‘Are you ready, Mr. Ashe?’

Ilie Nastase y Arthur Ashe protagonizaron en 1975 una de las polémicas más sonadas de las ATP Finals, siendo ambos descalificados en el mismo partido.

Fernando Murciego | 12 Nov 2022 | 18.02
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Ilie Nastase y Arthur Ashe en uno de sus partidos. Fuente: Getty
Ilie Nastase y Arthur Ashe en uno de sus partidos. Fuente: Getty

Para bien y para mal, Ilie Nastase es historia del tenis. Ya saben, a veces el exceso de talento puede venir acompañado de una pizca de arrogancia e indolencia, llegando incluso a rozar la falta de respeto. Aquí en Punto de Break ya hemos contado unas cuantas anécdotas: el día que perdió un partido por enamorarse de una espectadora, el día que recibió un doble 6-0 tras pasar la noche en comisaría o el día que su cabreo en la pista provocó que cambiara el reglamento. También hemos contado crónicas positivas, como el vínculo que se originó en 1967 cuando conoció a su ídolo, Manolo Santana. Capítulos tuvo para escribir un libro, el que publicó hace veinte años y nos brinda este sábado la oportunidad de recuperar lo que pasó en las ATP Finals de 1975.

La aventura que os traigo sucedió hace 47 primaveras, en la sexta edición del torneo de maestros, celebrada en Estocolmo. Nastase tenía 29 años y, aunque llegaba como Nº7 del mundo, era consciente de que aquel evento le venía como anillo al dedo. En sus cuatro participaciones previas había salido campeón en tres de ellas (1971-73) y finalista en la otra (1974), suficiente muestra para situarle como un claro candidato al título. El sorteo le emparejó en su primer cruce del Round Robin con Arthur Ashe, tres años mayor y actual Nº3 del ranking. El estadounidense era todo lo contrario al de Bucarest, un tipo sereno, caballeroso, imperturbable cuando competía, alguien que respetaba y se hacía respetar. Representaba a ese deportista ejemplar que jamás perdía las formas… a no ser que se topara con un bufón de primera categoría.

Antes de explicar lo que pasó en la pista, cabe mencionar que la relación entre ambos era buena, más allá de la cordialidad aunque sin llegar a la amistad. Tal era la confianza entre ambos que Nastase le llamaba ‘Negroni’, siempre en tono cariñoso. “Ashe era diferentes a todos los demás, el único al que veías leyendo un libro antes de los partidos”, cuenta el rumano sobre la admiración que sentía por él. “Estaba involucrado en la política, en la lucha contra el apartheid, era brillante en todos los aspectos. Me caía bien porque siempre se expresaba con sentido común, siempre se interesó por mi vida, me hacía preguntas sobre Rumanía y la situación política que teníamos allí. Con Arthur se podía debatir sobre cualquier tema, era un lujo”, señala el primer número de la historia. Una pena que no se acordara de todo esto aquel día, cuando se pasó de la raya ante el norteamericano.

LA PREVIA DE UNA POLÉMICA HISTÓRICA

Dice Nastase en sus memorias que todo empezó la noche anterior, aunque ninguno se percatara. El rumano, que deambulaba por el comedor del hotel, vio a Arthur cenando con su pareja, que era blanca y canadiense. Para un socarrón de tal calibre, guardarse el chiste era imposible. ‘¿Qué pasa pareja? Os veo muy bien, aunque sois como la sal y la pimienta’, soltó el rumano delante de un salón que rompió en carcajadas. Pero Ilie no tenía suficiente con aquel comentario. ‘Mañana durante el partido te haré cosas que te harán palidecer, entonces serás un Negroni blanco’, exclamó con ese cachondeo innato. Ashe, que también le tenía mucho aprecio, encajó aquellas bromas con naturalidad, sumándose a la risa generalizada. No tenía ni idea de lo que le esperaba al día siguiente.

El duelo comenzó con un tajante 6-1 a favor del europeo, jugando fácil, fluido, con esa tranquilidad del que se ve superior. Pero en la segunda manga las cosas cambiaron y fue Ashe quien se anotó un 7-5 dramático que terminó provocando caras largas al otro lado de la red. El tercer parcial arrancó con cierta tensión, incertidumbre que se resolvió cuando Ashe rompió el servicio de su rival, colocándose 4-1 arriba. Nastase, que hacía una hora se veía ganando por la vía rápida, ahora estaba contra las cuerdas. Sacando con 15-40, su cabeza ya estaba pensando en la ducha, aquello estaba imposible, pero una acto fortuito lo cambió todo. Ahora sí, empieza el artículo de verdad.

Todo el partido había estado integrado por el ruido y los vítores desde la grada, incluido un energúmeno que buscaba siempre desconcertar al de Rumanía entre punto y punto. Pero fue justo en el 15-40 de aquel punto cuando Arthur decidió levantar la mano, reclamando un poco más de tiempo para prepararse. El saque de Nastase había sido atrapado por Ashe, como si de un catcher de béisbol se tratara, anulando así el punto y señalando que en la zona trasera de la cancha había una segunda pelota en movimiento, por lo que todavía no estaba listo para restar. El juez de silla dio luz verde al accidente y le anunció a Ilie que todavía contaba con dos servicios, pero el rumano ya tenía recursos suficientes para convertir aquella chispa en un incendio.

Lo primero que hizo fue protestar, sacudiéndose así los nervios acumulados. ‘¡No puede hacer eso!’, le espetó al juez de silla, pero la única respuesta que obtuvo fueron los pitos de la grada. Es entonces cuando empieza el show de Nastase, ralentizando cada movimiento al máximo, colocándose en la línea de saque, llevando a cabo su gesto de servicio y deteniéndose en el último segundo: ‘Are you ready, Mr.Ashe?’ [¿Está usted preparado, Señor Ashe?]. El público se tronchaba, aunque se estaba riendo de él. Incluso hubiera quedado como una nota divertida, el problema es que no supo pararla. Ilie ejecutó de nuevo su mecánica de saque, botó varias veces le bola, pero en el último segundo… ‘Are you ready Mr.Ashe?’. Ni siquiera el rumano recuerda exactamente cuántas veces llegó a repetir esta escena, algunos aseguran que entre cinco y siete. Lo que sí recuerda al detalle es cuál fue la reacción del estadounidense. Arthur, herido en su orgullo y cansado del numerito, se dirigió a su banco y empezó a recoger sus cosas. ‘Eso es todo, ya he tenido suficiente’, declaró en voz alta mientras se marchaba de la pista. Nastase quedó tan confundido que no pudo ni reaccionar, jamás había visto así al americano.

ORÍGENES DEL CÓDIGO DE CONDUCTA

Curiosamente, aquella polémica no puedo llegar en mejor momento. Justo unas semanas antes se había aprobado por primera vez un Código de Conducta en la ATP, el cual se estrenaría en el último torneo del año: las ATP Finals. Ashe era uno de los hombres que había promovido aquella idea, una serie de normas pensadas para hacer frente a tipos como Nastase, alguien que disfrutaba sobrepasando los límites de lo correcto muy de vez en cuando. El colmo no fue que ambos se enfrentaran en aquel partido, sino que fuera Arthur quien tuviera que recibir el primer castigo por abandonar el rectángulo de juego sin dar explicaciones. ¿O todavía se podía revertir la situación?

El marcador parecía claro: 6-1, 5-7, 1-4 y retirada. El rumano se había llevado la victoria, aunque por dentro se sentía fatal por lo que había hecho. Intentó buscar a Ashe en el vestuario, donde le escuchó despotricar como nunca, sobre todo contra él. De repente, el supervisor del evento llegó para añadir la última página a este entuerto, pero no traía buenas noticias para Ilie. Su teoría fue que había estado a punto de descalificar a Nastase mucho antes de que el estadounidense se retirase, por lo que el resultado final del encuentro era que ambos estaban descalificados. ¡¿Cómo?! Ashe no se lo podía creer, enloqueció de inmediato, se hubiera cargado a alguien allí mismo. Tanto se encendió que el comité tuvo que volver a reunirse para deliberar una segunda opinión, empujando para que solamente el europeo fuera descalificado.

Ashe, que no aguantó un minuto más las mofas de su oponente, prefirió irse del estadio dejando el partido a medias. Más allá de que el comportamiento de Nastase no fuera ejemplar, ¿no hubiera sido más justo que el rumano pagara su gansada con una sanción o una multa económica? ¿Por qué había que quitarle la victoria? Muy fácil. Porque Arthur Ashe era uno de los miembros más importantes dentro del sindicato de jugadores, el cual presidía. Su función en la directiva, sumada a su inmaculada reputación, pesaron más que cualquier otro factor. A las 23:00 de la noche, después de múltiples reuniones y presiones externas, por fin se comunicó el resultado final: Ashe era el ganador del partido.

Cuando me lo dijeron no me molesté, ni siquiera me sorprendí”, asegura Nastase en su autobiografía. “No pensé que lo que había hecho en la pista me acabaría metiendo en tantos problemas. Obviamente, mi intención no era ser descalificado, pero una vez que sucedió no me enfadé. Lo acepté y pensé: ‘Está bien, ahora tengo que ganar los dos partidos que me quedan en la fase de grupos para llegar a semifinales”. Y así lo hizo, venció a Adriano Panatta y Manuel Orantes en dos encuentros que se fueron al tercer set. Luego en semifinales se deshizo de Guillermo Vilas y en la final, con todo el público en contra, tumbó a Björn Borg en apenas 65 minutos de reloj. De las seis ATP Finals que se habían disputado hasta ese momento, cuatro habían caído en la maleta del tenista de Bucarest. Un genio sin lámpara.

¿HUBO RECONCILIACIÓN?

Con la anécdota ya contada, muchos se preguntarán qué pasó después. ¿Se quebró para siempre el vínculo que mantenían Nastase y Ashe? ¿Dinamitó aquella escena su relación personal? Lo cierto es que el rumano estuvo toda la noche buscando a su compañero, intentando una reconciliación que parecía inviable. Arthur, pese a haberse salido con la suya en los despachos, no quería ver a Ilie ni en pintura, así que le apartó de en medio tantas veces como aquel trató de acercarse. El de Virgina exigía su espacio, necesitaba tiempo para recordar que Mr.Nasty, en ocasiones, también podía ser Mr.Nice.

Deme todas esas flores, por favor’. El encargado le respondió con una mirada cálida, pensando en lo afortunada que sería la señorita que en breves recibiría aquel ramo enorme de rosas rojas, blancas y amarillas. Nastase, que iba con el tiempo justo, no quiso darle detalles al florista, así que le pagó en metálico y salió corriendo de vuelta al hotel. Una vez llegó al comedor, se fue directo a la mesa donde estaba Ashe, un poco más calmado respecto a la noche anterior. Escondido tras el ramo, el rumano extendió su mano y le ofreció aquel detalle cargado de ternura y un poco de guasa, para qué negarlo. Arthur, que en el fondo le apreciaba, no pudo esconder una sonrisa. Estaba perdonado.