasaba a su alrededor. La sensación era tétrica. Lúgubre. Solo era el preludio de lo que admitirían sus palabras: que jugaba en Madrid por el aspecto emocional, que Roland Garros era un objetivo prácticamente utópico y que las sensaciones en una pista de tenis eran, en general, malas. Sets perdidos contra jóvenes chavales de su Academia, limitaciones palpables a nivel físico y una sensación predominante: el final estaba cerca.

Hace apenas unas horas hemos visto a Rafael Nadal salir derrotado de la Philippe Chatrier. En su casa, en la plaza en la que había perdido únicamente en tres ocasiones, en la que jamás había sido vencido en la primera ronda del segundo Grand Slam del año. Qué curiosa paradoja que, a pesar de todo, el optimismo moderado reine en buena parte de la opinión pública. Primero, por la magnitud de la tarea que tenía por delante: Alexander Zverev ha confirmado hoy su candidatura al título desplegando un tenis arrollador, imperial. Segundo, y no menos importante... por lo que hemos visto del propio Rafa en pista.

¿Y qué hemos visto? En primer lugar, casi ninguna limitación a nivel físico. Una predisposición total a dejarse hasta la última gota de sudor en la cancha, sin gestos que denotasen dolor. Un homenaje a sus propios valores, a los elementos que le han hecho querido en todo el mundo, un ejercicio de corazón que nos ha mandado de vuelta a aquella época en la que un joven melenudo de pantalones piratas se apropiaba del mundo del tenis con la impertinencia de los adolescentes más rebeldes. Hemos visto a un Rafa que ha ido de menos a más, vencido por la falta de rodaje en momentos importantes, un problema de diagnóstico claro: partidos, partidos y más partidos.

¿Y EL FINAL, QUÉ?

¿Cómo casa este diagnóstico con un año de despedida? No encaja. El puzzle falla. El tablero ha cambiado: Rafa tiene ilusión. Cuando Mauresmo se dirigió al balear a la conclusión del partido, preguntándole muy seguramente si quería recibir una especie de homenaje, el rostro de Nadal lo dijo todo. Indiferencia total y absoluta. Lo último en lo que seguramente pensó en ese instante era un posible adiós. Eso estaba muy lejos de su cabeza. Es lo que ha querido desde el primer minuto: hasta en los momentos de mayor pesimismo, cuando más oscuras eran las nubes, nunca se atrevió a pronunciar la palabra "retirada" con certeza.

El nivel que Rafa ha mostrado hoy podría batir a buena parte de la élite del tenis mundial. No a toda, ni mucho menos: el top-10 queda lejos todavía. Existen limitaciones, aspectos que nos recuerdan que lo vivido vivido está, que la explosividad de la juventud quedó atrapada en el tiempo que disfrutamos. Eso, sin embargo, no es razón para ignorar la realidad que Rafa se ha creado: si no hay molestias físicas, el último baile se alargará hasta que él considere necesario. ¿Aspirar a ganar un Grand Slam? Parece difícil, sí, aunque no imposible para él. ¿Mantener un nivel lo suficientemente competitivo como para despedirse en sus propios términos, luchando hasta el último momento en una pista de tenis ante los mejores del mundo?

Eso es lo que siempre buscó. Y hoy, a pesar de la derrota, ha dado un paso de gigante para lograrlo. Todavía hay Rafa para rato.