Antes de que terminen estas ATP Finals 2023, no podíamos dejar de recordar el triunfo de Àlex Corretja en Hannover 1998 con aquella mítica remontada ante Carlos Moyá. Hasta el día de hoy, todavía sigue siendo el último tenista español en proclamarse maestro.
La historia del tenis español está plagada de grandísimos recuerdos, aunque es cierto que no todos se clavan en la mente con la misma intensidad. En 1998, cuando Àlex Corretja levantaba en Hannover el mayor título de su carrera, jamás pensamos que pasaría tanto tiempo sin volver a ver a un español coronándose en unas ATP Finals. De momento van 25 temporadas, aunque puede que Carlos Alcaraz le ponga freno en unos días. Como no tenemos la bola de cristal, es de justicia celebrar esta efeméride que catapultó para siempre el nombre del tenista de Barcelona.
Si nos trasladamos a aquel frío mes de noviembre, lo cierto es que muy pocos podían apostar por ver a Corretja saliendo con el trofeo de campeón de la bóveda de Hannover. En un cuadro compartido con perfiles como Pete Sampras, Andre Agassi, Yevgeny Kafelnikov o Marcelo Ríos, solo había una persona que estaba completamente convencida de lo que podía suceder el domingo de la final. Ese fue Javier Duarte, entrenador del español, que el día antes del comienzo del torneo se lo dejó claro en una conversación revelada hace unos días en una entrevista exclusiva en Eurosport.
“Dudu entró en la habitación y me dijo: ‘¿Estás convencido de lo que vas a hacer esta semana?’. Yo le dije que sí, que estaba jugando bien y me encontraba cómodo. ‘No no, te pregunto si estás convencido de lo que vas a hacer’. No entendía a qué se refería, así que me lo aclaró: ‘Me refiero a que vas a ganar el Masters’.
Aquel impulso de confianza supuso el paso definitivo para que Corretja entrara con otro mentalidad en la pista. Así fue como superó la fase de grupos, sorprendió por primera vez a Pete Sampras en una semifinal donde salvó varias bolas de partido y, para poner la guinda, remontó dos sets abajo ante Carlos Moyá en el partido por el título. Sí, un Moyá que le había ganado siempre aquella temporada, de hecho, le había ganado los diez últimos sets que habían disputado. Sin embargo, Àlex estaba dispuesto a dejarse la piel hasta el último metro del camino, a no tirar la toalla hasta que las matemáticas dijeran que aquello era imposible. Así fue como firmó uno de esos resultados tan heroicos (3-6, 3-6, 7-5, 6-3, 7-5) que son imposibles de olvidar. Tras la euforia de la celebración y una entrega de trofeos vibrante, estas fueron sus palabras al llegar la sala de prensa.
“Confiaba mucho en mí mismo, incluso perdiendo dos sets a cero, todavía pensaba que podía ganar este partido”, respondía el ex Nº2 mundial sobre cómo había conseguido darle la vuelta a una situación tan adversa. “Suena extraño, pero estaba pensando en la final Lendl-McEnroe de Roland Garros 1984. En ese momento Lendl era mi ídolo, consiguió remontar dos sets a cero y salir campeón. Yo estaba pensando en eso, en hacer lo mismo que hizo mi ídolo, en no perder ante un rival tan talentoso. Traté de encontrar la energía en algún lugar y pensar solo en tenis, impedir como fuera que Carlos ganara en sets corridos. Incluso con 3-1 abajo en el quinto set seguía pensando que podía ganar. Si hubiera restado para no perder el partido, pensaría lo mismo. Por eso creo que gané, porque de lo contrario habría perdido fácilmente”.
PERDER PARA APRENDER
Ese triunfo fue la recompensa a una temporada de consolidación en la élite, aunque el salto de mayor altura lo había dado en 1997. Ahora el español debía confirmar que tenía las virtudes para pelearse contra los mejores durante todo un calendario, algo que cumplió pero sin alcanzar en ningún tramo ese premio gordo con el que todo niño sueña cuando empieza. Se quedó cerca en Roland Garros, su primer final de Grand Slam, pero aquel día no entró con la actitud correcta a la cancha para medirse a un Carlos Moyá que aprovechó la coyuntura para quedarse con la copa. Cinco meses después, los mismos protagonistas se reunían en otro gran escenario, en esta ocasión para tomar el testigo de Manolo Orantes, único español en la historia en ganar la Masters Cup.
“Aprendí mucho de esa derrota, especialmente porque también la jugué con Carlos”, comparó Corretja tras tomarse la venganza ante su compañero. “Roland Garros fue la primera final importante de toda mi carrera, no sabía cómo enfocarla, estaba enfrentándome a un amigo, así que el día que volviese a jugar otra final así sabía que sería diferente. Lo cierto es que no estaba jugando muy bien al tenis, pero mentalmente todavía seguí en la cancha. En aquel momento, cuando iba dos sets abajo, simplemente estaba esperando a terminar, perder y abrazarlo. Esta vez cambió la historia. Tomé la energía de lo más profundo de mi corazón, de mi trabajo diario y de mi familia. Quería ser el campeón, que no me consideraran un perdedor. No sé si ahora soy un gran campeón, pero yo me siento un ganador”, resumió un hombre que dio la campanada en su superficie menor favorable.
EL PEAJE DEL ÉXITO
Huelga decir que aquel triunfo cambió la vida de Álex para siempre. No solo mejoró su ranking y su autoestima, sino que le hizo sobrepasar la barrera de la popularidad hasta el punto de ocupar todas las portadas del país. “Noté que la gente me miraba más como un ganador, porque en el deporte no es lo mismo ganar que perder, no vale lo mismo. Nos guste o no, esto es así”, confiesa el comentarista de Eurosport en la entrevista anteriormente citada. Sin embargo, fue tal la entrega que le puso el catalán para satisfacer todas las peticiones a su alrededor que no le dio la fuerza para mantener el nivel la temporada siguiente. Además de perseguir con la lengua fuera ese oscuro objeto de deseo que significa convertirse en el mejor tenista del planeta. Se quedó en el Nº2, nunca pudo atrapar a Sampras, aunque en aquella rueda de prensa jamás pudo prever las consecuencias.
“No sabía que con la victoria me ponía Nº3, es una gran sensación pensar que es mi mejor ranking de siempre, es genial terminar el año así”, subrayaba Corretja ante los presentes en aquella sala de prensa en Hannover. “Trataré de seguir trabajando duro para ver si puedo llegar al Nº1, sé que será muy difícil pero, si puedo ser el Nº3, creo que puedo ser el Nº1. Tal vez tenga que mejorar ciertas cosas de mi tenis, como ser más consistente con mi saque o tener un arma más grande, como por ejemplo mi derecha. Pero estoy feliz con lo que estoy haciendo, no será una obsesión para mí alcanzar el Nº1, creo que ya hice mucho. Intentaré quedarme como estoy, no quiero cambiar nada solamente por ser Nº1”, certificó.
No, Corretja no pudo abrazar nunca aquel sueño. Tampoco el de ganar un Grand Slam, volviendo a quedar a las puertas en Roland Garros 2001 en aquella fatídica final ante Kuerten. Pero nadie podrá quitarle un título que con los años va cogiendo tanto polvo como prestigio. Un éxito que le hace ser un español atípico, diferente a los demás. Posiblemente, único en su generación. “El Masters me avala, es como una carta de presentación. Si dijera que fui Nº1 del mundo, me faltaría decir que fui campeón de algo grande, algo como el Masters. Siento que eso sostiene todo lo demás, así que me hace muy feliz pensar que fui campeón del Masters. No lo cambiaría por nada”, concluye.