Tener el enemigo en casa

El griego termina su 2022 dejando actuaciones bochornosas como la de anoche y con la sensación de tener el enemigo en su propia casa.

Jose Morón | 19 Nov 2022 | 13.00
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Stefanos Tsitsipas: Tener el enemigo en casa. Foto: Getty
Stefanos Tsitsipas: Tener el enemigo en casa. Foto: Getty

Stefanos Tsitsipas se irá de vacaciones en este 2022 con la sensación, a nivel de números, de haber hecho los deberes. Terminará el año como número 3 (o 4, si Ruud le supera), lo cual es para sentirse orgulloso. Eso sí, la imagen que dejó ayer por la noche ante Rublev al caer eliminado fue cuanto menos ridícula. En plena pista, se enfrentó a sus padres lanzándoles un pelotazo después de que estos le llamaran vago, y en rueda de prensa arremetió contra Rublev diciendo que no podía creer cómo le había ganado con las pocas armas que tiene el ruso.

Por mucho que un Ranking diga que Tsitsipas puede mirar con vanidad hacia los de abajo, lo cierto es que la imagen que proyecta el griego es cuanto menos polémica, causando bastante desagrado entre los aficionados e incluso sus propios rivales. La sensación que tiene uno desde fuera, viéndolo por la televisión, es que el ambiente que se respira dentro de su equipo es muy tóxico y que, lejos de ayudarle, sus padres están entorpeciendo una carrera que podría tener un brillo diferente.

Porque año tras año, Apostolos sigue sentado en el banquillo de su hijo y Stefanos, que este año hizo un amago de introducir una nueva voz, como fue Thomas Enqvist (desaparecido tras un par de torneos), no parece tener intención de sustituirle. “No se me ocurre un mejor entrenador en todo el mundo mejor que mi padre”, comentó el griego en una rueda de prensa el año pasado, cuando le preguntaron por la posibilidad de cambiar la voz que le guía. Esa cabezonería puede ser la que lastre su carrera.

Los títulos en Mallorca y Montecarlo, así como ese número 3 o 4 del Ranking, quedan eclipsados por varias actuaciones bochornosas, como cuando sus padres se encararon en pleno partido en Roland Garros, con su madre mandando a callar a Apostolos, como la falta de recursos tenísticos ante Rune en aquellos cuartos de final en París, o la patética pataleta de niño pequeño en el partido ante Kyrgios, donde el griego perdió totalmente los nervios; sin pasar por alto la que puede haber sido una de las actuaciones más pobres de un Top ante un tenista de Ranking más bajo, cuando perdió por paliza ante Galán en la primera ronda del US Open.

Necesidad de cambio de líder

Para la calidad y el talento que tiene, se puede contar con los dedos de una mano los partidos donde a Stefanos se le vio con recursos y capacidades para derrotar a los Top en los torneos grandes. Desde luego, nadie mejor que él sabrá qué es lo mejor que necesita en su carrera, pero es probable que su padre ya le haya aportado todo lo que le haya tenido que aportar y haría a bien pensar en cambiar aires dentro de su equipo.

En la historia reciente, son muchos los tenistas que se terminaron arrepintiendo de no haber dado el paso antes y cortar las cadenas que le ataban a sus padres. A sus 24 años, aún está a tiempo de reconducir todo, pero mientras sigue sin acortar la distancia con Nadal y Djokovic, la generación de Aliassime, Sinner, Rune y Alcaraz parece haberle pasado por la derecha. Stefanos, más allá de mirar a estos jugadores, podría tener también el enemigo en casa.