Nadie enseña a los deportistas de élite a cómo lidiar con la resaca de toda una vida de dedicación a un deporte. Hemos visto a multitud de atletas dilapidar su fortuna en un corto periodo de tiempo, incapaces de encontrar una dedicación y un propósito cuando sacan la bandera blanca. ¿Ha sido Monica Puig uno de ellos?
Otros, por el contrario, se dedican en cuerpo y alma a una nueva afición, una afición capaz de devolverles la adrenalina y la competitividad de la que no pudieron desligarse durante toda una vida. Y sí, éste es el verdadero caso de Monica Puig, aunque su historia está llena de muchos más matices, de épocas de sufrimiento, de promesas incumplidas y unos problemas físicos que le obligaron a retirarse y que le dejaron en una situación muy complicada. Ella misma lo cuenta con pelos y señales en CNN, desvelando qué hobby consiguió devolverle la vitalidad y la alegría que irradiaba cuando pisaba una cancha de tenis: la maratón.
Primero toca añadir contexto a una mujer muy protagonista en la última década del circuito femenino. Ganadora de un título WTA, poseedora de grandes victorias contra la flor y nata del ranking y número #27 del mundo; todo eso palidece en comparación a su medalla de oro olímpica en Río, donde alcanzó el cenit de su trayectoria deportiva. Sin embargo, su cuerpo evitó una carrera más larga: una operación de codo, tres operaciones de un hombro maldito y varios intentos de recuperación, un cóctel mortal que acabó por dilapidar cualquier ilusión en su búsqueda por un cierto nivel competitivo. Puig colgó la raqueta... y a punto estuvo de caer en lo que ella describe como un "agujero negro de depresión y tristeza".
"Sentía que estaba empujando una piedra en lo alto de una montaña, y que la piedra me aplastaba y me aplastaba mientras me alejaba más y más de la cima. Siempre pensé que podía regresar, creía lo suficiente en mí misma. El año pasado tuve la intención de jugar de forma competitiva una vez más. Sin embargo, cuando vi a mi cirujano después de la última vez que estuve en pista, me dijo que el hombro no iba bien, y que no podíamos seguir abriendo el hombro para tratar de arreglarlo cada vez que las cosas iban mal". Parte de la vida es aceptar las dificultades y utilizarlas como motivación, como fuego interno. Puig lo ha hecho: sabe que la movilidad de su hombro es limitada y trata de perfeccionar su técnica cuando entrena otros deportes.
"He aprendido a utilizar mi hombro de una forma diferente, sabiendo que si hay dolor, no pasa nada por parar. Cuando traté de volver el año pasado, jugaba a través del dolor, y no me sentía demasiado bien. Fue muy exigente y me hizo llorar muchísimo". Todo esto provocó que la situación límite llegase, que Puig colgase la raqueta y emprendiese nuevas aventuras alejada de las canchas. Encontró refugio en una, quizás, inesperada: disputar maratones. Este año ya suma tres (Nueva York, Boston y Londres), sueña con competir en triatlones y IronMans y ha aprendido a disfrutar de esta situación con la misma vitalidad y energía con la que superaba a las grandes raquetas del circuito femenino.
"LA MARATÓN ME SACÓ DE UN AGUJERO NEGRO"
"Cada vez que cruzo la línea de meta de una maratón y consigo una nueva marca personal, me emociono y lloro. Siento que tranquilamente podría estar sentada en el sofá, llorando y sintiendo pena por mí misma, pero he canalizado toda esa energía hacia algo mucho más productivo. Me he demostrado a mí misma que no me he permitido caer hacia ese gran agujero negro de tristeza y depresión cuando tuve que finalizar mi carrera tan pronto. Conseguí levantarme y encontrar una motivación que me hace saltar de la cama cada mañana, que me motiva a seguir en forma, sana y me divierte al mismo tiempo. Compites contra ti mismo, eres tu mayor aficionada y enemiga a la vez. En tenis, no digo que la fortaleza mental fuese mi mayor atributo, porque muchas veces no supe cómo canalizar los pensamientos negativos, así que las maratones me han ayudado a a hacer crecer mi mentalidad y a desarrollar esta actitud de 'yo puedo hacerlo' en todo lo que me propongo".