Miroslav Mecir, madera de campeón

Se cumplen 35 años del título de Miroslav Mecir en Indian Wells 1989, el último jugador en conquistar un torneo profesional portando una raqueta de madera.

Fernando Murciego | 19 Mar 2024 | 13.00
facebook twitter whatsapp Comentarios
Miroslav Mecir, último campeón ATP con raqueta de madera. Fuente: Getty
Miroslav Mecir, último campeón ATP con raqueta de madera. Fuente: Getty

Día histórico aquel 19 de marzo de 1989, cuando Miroslav Mecir levantó el título en el desierto de Indian Wells sin saber que sería el último jugador profesional en dominar al resto con una raqueta de madera. Una fecha memorable.

Nacido en Checoslovaquia a mediados de los años sesenta, la trayectoria de Miroslav Mecir en el circuito profesional no llegó a cumplir la década (1982-1990). Diestro, con revés a dos manos y de altura considerable (1’90m), el espigado jugador de Bojnice llegó a ser Nº4 del mundo y campeón de 11 títulos individuales, aunque los más especiales los dejó para el final. Primero en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, donde se colgó la medalla de oro para celebrar que el tenis volvía a ser olímpico 64 años después. Y para rematar su breve aventura en el tour, puso el resto para salir campeón en Indian Wells 1989, un evento que cuatro temporadas después acabarían formando parte de los famosos Súper 9. Pero la noticia aquella semana no fue el trofeo que levantó con su mano derecha, sino la raqueta que sostenía con la izquierda.

Partiendo como el séptimo cabeza de serie, nombres como Boris Becker, Stefan Edberg, Andre Agassi, Jimmy Connors o Tim Mayotte arrancaban con mejor candidatura que la del checo. Sin embargo, una colosal escabechina hizo que, de todos estos nombres, solamente Connors alcanzara las semifinales, donde perdió ante Miroslav. Becker, el gran favorito tras vencer en las dos últimas ediciones, se vería sorprendido en tercera ronda ante Jay Berger por un doble 6-1. Quien faltaba era el Nº1 del mundo, Ivan Lendl, ausencia que acabaría provocando el efecto dominó de decepciones. Dentro de toda esta marabunta, la final terminó enfrentando a Mecir con Yannick Noah, el francés que ya había ganado este título en 1982 y pisado la final en otras dos ocasiones. El galo se había encargado de apartar del camino a perfiles como Agassi o Hlasek, pero aquella tarde sería su rival quien se llevaría el gato al agua.

Cuadro Indian Wells 1989.

Y es que así llamaban al bueno de Mecir: ‘The Big Cat’. Lo primero estaba relacionado con su altura, mientras que lo segundo apuntaba directamente a su habilidad. Los que le vieron jugar coinciden en una misma definición: era un tipo diferente. Encumbrado por su gran inteligencia táctica, sobre la pista era un rival difícil de interpretar, tocaba estar muy despierto para leer sus movimientos. Un jugador escurridizo que tapaba mucho su revés a dos manos, cubría la cancha con elegancia y gozaba de un tremendo juego de pies. Más de uno le bautizó como ‘el prestidigitador’, siendo esa clase de tenista al que siempre era un placer observar desde fuera y no tanto desde dentro. Por su estilo, por sus formas y… por qué no decirlo, porque también era uno de los pocos que solía mantener a raya a los suecos.

Toda su carrera se movió en medio de una transición determinante para el tenis profesional, la de cambiar las raquetas de madera por las raqueta de metal y, más adelante, aquellas compuestas de grafito. Pero en el Indian Wells de 1989 todavía convivían ambas corrientes, aunque hasta el más insensato anticipaba la muerte a corto plazo del material leñoso. Tras ganar otros títulos como Miami, Hamburgo e incluso unas WCT Finals ante John McEnroe en la final, Mecir puso en California el último broche de oro a su palmarés con la conquista de Indian Wells, siendo el último jugador de la historia en ganar un torneo ATP con una raqueta de madera.

Teniendo en cuenta que venía de ser campeón olímpico en septiembre y finalista del Open de Australia dos meses atrás, tampoco se puede vender como sorpresa mayúscula aquel triunfo de Mecir en Palm Springs. Lo que quedará para siempre en el recuerdo será su modelo de raqueta, una Snauwaert que combinaba un laminado de grafito y el interior de madera, tal como explica los compañeros de Tennis Majors en un reportaje. Los modelos compuestos, al ser más pesados, también eran menos potentes que aquellos con marco íntegro de grafito, utilizados por la gran mayoría de jugadores desde finales de los 80. Pero Miroslav era de la vieja guardia, prefería tener un feeling más natural, más tradicional si me lo permiten. Más cercano a la sensación que le había acompañado toda la vida. Curiosamente, sería Noah –el hombre al que venció en aquella final de Indian Wells– el último hombre en conquistar un Grand Slam individual (Roland Garros 1983) con este prototipo de raqueta de madera.

Miroslav Mecir en su época de jugador.

Pensé que ya me tenía, pero no quería darme por vencido”, confesó el checoslovaco tras derrotar a Noah hace justo 35 años en una final memorable que se marchó a los cinco sets, remontada épica incluida (3-6, 2-6, 6-1, 6-2, 6-3). “Realmente pensé que el partido se había terminado, pero traté de continuar, de jugar lo mejor que pude. Al principio estaba en la pista como un tigre enjaulado, no encontraba mi espacio ni el lugar donde poner la bola, pero luego todo cambió”, apuntó Mecir, quien se retiró sin ganar un título de Grand Slam, ya que además de la final del Open de Australia 1989, también dejó escapar la del US Open 1986, ambas contra el mismo rival: Ivan Lendl.

¿POR QUÉ NO GANÓ MÁS?

Qué buena pregunta, aunque aplicable a cualquier otro jugador profesional. Saliéndonos un momento del tema principal del artículo, merece la pena destacar que Mecir hizo semifinales en los cuatro Grand Slams, aunque no pudiera capturar ninguno. Que además fue #4 del mundo en dobles, modalidad en la que se colgó una plata en aquellos mismos JJ.OO. de Seúl, junto a Milan Srejber. Terminó su carrera con el H2H positivo ante mitos como Andre Agassi (1-0), Ilie Nastase (1-0), Pete Sampras (1-0) o Mats Wilander (7-4). ¿Quieren una anécdota con el sueco? Miroslav fue quien le impidió completar el Calendar Grand Slam en 1988, derrotándole en los cuartos de final de Wimbledon. Pero todas estas estadísticas no apartan la pregunta de nuestra cabeza: ¿Por qué no ganó más? ¿Qué le frenó?

Entre todos los motivos tangibles que podamos llegar a valorar, uno que no le permitió dar ese salto de nivel fue el nerviosismo descontrolado con el que compitió en varias tardes importantes, aunque llevara la procesión por dentro. Los nervios hacen que las piernas te pesen, que los pies se peguen al suelo, que tus golpes no salgan o que tu cuerpo se congele. Los nervios pueden llegar a provocar la ‘muerte cerebral’, haciendo que eso que parecía fácil, de repente ya no lo sea. El mejor ejemplo para trasladar toda esta teoría a la práctica lo tenemos en el enfrentamiento que tuvo con Jimmy Connors en la World Team Cup de 1985.

Con el marcador a su favor por 6-3, 3-6 y 5-3, Mecir se encontraba a un solo juego de llevarse el tercer set, el partido y la gloria eterna para Checoslovaquia. Bastaba con defender aquel turno de saque, pero la palabra ‘solo’ a veces viene con trampa. Miroslav entregó aquel juego con cuatro dobles faltas, un problema que se repitió cuando sacó con 5-5. Lo intentó todo, como arrancar directamente con segundos servicios, o como probar a sacar por debajo, pero no hubo manera. Verle caer por 7-5 en el tercero fue tan cruel que desde fuera fue imposible no empatizar con el checo, uno de esos momentos tan desoladores como inolvidables.

Miroslav Mecir en la actualidad.

Estos nervios incontrolables le acabaron pasando factura, ya que fueron muchos los partidos que perdió por no saber manejarlos, pero todavía peor fueron los dolores de espalda que terminaron con su carrera con tan solo 26 años. Mecir colgaría su raqueta –la de madera, cuál si no– en julio de 1990, perdiendo en segunda ronda de Wimbledon ante Stefan Edberg, uno de los oponentes con los que más veces bailó (H2H 5-10). Y aunque solo consiguiera cerrar tres temporadas entre los diez mejores del mundo (1985-1987), la huella que dejó fue la de un tenista muy particular, en ocasiones exclusivo, que pasará a la historia como uno de los mayores referentes de su generación.