“Don't be a hater, my friend”

Analizamos el fenómeno con el que el mundo del tenis también lidia. Cada día las redes sociales arden con sus comentarios llenos de odio.

Alejandro Ladrero Benito | 28 Aug 2022 | 19.50
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“Don't be a hater, my friend”. Fuente: Getty.
“Don't be a hater, my friend”. Fuente: Getty.

Fracasado, perdedor, mal padre o vejestorio son algunos de los calificativos que jugadores como Carlos Alcaraz o Rafael Nadal tienen que aguantar. Con el US Open 2022 y la despedida de Serena Williams a la vuelta de la esquina, vemos el porqué de este suceso, además de dar unas claves sobre estos sujetos que con su acción logran afectar a este y otros deportes.

Lo primero que debemos señalar es que los haters no se reducen a mostrar sus afiladas garras en un solo ámbito o disciplina, pero no por ello podemos pasar por alto lo que les sucede día tras a días a las figuras del circuito ATP y WTA. Con esta aclaración queremos exponer que este artículo no es algo externo a la propia práctica deportiva. En todo caso, es consecuencia, en parte, del oficio, generándose estos efectos colaterales. De hecho, Punto de Break ya ha escrito sobre este tema, por lo que nos permitimos entrar de lleno en la problemática.

La fama

Así pues, la fama implica, en su definición más clásica, que un conjunto indefinido de humanos tenga noticia de una singularidad. A diferencia de nuestra fama, es decir, el reconocimiento que todos los humanos tenemos al vernos inmersos en un grupo cerrado de individuos (familia, amigos, trabajo, etc), los/as grandes tenistas conviven con lo que se denomina fama por notoriedad.

Es en este segundo tipo de fama donde se comienza a hablar de famosos en un sentido positivo del término y se dirá que se es famoso por ser ilustre o insigne y no a la inversa. Con las tecnologías de la información y el paso a los llamados social media, el espacio de resonancia adquiere un número de receptores aún más complejo de medir. De este modo, el individuo famoso puede ser conocido por muchos sin que él conozca nominalmente a casi nadie y, por el contrario, los seguidores viven sin tener relación o percepción directa con el afamado.

No es lo mismo un troll que un hater

He aquí, derivado de estos canales de difusión y como consecuencia de la actuación en las redes sociales, cuando el fenómeno hater despliega sus alas. Si bien, y antes de dar unas pequeñas notas definitorias, hay que decir que el troll no es exactamente un hater.

El troll es un individuo que actúa, normalmente, amparado bajo el humor negro, es decir, su objetivo no es dañar, sino, más bien, mostrar que se encuentra alejado de tales noticias, siendo cuestiones menores para su persona. Parafraseando a un famoso antropólogo, el troll vería “a los hombres como hormigas”. Con su hacer, con su puesta en escena, viene a ejemplificar el carácter irónico que vislumbra los límites de la fama, ya que bajo su anonimato se puede permitir el acto de “trolear”.

Se desliga de su figura para mostrar que otra identidad es posible y que, a fin de cuentas, no necesita del mérito (socialmente aceptado) para poder generar algo de confusión. De hecho, el troll no tiene por qué ejercer sus polémicos comentarios hacia la figura en cuestión, sino que, en muchas ocasiones, sabe que sus sentencias serán contestadas por otros seguidores (los llamados fans) a los que quiere enaltecer. En resumen: el troll es el sujeto que hace de la fama y los fans, un absurdo.

Por su parte, el hater no es, solamente, un sujeto que odia, sino, y esto es lo fundamental, que expresa su odio. Es decir, el hater no es un individuo que se dedique a la vida contemplativa, como a veces parece argumentarse, sino que desea y necesita ver cómo su manifiesto no puede pasar desapercibido.

Además, su intención es la de revelar un mal en la persona a la que lanza sus ataques. Con su “verdad” quiere que la gente sepa lo horrible que es el famoso sobre el que vierte su “bilis”. El hater no es un troll, porque el hater sí personaliza. Actúa sistemáticamente con la intención de demostrar que el célebre es un fraude. En su papel de libertador, el hater prioriza el fin sobre los medios.

Su lucha, su pugna, se centra en acabar con su enemigo por cualquier vía que le sea posible. Por ello, el hater actúa de forma desproporcionada tras observar la diferencia existente entre su individualidad y la “grandeza” del (de la) tenista. En su asimetría constitutiva, disputa una batalla ante un espejismo. En definitiva: el hater quiere mostrar que la fama es indebida e inmerecida y por eso se reafirma diciéndose: “No eres tú, son ellos”.

Ahora bien, y para finalizar con este escrito, el fanático también es consecuencia de la fama y su única diferencia con el hater es que es su opuesto, pero, por serlo, se mantiene en un mismo género crítico. En palabras más simples, y como el Dios Jano, los fanáticos y los haters son dos caras contrarias pertenecientes a una misma moneda. Y recuerden estar atentos, pues, por desgracia, todos podemos ser uno de ellos.