En ocasiones, la grandilocuencia en los resultados viene acompañada de un carácter introvertido, de una personalidad que huye de los focos y se centra únicamente en lo que puede controlar y en lo que le apasiona de verdad. Iga Swiatek es capaz de trasladar la pasión de una niña por el tenis al ámbito profesional, mostrando sin pudor sus debilidades y trabajando a destajo para corregirlas. Sin ruido mediático, sin adornos ni alharacas, sin grandes declaraciones egocéntricas, posados en revistas de moda ni documentales. Ella es una profesional del tenis que ha sabido aunar su amor por este deporte con una dedicación intachable. Quizá por eso esté pasando desapercibida para el público ocasional del tenis y experimente una indiferencia incomprensible de los medios generalistas. Y digo experimenta y no sufra porque ése hecho puede ser una de las llaves de su éxito.
Han corrido ya ríos de tinta acerca de su juego, de ese drive tan característico que aúna potencia con un efecto liftado casi inédito en el circuito femenino, de la manera en que se desplaza por la pista haciendo parecer que sus piernas son aspas de un molino y de su habilidad para pasar de la defensa al ataque. Está todo dicho. Las bases técnicas de su camino a la gloria son evidentes, pero la firmeza que están mostrando en este 2022 solo se ha podido alcanzar por su trabajo diario, su dedicación y un entorno que ha sabido darle lo que necesitaba en cada momento. Swiatek alcanzó en Roland Garros 2020 un éxito tan merecido como inesperado y para el que no estaba preparada a nivel mental. Su equipo se encargó de hacérselo ver, ella dejó de competir unos meses y se dio cuenta de que empezar la casa por el tejado no podía garantizar una permanencia a largo plazo en la élite.
Swiatek muestra una habilidad infinita para encontrar en el tenis el remedio mágico a sus problemas
No dudó en huir de todo protagonismo mediático lógico en una campeona de Grand Slam. Supo neutralizar el caudal inagotable de entrevistas, reportajes fotográficos y ofertas de patrocinio con la candidez de una joven que se sabe desbordada y se marcha sigilosamente antes de que ese desbordamiento se haga palpable. No hay mejor lugar para refugiarse de todo eso que las pistas de tenis. Siguió fortaleciendo su juego, aguantó las críticas en su propio país cuando rindió por debajo de lo esperado en las WTA Finals 2021 y encontró su momento en el tramo inicial de esta campaña. Lo más sorprendente de Iga es que no esconde sus debilidades, sino que aprende de ellas y de sus errores a la hora de afrontarlas.
Pasó un verano complicado en el que se vio arrastrada por ese carácter aparentemente imbatible. Ganar era el único desenlace posible y su derrota en Wimbledon 2022 desató un caos interno que fue patente en Varsovia, Canadá y Cincinnati. Resulta curioso ver el paralelismo con Alcaraz, que experimentó la resaca del éxito cosechado en unos meses de la primera mitad de año y lo que aparentemente era una crisis se erigió en un acicate para emerger con más fuerza. Trabaja con una psicóloga deportiva que estará muy cotizada viendo sus resultados y parece haber dado con una clave sobre la manera de afrontar la presión. ser ella misma y disfrutar de su gran pasión, que es el tenis. Las grandes recetas suelen ser las más sencillas y la polaca lo ha demostrado.
Iga trabaja desde hace años con una psicóloga especializada en deportes
A sus 21 años, tendría todas las posibilidades de sumar muchos más euros en su cuenta particular, de acudir a eventos, lucir sus mejores galas, darse baños de masas y hablar con fingida modestia acerca de su escalada milagrosa a la gloria. Pero no lo hace. Las marcas publicitarias dejan de llamar a su puerta con ofertas megalómanas, conscientes de que están ante una personalidad difícil de explotar para ellas, pero que muy posiblemente, perdurará mucho en el tiempo. Inocente, cándida, simpática y divertida, Iga Swiatek muestra una vertiente casi virginal cuando abandona la raqueta, mientras que con ella en la mano es una fiera indomable.
No cabe duda de que merece un reconocimiento general, de que cualquier persona debería conocer perfectamente su figura y tener claro quién es la mejor jugadora del planeta, así como tener un escaparate para darse a conocer al gran público. Por ahora no ha llegado ese momento e Iga Swiatek sigue siendo esa joya que se disfruta en la intimidad y que solo los verdaderos amantes de este deporte pueden valorar como merece. Una obra de arte apreciada en la soledad de una sala museística carente de excursiones infantiles, de ruido, de cámaras fotográficas. Uno de esos placer genuinos e innato que ofrece la vida. Disfrutémosla en silencio antes de que nos la arrebaten.