El tenis, como el deporte, siempre da la oportunidad de una revancha. De redención. De enmendar posibles errores o malos momentos gracias al paso del tiempo, al cambio de posibles perspectivas o enfoques. La suerte también influye, si bien en este caso en particular, la bajada a los infiernos fue el mayor golpe de suerte que nuestro protagonista pudo encontrar. Nicolás Jarry, a sus 27 años, es una persona totalmente cambiada. Su hijo fue su espectador más especial en el día de ayer, en el que el chileno cerró el círculo y triunfó en casa, en el ATP Santiago de Chile 2023, en un torneo que prácticamente 'queda en familia' y que le permite acercarse al top-50 del ranking ATP; hace un par de años, su nombre ni tan siquiera figuraba en la clasificación mundial.
Y no es porque estuviese empezando. Nada que ver. Dos factores coincidieron y destrozaron por completo la carrera del chileno: un positivo en un control antidopaje perteneciente a la Copa Davis 2019 y la llegada de la pandemia. Tiempo después, Jarry probó su inocencia: demostró que el sumplemento que ingirió y que dio positivo en Ligandrozol y Stanozolol había sido contaminado en un laboratorio de Brasil. Para entonces, el camino ya iba a ser arduo y la vuelta aún más difícil, en un momento donde las oportunidades escaseaban mientras el mundo se recuperaba de los devastadores efectos del coronavirus.
De hecho, cuando Jarry volvió al circuito a finales de 2020, sus resultados fueron catastróficos. Tres partidos, tres derrotas. Dos de ellas, por cierto, en torneos de la menor categoría del mundo, Futures. Era una rémora de aquel gigante capaz de dominar a cualquiera con sus golpes planos. Fuera de ritmo y forma, Nico se hizo consciente de la situación y se dio cuenta de que había que cambiar muchas cosas y, sobre todo, confiar en el proceso. Si su juego había sufrido en ocasiones por la falta de paciencia a la hora de construir los puntos, la vida le estaba poniendo por delante una oportunidad de superar este problema de forma mucho más general.
Jarry se armó de valor y cambió por completo su forma de encarar este deporte. Él sabía que el talento y la fuerza estaban ahí, que la materia prima no faltaba. Su vuelta a la élite se ha producido de forma gradual, con apariciones en el circuito Challenger, donde no siempre ganó de inmediato. Muchísimas derrotas duras mediante, el chileno fue construyendo su forma física y fortaleciendo su coraza mental ante guerrilleros curtidos en mil batallas. Sin puntos que defender, y a pesar de que las sensaciones no siempre fueron las mejores, su ranking fue subiendo progresivamente hasta llegar a un 2023 que lo ha cambiado absolutamente todo.
SANTIAGO, EL LUGAR DONDE CERRAR EL CÍRCULO
Su derrota en Rio de Janeiro ante Carlos Alcaraz le devolvió a la esfera mediática. Pocas veces el chileno desplegó un tenis tan devastador, llevando al límite al prodigio del tenis mundial y enseñando al mundo la fiereza de su mejor tenis. Si quería triunfar en casa, en Santiago, no lo iba a tener fácil. Dejando atrás el cansancio acumulado y sabiendo sufrir en cada una de las rondas: así ha conseguido Nicolás cerrar el círculo. Su travesía por la capital chilena ha tenido un guion de película: break abajo en el tercer set ante Diego Schwartzman, set abajo ante Yannick Hanfmann, set y break abajo ante Jaume Munar, set abajo en la final ante Tomás Etcheverry. Espoleado por el público local, que creó un ambiente ensordecedor en cada uno de sus partidos, Jarry volvió a gritar sí y a alzar un título casi cuatro años después.
Lo hizo acompañado de toda su familia, dejándonos un momentazo increíble con su hijo en la entrevista pospartido de la final. Recibió el trofeo de las manos de su abuelo, Jaime Fillol, una leyenda del tenis chileno que llegó a ser el #14 del mundo; su hija y tía de Nico, Catarina Fillol, es la directora del torneo. Atrás quedó el sufrimiento de estar parado en casa, sin poder pisar un solo torneo oficial, viendo desde la distancia cómo Cristian Garín se echaba a la espalda de forma individual la bandera de su país. Ahora es Nico quien ocupa todas las portadas, quien hace ruido con más paciencia y ética de trabajo que nunca y quien ha vuelto al círculo de los ganadores sin perder la sonrisa. Porque en el tenis, como en la vida, las historias de redención sí que existen... y quizás no terminen aquí.