Decirte adiós cuando no quiero, Rafa

Finalmente, qué curiosa es la vida, el principal enemigo de Rafa en su carrera no ha sido ni Roger ni Novak, sino su propio cuerpo.

Jose Morón | 18 May 2023 | 18.24
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Decirte adiós, cuando no quiero, Rafa. Foto: Getty
Decirte adiós, cuando no quiero, Rafa. Foto: Getty

“Mi intención es que 2024 sea mi último año como profesional”. Cuando Rafa Nadal pronunció estas palabras hoy en la rueda de prensa que dio en su Academia, se me revolvió el corazón, como creo que le sucedió a la gran mayoría que estaba escuchando en ese momento al balear. En cierta forma, nos lo imaginábamos. En las últimas horas, varios medios habían filtrado que Rafa no iba a competir más este año y que estuviera allí la familia junto a él era presagio de que algo grande se venía, pero uno siempre quiere agarrarse a cualquier esperanza que evite lo que es inevitable: el tiempo pasa para todos y todo llega en la vida.

Echando la vista atrás, el primer recuerdo que tengo de Rafa Nadal son unas declaraciones de Miguel Ángel, su tío. Por aquel entonces, el Nadal más famoso, jugador del Barça, daba una entrevista a un informativo y decía que tenía un sobrino que tenía 14 años y que jugaba muy bien al tenis. Un par de años después, cuando le vi ganar partidos con esos pantalones pirata y camisetas sin mangas, recordé las palabras de Miguel Ángel y me cautivó por el estilo y su tenis. Ese chico tenía algo.

Desde aquel entonces hasta hoy, 18 de mayo de 2023, han pasado muchas cosas. 1068 victorias, con las que ha conseguido 22 Grand Slams y 70 títulos más de diversa índole. Ha sido una figura dentro y fuera de las pistas y será reconocido como uno de los mejores de toda la historia. Pasarán los años, más tenistas vendrán, los torneos seguirán jugándose, pero el nombre de Rafa Nadal quedará grabado para siempre, no solo en las entrañas de todos y cada uno de los torneos que le vieron ganar, sino en aquellos que tuvimos la suerte de poderle ver jugar.

Cansado de soportar dolor

En la rueda de prensa, Rafa dice que quiere parar de forma momentánea. No lo expresó tal cual, pero podía intuirse que su deseo era no volver a sentir dolor. Ni él mismo recordará un momento donde su cuerpo no le recordaba lo que era sentir ese dolor constante. La rodilla, el pie, el abdominal, la cadera, la espalda, la muñeca. Nadal ha convivido con el dolor y ha terminado abrazando a ese demonio que le recordaba cada día las consecuencias de llevar su cuerpo al límite. Terminó haciéndose amigo de su principal enemigo, que no ha sido ni Roger ni Novak, sino su propio cuerpo. Han sido muchos los rivales que han llevado al límite a Rafa, pero solo su cuerpo ha podido hacer que el balear terminara queriendo ondear la bandera blanca.

Nadal solo quiere ser feliz. Vivir sin dolor. Por eso dice basta. Porque son ya más de dos décadas al máximo nivel, y ha prolongado su carrera más allá de lo que él mismo llegó a imaginarse. Cuando cada día se convierte en un sufrimiento, cuando el vaso termina por rebosar, solo queda echarse a un lado, descansar y encomendarse a su cuerpo, el mismo que quiere terminar el combate y hace sonar la campana, mientras Rafa aún sueña con que quede alguna opción más de que pueda seguir en el combate.

Cuando Rafa dio las gracias y dejó el micrófono, en cierta forma, seguro que por dentro vivió un alivio. Solo él sabe lo que ha sufrido, lo que ha pasado y lo que lo ha intentado durante todos estos años. Porque siempre ha tenido el coraje, la pasión y las ganas de luchar en todas y cada una de las adversidades con las que se ha encontrado en su camino en forma de lesión, pero hay un momento donde hay que aceptar que todo tiene un principio y un final. Porque eso es la vida. Aceptar que llegamos, estamos y nos iremos. Él también.

Durante años, hemos sido testigos de la época dorada del tenis. Roger, Rafa y Novak. Nos han brindado tardes de auténtica gloria. Éramos felices y no lo sabíamos. A veces, nos involucrábamos en debates inútiles por ver quién era mejor o quién podía ganar más. Vivíamos preocupados por el futuro, sin darnos cuenta de que era un regalo cada partido de ellos que presenciábamos en el presente. Se le echará de menos, sea cual sea el día que se vaya, porque es un vacío el que dejará que será muy difícil rellenar y olvidar.

Si existe cierta justicia en esta vida, Nadal se merece poder despedirse como los grandes, en la pista y no con un micrófono en la mano. Ojalá que su cuerpo no acepte aún el final y le permita no solo despedirse en pista, sino siendo competitivo. Porque él mismo deja una mínima rendija abierta en la puerta de postergar su retirada si su cuerpo le deja y se siente competitivo. Sea como sea, que Rafa pueda poner punto y final de la manera que él quiera, con el cariño de la gente allá por donde vaya y recibiendo las gracias de todos. Porque para decirle adiós, alguien como él solo se merece un: gracias, gracias y más gracias.

Y es que el final de la carrera de Rafa me hace recordar que ya no soy ese mismo niño que le veía por la tele cada domingo. Que yo también me hago mayor y que el tiempo pasa para todos. Sé que la vida no es una atracción donde podamos volver a subirnos una y otra vez para revivir lo vivido, pero si existe otra vida, amigos míos, yo quiero volver a vivir otra donde Nadal sea tenista y coincida con Roger y Novak en la cancha.