"Nunca me vi al mismo nivel en habilidad que Federer, siempre tuve esa inseguridad"

20 años después de su único Major, Andy Roddick habla de sus años de gloria en el circuito... tras la sombra de Roger. "Era como el cielo, siempre estaba ahí".

Carlos Navarro | 24 Aug 2023 | 23.44
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Andy Roddick, tras perder ante Federer la final de Wimbledon 2009. Fuente: Getty
Andy Roddick, tras perder ante Federer la final de Wimbledon 2009. Fuente: Getty

La carrera de Andy Roddick está llena de muchísimos momentos trascendentales. El estadounidense ha dejado su marca en el mundo del tenis y, a día de hoy, es el último jugador estadounidense en ganar un Grand Slam. Pocas veces desde su retirada, sin embargo, se ha sincerado y abierto su corazón... hasta hoy.

Quizás no muchos recuerden la devastadora sensación que podía suponer enfrentarse a Andy Roddick cuando llegó al circuito. El tipo que impresionó a Andre Agassi con solo 17 años ("¿Quién es este tío que está reventando todos sus saques?"), le dijo a su entrenador, Brad Gilbert, cuando Andy ejerció como sparring de una eliminatoria de Copa Davis), uno de los tres hombres capaces de completar la trifecta perfecta en Norteamérica (Canada, Cincinnati, US Open), el abanderado del tenis yankee durante más de una década... y el hombre que se vio frenado una y otra por vez por un tipo que llegó a su cénit cuando Roddick debía reinar: un tal Roger Federer.

En una extensa e interesantísima entrevista con GQ, posiblemente la más sincera que Roddick ha dado desde que colgase la raqueta, muchos temas merecen reflexión profunda e, incluso, admiración: su tormentosa relación con su padre y su cariñosa relación su agente (ambos murieron el mismo año tras décadas de conflictos que, según el propio Andy confiesa, él ni tan siquiera se podía imaginar), su relación con Brooklyn Decker, con quien se casó tras apenas seis meses de relación (y que estuvo a su lado en los momentos más complicados de su carrera), la imagen hipersexualizada de la que fue víctima en Estados Unidos tras conquistar el Major neoyorkino... pero nada más interesante que las perlas que Andy deja en relación a su carrera tenística, a la etapa que vivió enfrentando a varias bestias y a los que también fueron sus grandes y más complicados momentos.

"Mi cantidad de trabajo y esfuerzo jamás fue negociable. Nunca me vi al mismo nivel, en cuanto a habilidad, que Roger Federer, así que siempre tuve cierta inseguridad en mí mismo que, si se hubiese marchado...", recuerda un Roddick sincero. Su rivalidad con Federer marcó su carrera y su carácter: perdió cuatro finales de Grand Slam ante el suizo, que aparecía en sus peores pesadillas. "Amo a Roger. De verdad que sí. Lo amo como persona", confiesa entre risas un Andy que no duda en hablar de "inseguridad" tras sus derrotas ante el suizo. "No es que llegase a las pistas cada mañana y gritase: '¡Que te den, Roger!' Para mí, Federer simbolizaba la presencia del cielo: no siempre te fijas en él, pero sabes que está ahí".

Ninguna final y derrota contra Federer dolió más que la de Wimbledon 2009. Por aquel entonces, Andy ya se había casado con Decker y había fichado como entrenador al mítico Larry Stefanki, que le ayudó perder peso y mejorar su coordinación. Andy entraba en una nueva fase de su carrera, alejado de la explosividad de sus primeros años, y buscaba soluciones ante la aparición de los más grandes. "Wimbledon era el lugar en el que los nervios de Andy y la tensión general alcanzaban su nivel más alto. Era el torneo que quería ganar de verdad", explica su mujer, Brooklyn. Su compañera de vida define el tenis de Roddick en aquella final como "precioso". Nunca estuvo más cerca de ganar en la Catedral que aquel día.

La noche antes del partido, Stefanki sentó a Roddick en el porche de la casa que alquilaban cerca de Wimbledon. "Debes darte la oportunidad a ti mismo de liberarte, salir ahí a jugar. No es el momento de ir con cuidado. Sé que has tenido muchos desafíos antes, pero no tienes que ser mejor que él cada día. Estás jugando lo suficientemente bien para ganarle", rememora Roddick de una conversación que le puso los pelos de punta. "Creía de verdad en lo que estaba diciendo", afirma sobre las palabras de su exentrenador. Lo que pasó después es de sobra conocido: Federer ganó (otra vez), Roddick perdió (otra vez), Federer superó el récord de Sampras y se convirtió en el jugador más laureado de la historia (por primera vez)... y el público de Londres ovacionó y coreó a Roddick tras caer derrotado (por primera vez). De lo que ocurrió en el vestuario y en las horas tras aquel partido, eso sí, no se sabe tanto.

"Creo que la gente no sabe de verdad lo destrozado que estaba su corazón aquel día. Se metió en la ducha y estuvo allí sentado durante 20 minutos, simplemente mirando cómo las gotas caían sobre su cuerpo". Las palabras las recita Doug Spreen, preparador físico de Roddick en aquel instante, que también recuerda lo que ocurrió cuando Roger Federer llegó a vestuarios. "Nos dijo que lo sentía muchísimo por nosotros y, en especial, por Andy. Además, nos dijo que esperaba que pudiese ganar este torneo alguna vez. Creo que Roger se dio cuenta de que aquel día no era el indicado para tener una celebración a lo grande, y sus palabras cuando se sentó a mi lado fueron... no tenía que hacer eso, y se notó muy sentido", recuerda entre lágrimas Spreen.

Roddick pidió a su equipo no hablar de aquella final hasta volver a casa. Al volver a la vivienda de Londres, pidió pizzas para cenar para todo el equipo... y acto seguido les pidió disculpas, consolando, incluso, a algunos miembros que parecían haber encajado la derrota con mayor tristeza. "Estaba triste por mí, pero mucho más por ellos. Sabía que la gente que estaba allí en aquel momento estaba tan dolida como yo". Cuando volvió a Estados Unidos, Andy recuerda que mucha gente le comenzó a parar por la calle, incluso más que en su época más frenética, cuando era un joven de mucha menos madurez y más temperamento. Recibió el cariño que no siempre tuvo y pareció moldear su personalidad actual, la de un tipo afable y generoso con sus compañeros y amigos. Eso sí... resulta difícil decir que sí a cambiar toda esa imagen por un único Wimbledon. Incluso para el propio Andy.

"YO SOLO QUERÍA GANAR UNO"

"¿Que si hubiese cambiado todo eso por ganar un Wimbledon? Probablemente. Me gustaría pensar que habría podido darme menos importancia a mí mismo lo suficiente como para crear ese puente con los aficionados de igual manera. Si hubiese ganado Wimbledon, creo que no me habría arrepentido de nada. No haber ganado diez Grand Slams no me decepciona. No haber ganado Wimbledon es lo que me decepciona. Te doy siete Slams si quieres: yo solo quería uno", sentencia Roddick, en una de sus mejores frases en esta entrevista. Por si fuese poco, fue alguien que vivió la mayor ola de presión sobre una generación de jugadores estadounidenses que jamás se ha visto: tras los Courier, Chang, Agassi o Sampras... llegó Andy. Con una vara altísima que alcanzar.

"Lo oíamos en cada rueda de prensa. ¿Eres el próximo Sampras? ¿Es el próximo Agassi? ¿Cómo vais a llenar ese vacío? Yo me llevé una parte de eso, pero Andy fue quien verdaderamente cargó con todo el peso", sentencia James Blake, gran amigo y coetáneo de Roddick. "Tipos como Connors, McEnroe, Chang, Courier, Andre, Pete... lo eran todo para mí. Pensaba que todo dependía de mí, que no podía joder todo lo que ellos habían construido. Que si no podía reemplazar su tenis, al menos debía mantener a la gente aficionada al tenis". Una presión que moldeó un carácter al principio visceral, al que la vida terminó por encauzar y que ahora aconseja a la nueva generación de jugadores estadounidenses. Fritz, Paul, Tiafoe, Korda... nadie puede hablarles mejor que un Roddick que una vez estuvo en su posición.

"Hay una envidia sana entre esta generación de jugadores: no solo se dan palmaditas en la espalda. Quieren ser mejores que el resto. Hablan de ganar Grand Slams. No puedo quedarme con uno, mi respuesta no está clara y no me gustaría que solo uno de ellos tuviese que llevarse toda la fama y le tocase lidiar con eso de forma individual". Y, la pregunta del millón: ¿se plantea Roddick volver a las pistas como entrenador de alguna de estas promesas? "Mis hijos tendrían que ser lo suficientemente mayores como para que si me marchara durante dos semanas ellos no lo notasen. Y para eso quedan diez años. Si todavía no tenemos ganadores, y hay un tipo al que puedo ayudar para, incluso, romper mi propio maleficio... eso sería interesante. Me gustaría que alguien lo consiguiera". Quién sabe si algún día un pupilo de Andy volverá a Londres para conquistar la gran espinita clavada del cañonero de Nebraska. Sería un precioso guiño del destino.