Durante más de tres décadas, Nick Bolletieri orquestó en Bradenton el mayor elenco de campeones que ha visto el mundo del tenis. Por su Academia pasaron los mejores jugadores del mundo, todos ellos diseñados y empujados al éxito de manera ininterrumpida, casi inevitable. La fórmula del éxito se cocinaba en aquellas pistas y no hay mejor prueba que recordar sus nombres: Agassi, Sharapova, Courier, Becker, Seles, Kournikova, Haas, Nishikori, Sampras, Ríos, Jankovic o Pierce. Son solo algunas de las raquetas que convirtieron a Florida en el mayor punto neurálgico de talento.
Pero ese castillo no se construyó solo. Bolletieri era el líder, quien puso la primera piedra, pero a su lado estaban los mejores entrenadores del mundo. Su mano derecha fue siempre Gabriel Jaramillo (Colombia, 1955), al que todos conocen como Gabe. Punto de Break ha tenido el privilegio de sentarse con él para recorrer más de cuarenta años de trayectoria profesional, un viaje cargado de anécdotas y recuerdos imborrables. No miento si digo que pocas entrevistas me han causado tanto grado de satisfacción como ésta.
Gabe, pocas personas podrán presumir de una trayectoria como la tuya.
He tenido mucha fortuna, han sido muchísimos años sacrificándome por este deporte. He trabajado con once números uno del mundo y veintisiete tenistas que llegaron al top10, es una camada bastante grande.
¿Cuál es el secreto para crear campeones?
No hay un secreto. A veces vemos entrenadores que sacan a uno o dos jugadores, pero sacar tantos parece irreal. Todo se basa en una metodología que se puede replicar. La planificación es lo más importante, aquí nada sucede por accidente, es todo un proceso de largo recorrido. Fíjate en Jim Courier, él nunca fue el mejor del grupo, pero fue el primero en cumplir esa planificación para luego transmitírsela al resto. El último fue Kei Nishikori, que llegó a la Academia con 13 años.
Kei es de los talentos más precoces de esta era.
Cuando empezamos a trabajar juntos, recuerdo que le dije: ‘En cinco años tienes que estar jugando el cuadro principal del US Open, tienes que estar entre los 80 mejores’. Y así fue, con 18 años estaba #44. La planificación es uno de los grandes secretos, además del espíritu de sacrificio, esto es imprescindible en un entrenador. De alguna manera, ponemos siempre por delante a los jugadores y al equipo, dejando la familia atrás. Es un sacrificio bastante grande que a veces sale caro.
¿Mereció la pena tantos años de esfuerzo?
Si me preguntas si volvería a hacer todo lo que hice, la respuesta es sí, sin dudarlo, aunque es una profesión bastante ingrata. Cuando el jugador sale adelante es porque es maravilloso, es una estrella; si no sale adelante, es porque el entrenador es muy malo. En cierta manera sí es una profesión algo desagradecida.
¿Hasta qué punto fue clave que todos aquellos campeones coincidieran en la misma línea de tiempo?
El ambiente en el que crecen los jugadores es fundamental, lo que se respiraba aquellos años en toda la Academia era impresionante, desde el chófer del autobús hasta el último empleado, había un sentimiento que nos unía a todos. Llegabas, escuchabas el sonido de la bola y rápidamente te contagiabas de ese ambiente. En nuestro caso, siempre confiamos en el sistema de granja, un sistema donde los jugadores buenos entrenan con los jugadores de abajo.
¿Los buenos no entrenaban entre ellos?
Agassi, Courier o Sampras nunca entrenaron entre ellos, estaban aparte. O entrenaban solos o con los juveniles de abajo que iban subiendo. Si yo ponía a entrenar a Agassi con Sampras era perder el tiempo, cada uno se enfocaba en lo suyo, en su táctica, lo ideal era darle a cada uno lo que necesitara en ese momento. Agassi y Sampras jamás entrenaron juntos, y con las mujeres era todavía peor, así que lo que buscábamos era beneficiar a todos los grupos.
¿Es cierto que Roger Federer estuvo en la Academia?
Estuvo conmigo, pero entrenábamos en la Academia. Me acuerdo que siempre le poníamos de sparring a Nishikori. Entrenaban todos los días juntos y eso le servía a Kei para ver que podía mantener ese ritmo, que tenía el nivel. Luego llegaba un partido y lo afrontaba diferente. Con Boris Becker lo mismo, le poníamos a entrenar con Tommy Haas. Para los jóvenes que vienen de abajo supone un aumento de la motivación constante.
¿Qué cuota de responsabilidad recae sobre los entrenadores?
El equipo de entrenadores era fabuloso, nos teníamos muchísima fe, hasta el punto de pensar que nadie competía con nosotros: éramos nosotros contra nosotros mismos. Un año llegamos a ir a un Roland Garros con 32 jugadores, a ese nivel llegamos. Ese fue el inicio de las Academias, hasta ese momento no existía una estructura donde los niños pudieran vivir, comer, entrenar e ir al colegio. Nosotros fuimos los primeros en empezar con este sistema y la verdad es que juntamos a un equipo espectacular, nosotros mismos nos poníamos el objetivo de crear campeones. Yo llegaba a la Academia a las 06:00 de la mañana y me iba a las 20:00 de la noche, vivíamos de esa ilusión los siete días de la semana
¿Qué es el talento?
La gente suele confundir el talento con el potencial, son dos cosas totalmente distintas. Un jugador que no tiene el potencial, por mucho talento que tenga, no llega. Sin embargo, un jugador que ha llegado al #50 del mundo, es un jugador al que se le puede ayudar para que llegue mucho más alto. Lo difícil es que un jugador llegue al top100, muchos se quedan en ese embudo, perfiles de mucho talento pero sin el potencial. Si tienes talento y tienes potencial, dependerá del entrenador que tengas.
¿Cuándo volveremos a ver a un menor de edad levantando un Grand Slam?
Yo siempre digo que el tenis es cíclico, pronto llegará una estrella joven que pueda ganar estos torneos. Por poner un ejemplo, Agassi empezó a jugar al tenis a los 4 años y Lendl no empezó hasta los 10. ¿Qué pasó? Solo por el volumen de entrenamiento, Andre a los 18 ya había alcanzado a Ivan. Hoy en día la especialización es súper importante, pero esto mismo ha convertido al deporte en un negocio muy grande, por eso hoy los jugadores son mejores y duran más que antes, rinden más tiempo y se mueven mejor. Lo de hoy es otro tenis.
¿Qué te parece este nuevo tenis?
A mí el tenis de ahora es el que me gusta. Un tenis agresivo, de fuerza, de ataque. Si a mí ahora me viene un jugador defensivo, sé que ese jugador no va a llegar. Lo primero que busco en un jugador joven es que tenga fuerza en la pegada, esa fuerza no se enseña, o se tiene o no se tiene. Hoy en día, si no tienes esto es imposible que llegues. Cuando hablo con mis amigos de la vieja guardia, a ellos sí que les gusta más el tenis de antes, el de toque y abrir el campo.
Zverev, Khachanov, Sinner... el hecho de que la mayoría estén cortados por el mismo patrón, ¿no lo hace todo más aburrido?
Antes teníamos jugadores que hacían saque-red, pero esto ya no existe. O tenistas que jugaban todo de fondo, como Bruguera o Berasategui, tampoco existen. Ahora mismo solo hay dos estilos: el que es agresivo de fondo y el que juega en todo el campo, como Federer, que ataca la red un par de veces por juego.
La homogeneización de las superficies cambió el tenis, ¿estás de acuerdo?
En ese momento estaban jugando muy bien Federer, Nadal y Djokovic. Pienso que la intención de ese cambio fue que los tres pudieran competir entre ellos cada semana, porque eran los que más audiencia reunían. Los torneos lo hicieron a propósito. Ellos sabían que si la cancha era muy rápida, quizá Nadal no te llegaba tan lejos; y si era demasiado lenta, Federer se quedaba en el camino. La idea era que pudieran competir siempre entre ellos, era la única manera de que la gente se pegara al televisor.
Así es más ‘fácil’ ganar 20 Grand Slams, jugando igual cada semana.
Para mí tuvo más mérito cuando Agassi ganó los cuatro Grand Slams, porque los ganó en cuatro superficies diferentes, cada uno con una velocidad distinta. Hoy en día se juega igual en todas las canchas, el jugador se desplaza igual en tierra batida que en cemento. Antes esto no pasaba, Chang hacía un movimiento diferente dependiendo del suelo que pisaba. El Big3 va a pasar a la historia como los mejores de todos los tiempos, pasarán muchos años hasta ver a alguien batir sus récords. Si hubieran jugado en diferentes superficies, esto no hubiera pasado.
¿Cómo empieza tu historia con el tenis?
Vengo de una familia de deportistas, así que lo llevaba en la sangre. Mi idea nunca fue ser entrenador, siempre creí que sería un hombre de negocios como mi padre, pero cuando fui a la Universidad me pusieron de ayudante del entrenador del equipo de tenis, pero él veía que aquello no me interesaba. Si de verdad iba a ser entrenador, sería para hacer grandes campeones, no para estar aquí. Entonces esa persona me llevó a la Academia de Nick Bolletieri.
Y te cambió la vida.
Totalmente. Cuando llegué a la Academia Nick no estaba, así que me atendió su asistente. Me presenté y le dije que quería ganar $500 a la semana. 'Eso no lo gano ni yo'– me dijo. 'Pero eso es lo que yo valgo'– le respondí. Me quedé una semana de prueba, hasta que volvió Nick. En ese momento la Academia no tenía buenos entrenadores, así que en tan solo unos días ya era el mejor del lugar. Nick me observó en la cancha, le gustó lo que vio y me contrató.
¿Te pagó $500 a la semana?
Sacó la cartera, me dio $2.000 y me dijo: ‘Aquí tienes todo el mes’. Luego me dio las llaves de un Subaru nuevo y las llaves de un apartamento. ‘Te quedas conmigo’.
¿Cuántos años estuvisteis juntos?
Casi 35 años. Él era como un padre para mí, hay gente que habla mal de él, dicen que nos odiábamos, pero en realidad nos queríamos mucho. Era un tipo recto pero de corazón blando. La de veces que echó a André de la Academia… pero al día siguiente ya estaba de vuelta. Aparentaba ser diferente de lo que era, pero tenía un corazón muy grande.
Hablemos de Agassi. De las miles de anécdotas que tendrás, cuéntame una.
Estábamos jugando un torneo junior y él pensaba que no llegaría lejos. Cuando llegó a la final no tenía ropa que ponerse, nadie tenía ropa para prestarle, ni siquiera nosotros, así que decidió entrar a jugar con vaqueros. El árbitro lo ve y le dice que así no puede jugar, que se busque unos pantalones cortos. Pidió unas tijeras, cortó los vaqueros y apareció con esos mismos pantalones pero recortados. Al final le terminaron dejando jugar y aquel outfit pasó a la historia.
La sensación es que André era una persona muy especial.
Tenía una percepción muy clara sobre cómo quería que la gente le viera en el futuro. Él no estaba pensando en el ahora, sino en la imagen comercial que se estaba creando de cara a los próximos años. Al principio fue un rebelde, pero es porque así lo quiso, en ese sentido era un muchacho muy inteligente, esa manera de manejar su carrera fue totalmente estudiada.
En su libro (Open) da una imagen de jugador atormentado, de persona con muchos altibajos, siempre entre contrastes. ¿Era así en su día a día?
No […] El libro está muy bien escrito y es muy ameno, merece la pena leerlo, pero no tiene nada que ver con la realidad. André es una de las personas que más disfrutaba de un entrenamiento. Entrenaba pocas horas, eso es cierto, pero cuando entrenaba te daba el 100% y nosotros respondíamos con lo mismo. A mí me costó mi primer matrimonio.
¿Cómo?
Por ejemplo. Domingo, 10:00 de la mañana, me iba con mi mujer y mis hijos a la playa. De repente me llamaba André pidiéndome ayuda, diciéndome que se sentía fatal y que necesitaba entrenar. Yo dejaba a mi familia en la playa y me iba con él a entrenar, cuatro horas. André disfrutaba mucho del entrenamiento de tenis, incluso de hacer físico, le encantaba el gimnasio. Me llamaba a las 22:00 de la noche para ir a hacer pesas, con la música a todo volumen y mirándose al espejo lo fuerte que estaba. Definitivamente, no comparto ese punto de vista con él.
“Odio el tenis”, es una frase que repite una y otra vez en el libro.
Ese sentimiento viene por la infancia que tuvo, su mayor problema estuvo en esa etapa, antes de los 13 años. Su padre le puso mucha presión, por eso no disfrutaba del entrenamiento, era un tormento. Una vez pisó la Academia y empezó a trabajar con nosotros, esa parte ya no la vi.
Para bien y para mal, su padre es clave en esta historia.
Mike le hizo mucho daño sin darse cuenta hasta los 13 años, lo empujó tanto que a punto estuvo de acabar con él. Por suerte, una vez estuvo con nosotros, el padre se apartó, fue muy inteligente. Por teléfono hablábamos todos los días, pero se fue alejando, ni siquiera viajaba a los torneos.
¿A ninguno?
Fue a muy pocos, era un drama. André no soportaba ver cómo su padre se comía las uñas, lo odiaba tanto que empezaba a tirar los puntos, así que Mike terminaba agarrándose de la barandilla para que su hijo no le viera comerse las uñas. Mick, como boxeador olímpico que fue, tuvo mucho que ver con el estilo y el tenis de Agassi. Siempre me explicaba cuánto tardaban en armar el puño los boxeadores que golpeaban con mucha potencia, sin embargo, me repetía una y otra vez que los que realmente hacían daño eran los que golpeaban en corto, por eso se empeñó en que André cogiera la bola temprano, para quitarle tiempo al rival. Le puso mucho más énfasis en pegarle pronto que en pegarle duro.
Duro sería convivir con un padre obsesionado con el tenis.
Construyó en casa una pared de cemento y una máquina de lanzar bolas, con eso le hacía entrenar cada día. Claro, ahí Andre no podía retroceder, así fue como le enseñó a pegar a la pelota delante. Un padre que no sabía nada de tenis terminó teniendo muchísima influencia en el tenis de su hijo, que sería el tenis que se practicaría en esa época.
¿Te has encontrado con muchos tenistas quemados?
De los jugadores que han pasado por mis manos, ninguno. No me creo que un jugador pueda llegar a quemarse, se queman cuando lo dejan, sobre todo si es debido a la presión de los papás. No es a consecuencia de ganar más o menos partidos, sino por el daño que hacen los padres.
¿Y alguien que no disfrutara jugando?
Eso sí me lo creo. De hecho, André me decía hace unos años que el único jugador al que disfrutaba viendo era Nishikori, el resto le daba igual. Pero de no disfrutar a odiar el tenis hay una gran diferencia.
Por estilo de juego, muchos comparan a André Agassi con Novak Djokovic.
Para mí son totalmente diferentes. La gente piensa que André era muy rápido, pero no es así, lo que hacía muy bien era cubrir el campo en diagonal, nunca tiraba para los lados o para atrás. Siempre cogía la bola en diagonal, anticipaba tan bien que era el rival quien corría más, era mucho más agresivo de fondo. Becker siempre me decía que odiaba jugar contra Agassi porque, incluso el día que ganaba, terminaba fundido. André les destrozaba físicamente. En esa época todo el mundo enseñaba el revés de slice pero, si te fijas, cuando le hacían un revés con slice él nunca pegaba un slice de vuelta, él te pegaba un ángulo y te la ponía en la grada. Los rivales terminaron huyendo de hacerle ese golpe. Tampoco era bueno con la dejada, no tenía mucho toque, pero cuando le hacía una llegaba y la sacaba de pista como quería. Son juegos diferentes, no creo que se puedan comparar.
Me gustaría hablar de otra incomparable: Monica Seles.
Mira, yo tuve muchísimos jugadores, tanto hombres como mujeres. Sin lugar a dudas, el más talentoso de todo fue Monica Seles. Ella estaba por delante del resto… ¡pero por lejos! Cuando te digo por lejos es que era de otro planeta. Con 13 años ya ganaba a todos los hombres de la Academia, eso es impensable hoy en día. La manera que tenía de correr, de competir y de pegarle a la bola no la he vuelto a ver. Nunca entrené a un jugador que entrenara tan duro, tantas horas y con tanta dedicación como esa niña, era una máquina. Podía estar 45 minutos pegando el mismo ángulo, una hora restando la misma bola, era pura repetición. Jugando era otro nivel, no tenía competencia.
Es la gran incógnita de la historia del tenis, ¿dónde hubiera llegado de no ser por aquel ataque en Hamburgo?
Si a esa niña no le pasa ese accidente, hubiera batido todos los récords del tenis, sin lugar a duda. El que la apuñaló le dejaron en libertad hace tres años, fue un momento muy duro para ella, porque aquello casi le cuesta la vida. Por un centímetro no le tocó la columna, después de aquello quedó muy tocada. Psicológicamente no lo pudo superar, se quedó muy sola. Es una lástima porque Monica es encantadora, un amor de persona, alguien súper humilde.
Técnicamente pegaba todo a dos manos, un gesto que llegó a enfrentar a su padre con vosotros.
El padre entendía mucho de biomecánica, para él lo más importante era el uso de las piernas y la separación de hombros y cadera al golpear. Eso era vital. Cuando llegó a la Academia tenía el drive y revés a dos manos, así que intentamos cambiárselo. ¿Cuál fue el resultado? Estuvo seis meses lesionada. En esos seis meses se dedicó solo a la parte física, porque con la otra mano no se atrevía a pegar. Cuando regresó estaba hecha un toro.
¿Alguna anécdota que te venga a la cabeza?
Cuando llegó con 13 años, sus padres quedaron en Yugoslavia. En diciembre, alguien le regaló una chocolatina, aquello fue lo único que recibió aquellas Navidades. La gente no es consciente del sacrificio y todas las historias, muchas veces tristes, por las que pasan estos niños. Pero son ellos los que lo desean, los que tienen la mentalidad de campeones, están dispuestos a superar cualquier cosa. La gente piensa en Monica Seles y piensa en la campeona, nadie piensa en todo lo que pasó con 13 años, cuando siendo niños tuvieron que defenderse por sí solos, a pulso.
Nada que ver con la generación actual.
Los jugadores de hoy en día tienen el talento, pero no tienen la disponibilidad de los de antes, el sacrificio. Ahora los niños lo quieren todo rápido, en este momento, son impacientes por naturaleza. Mira, te cuento una de Sampras con 13 años. Eran los cuartos de final de un torneo nacional, Pete estaba yéndose a la red todo el rato, hasta que en un cambio de lado, desde la grada, le pido que por favor seleccione mejores los tiros. Se paró en seco, me miró y me dijo: ‘Tranquilo, con este juego voy a ser el número 1 del mundo’.
Otro nivel.
Estos jugadores ya estaban invirtiendo para el futuro, no les importaba el resultado de los partidos, pensaban más allá. Esto ahora ya no se ve, hoy al jugador solo le importa ganar su próximo partido, quieres los resultados ya mismo, sin entender lo que tienen que hacer o qué parte de su juego deben mejorar.
Las redes sociales se han convertido en un enemigo más, sobre todo por el odio que generan.
Eso es lo peor que puede tener un tenista, alguien que juega con miedo no llegará nunca. En este deporte tienes que tener la piel muy dura para que todas esas críticas no te afecten. Muchas veces, las redes sociales son las que generan ese miedo a la derrota, por ver cómo los van a calificar después. Antes esos comentarios negativos te los decían por la espalda y no pasaba nada, no te enterabas; ahora lo publican en Twitter y lo leen millones de personas.
Turno para Maria Sharapova, otra de vuestras campeona. ¿Es verdad que era zurda?
Maria es ambidiestra, pero siempre jugó con la derecha, aunque el papá quería que jugara con la izquierda. Yuri lo intentó muchas veces, tuvimos varias reuniones con él, hasta que decidimos que eso no iba a pasar. Estuvo seis meses jugando con la izquierda y lo que sí consiguió es mejorar mucho su revés, lo mejoró muchísimo, o sea que al final le ayudó. Los jugadores ambidiestros siempre tienen un lado mucho más poderoso que el otro, donde sienten más la bola.
Maria era puro carácter, ¿cómo era de niña?
Era una jugadora especial, desde que tenía 9 años. Parecía una niña inofensiva... hasta que cogía la raqueta, ahí mostraba su mentalidad de campeona. Le pegaba siempre a la bola con mucha confianza. Recuerdo con 14 años verla perder en la Orange Bowl contra una Bartoli plantada en la línea de saque todo el partido, sin retroceder. Perdió 6-0 y 6-0, aquello fue en diciembre. Cuando llega enero, nos vemos en el primer entrenamiento y le digo de practicar el servicio, para que no nos vuelva a pasar lo mismo otra vez. Se quedó seria y me respondió: 'Yo no estoy entrenando para jugar contra Bartoli, a mi eso no me importa. Yo estoy entrenando para jugar contra Serena Williams'. En ese momento Serena ya era la Nº1, imagínate cuando le ganó la final de Wimbledon con 18 años, ese partido lo llevaba jugando ella en la cabeza mínimo cinco años.
Lo tenía bien planeado.
Era casi una obsesión. Estábamos en la Academia, pegaba una bola y yo le decía: ‘¡Muy bien!’. Pero ella me respondía: ‘No, bien no, con esa bola yo no le gano a Serena’. Cada movimiento que ella hacía era pensado en Serena, para que veas cómo piensan estos jugadores, con la mente puesta cinco años adelante. Maria siempre fue una niña con mucha confianza, no sé cómo la verán en el circuito porque ella nunca hablaba con nadie, es muy introvertida, pero tenía la mayor confianza del mundo, eso es lo que le ayudó a llegar donde llegó.
Aunque ganó cinco Grand Slams y fue Nº1 del mundo, ¿no crees que podría haber conseguido mucho más?
Sin lugar a duda. Ella quería mucho al tenis, pero siempre quiso ser una estrella, esta es la parte que la gente no entiende. Nosotros los formábamos también para ser estrellas, había días donde nos reuníamos todos los profesores y les hacíamos preguntas. Una de las preguntas que le hicimos a Maria fue si ella sería la próximo Kournikova…
… apuesto a que no le hizo mucha gracia.
Nos dijo que quién era Kournikova, que a Kournikova no la conocía nadie […] Se enfadó incluso, pero nosotros le hicimos entender que una respuesta así no le ayudaría delante de la prensa. Años después le hicieron la misma pregunta, cuando tenía 17 años: ‘Yo no voy a ser la próxima Kournikova, voy a ser la primera Sharapova’. Todas esas cosas se fueron planeando, hasta la forma de vestir. Si alguno le decía que se pusiera la misma ropa que Kournikova ella decía que no, sus indumentarias eran siempre una mezcla entre Kournikova y Mary Pierce, quería ser sexy pero elegante. Todo eso lo fue moldeando con el tiempo.
¿Crees que fue perdiendo esa pasión por el tenis?
A día de hoy es una de las atletas que más dinero ha ganado en la industria, siempre manejó muy bien esa parte. Ella no solo se preocupó por la parte del tenis, también se preocupó mucho por el negocio, pienso que eso terminó de sacarla un poco de la ilusión que tenía de llegar a lo más alto. Enfocarse tanto en la parte comercial la terminó sacando un poco de su carrera, pero ahí está, es un icono. Creo que de todas las deportistas femeninas del mundo ella es la que más dinero ganó.
Siguiente estación: Marcelo Ríos. Un loco y un genio.
Tenía mucho talento, yo le aprecio mucho, aunque la gente le da muy mala prensa. El jugador más profesional que yo entrené en mi vida creo que fue Marcelo Ríos, el más profesional. Si yo le decía que el entrenamiento empezaba a las 07:00, él aparecía a las 06:30. A las siete en punto ya estaba plantado encima de la línea preparando la primera bola, con 13 años. Y así fue hasta los 21 que estuvo con nosotros, era muy disciplinado
¿Y fuera de la pista?
Ahí tuvo episodios, los cuales daban cierta vergüenza ajena, pero le estimo mucho porque era muy buena gente. Hace unos años, uno de nuestros entrenadores cayó enfermo, esclerosis. En ese momento le pedí dinero a todos nuestros jugadores para su Fundación, todos me lo dieron un mes más tarde a través de sus Fundaciones; Marcelo me mandó el cheque al día siguiente. Tiene algo bello que la gente no ve.
O sea, que no estaba tan loco…
Era extremadamente ordenado en sus entrenamientos, la gente piensa que era un loco, que entrenaba poco y llegaba tarde a las prácticas, pero eso no es cierto. Fuera de la cancha sí, ahí sí que tuvo muchos episodios turbulentos.
Si te dicen que se retiraría sin ganar un Grand Slam, el que te hubieras vuelto loco serías tú.
Totalmente, era impensable. Sobre todo si pienso en aquel partido que jugó en Miami contra Agassi, esa final fue increíble, el juego que mostró fue espectacular, todos pensamos que iba a ser el próximo dominador del circuito. Después tuvo problemas personales y eso le desvió del camino, pero hubiera sido el mejor jugador de Sudamérica con mucha diferencia, pero no llegó.
De Marcelo Ríos a Pete Sampras. ¿Ese carácter tan reservado fue clave de su éxito?
Pete era todo lo contrario a Agassi. A uno le gustaba mucho la farándula, se juntaba con las estrellas de cine, hasta estuvo saliendo con Barbra Streisand. Mientras tanto, Sampras dedicaba todo su día a entrenar y a estar en su habitación, era una persona muy reservada, en todos los sentidos. Le gustaba entrenar el servicio a solas, no quería que nadie lo viera, eso le ayudó mucho a ganar tantos Grand Slams, se centró mucho en lo suyo.
Pese a ser uno de los grandes historias, la sensación es que nunca traspasó la barrera emocional. ¿Cómo era en persona?
Era muy callado, pero muy inteligente. Si tú decías algo y no estaba de acuerdo, solía ser muy sarcástico con su comentario, pero sin esperar que tú te rieras. Te daba una respuesta corta y te ponía en tu sitio rapidito, por eso la gente no se metía con él. Cuando alguno intentaba hacerle bromas, te soltaba dos palabras y todos agachaban la cabeza.
Normal que le gustase entrenar solo…
Le encantaba, lo hacía además a las 19:00 de la noche, cuando no había nadie alrededor. Ponía una bola en la esquina derecha del deuce y con el saque trataba de darle a esa bola, así durante horas. Yo sabía que no le gustaba, pero muchas veces intenté acompañarle. Un día me dijo: ‘Apostamos $100 a que le pego a la bola’. Le seguí el juego y le pegó a la primera. Ya no volví más.
Sampras y Agassi, el día y la noche.
Salieron los dos de la misma Academia, sus carreras estuvieron siempre ligadas. Agassi siempre decía que un jugador era tan bueno como era su segundo servicio, ese era su lema y por eso lo entrenaba tanto. Sampras decía que el tenis era el único deporte donde te dejan repetir una jugada dos veces, por eso si tenía la oportunidad de servir dos primeros saques, haría dos primeros saques. Fíjate la mentalidad tan diferentes de los dos, pero a los dos les funcionó muy bien.
¿Había rivalidad personal entre ellos?
La rivalidad fuerte empieza cuando ya son profesionales, aunque de niños ya eran iguales. No se hablaban, cada uno iba por su lado, jamás entrenaron juntos. Si uno entrenaba a las 08:00 de la mañana, el otro tenía que entrenar a las 10:00, nunca compartieron pista.
Solamente me queda una pelota que jugar: Jim Courier.
Con Courier lo curioso fue que, cuando llegó a la Academia, no era tan bueno como Sampras o Agassi. Recuerdo que fue a jugar Copa Davis con Estados Unidos, contra Perú, y en aquel momento iba Agassi de titular y Courier de suplente. André y Jay Berger ganaron sus partidos fácilmente, así que luego le tocó a Jim jugar contra Alejandro Aramburu. Le ganó 6-0 y 6-0, al ser de exhibición se jugaba a tres sets. En ese momento supe que ese tipo iba a jugar un montón.
Ganó su primer Grand Slam antes que el resto.
Nos pusimos objetivos a un año vista y los cumplió todos, ¡éste sí que era disciplinado! Él vivía muy cerca de la Academia, recuerdo que le gustaba tocar la batería para quitarse el estrés. De repente, un 24 de diciembre a las 23:00 de la noche empezamos a escucharle tocar. Pensamos que alguien había entrado y estaba usando sus tambores, pero al presentarme en el garaje y abrir la persiana me encontré con él. ‘¿Qué estás haciendo aquí un 24 de diciembre?’– le dije. 'Me estoy preparando para ganar Roland Garros'. Imagínate, era una persona muy metódica que siempre pensaba en grande. De todos los que tuve fue el más caballero y respetable, en todos los sentidos.
Esa rivalidad con Agassi le tuvo que hacer mucho daño.
El momento más duro fue el Roland Garros de 1991. Teníamos a Agassi y Courier, los dos en la final, entonces le dije a Nick que ese partido no lo podía ver en el estadio, que no se podía sentar en la grada porque lo iba a estropear, porque los jugadores se dan cuenta de todo. Cualquier gesto que tú hagas en medio del partido, ellos lo ven. Yo me fui a otra pista, pero Nick terminó yendo a la Philippe Chatrier… y para colmo se sentó en el box de Agassi. Ese fue el último día que tuvimos a Courier en la Academia. Me dolió muchísimo, hubiera sido genial quedarnos con los dos.
Las cosas de Nick…
Es que Nick no podía estar con dos a la vez, tenía que estar solamente centrado en uno. Luego le pasó lo mismo con Boris Becker, por eso perdió a Agassi. Cuando llegó Becker, quería que fuera Nick quien lo entrenara, entonces se salió André. Estuvieron durante muchos años sin hablarse, no sé si al final lo pudieron arreglar. A estos niveles, el entrenador es casi como un padre, de los 13 a los 21 años estuvieron juntos todos y cada uno de los días, al final se vuelven tus hijos. Cuando pasa una cosa así, personalmente les duele mucho.
Oye, ¿cómo está Nick?
Ya le están pesando los años, pero todavía es una persona muy lúcida, si hablas con él se entera de todo. Desafortunadamente, tiene un problema físico, aunque sigue siendo muy positivo, muy alegre, pero es evidente que está muy mayor. Es difícil ver tan desmejorado a una persona que durante toda su vida fue tan fuerte.
¿Cómo es ese momento en el que dejáis de trabajar juntos?
Yo acabé siendo dueño del 49% de la Academia junto a otro socio; Nick no. Entonces llegó una compañía y compró su parte, querían que nosotros vendiésemos la nuestra, pero nosotros no queríamos. Al final nos echaron y no nos quedó otra que volver a arrancar. Todo aquello lo hicimos nosotros, desde que nació el proyecto con unas pocas pistas de tenis hasta la Villa Olímpica que terminó siendo.
Y entonces formaste tu propio imperio, Altitude Academies.
Exacto, pero además de tenis también tenemos parcela de fútbol, golf, voleibol, colegio, etc. Trabajamos también junto a otra compañía haciendo máquinas de agua, trayendo el agua del medio ambiente y enfocada sobre todo para África. Lo último que hemos adaptado son grandes salones de vidrio, donde los jugadores puedan entrenar dentro a diferentes metros y niveles de altura o humedades, como si fueran cámaras de hipoxia. Hay varios equipos que cuentan con estas salas y somos nosotros quienes las diseñamos.
Entrenar bajo las condiciones de tu próximo torneo, me parece una maravilla.
Claro, la gente piensa que sirve solamente para trabajar en altura, pero también es útil para la humedad. Si ahora vas a jugar a Dubái, por ejemplo, allí hace mucho calor pero es muy seco. Esas condiciones son las que nosotros regulamos en las máquinas. Ahora mismo todos los equipos de fútbol americano y las universidades cuentan con estos sistemas, es una tecnología muy sofisticada.
¿Cómo será el tenis del futuro?
El tenis es cíclico, se está jugando tan rápido que pienso que vamos a terminar volviendo al saque-volea otra vez. Los jugadores tienen que empezar a ser más agresivos, a ir hacia la red, creo que el tenis se moverá en esa dirección. Lo más importante para evolucionar es que el tenis se una, no como ahora, donde hay seis organizaciones moviendo los hilos, esto no pasa en ningún otro deporte. Mientras esto no cambie, no podremos pasar al siguiente nivel.
¿Crees que sufriremos algún cambio drástico?
No me gustaría, pero creo que terminarán siendo todas las pistas de cemento, hoy en día el agua está muy escasa. Si tú vas a México verás que ya no construyen canchas de tierra batida. En golf pasa lo mismo, Tiger Woods hace tiempo que propuso que los campos dejen de ser de hierba y pasen a ser de arena. Por el problema actual con el agua, pienso que en el futuro todos los torneos serán en pista dura.
Vamos con la ronda rápida, Gabe. Sin pensarlo mucho, dime quién ha sido el tenista más trabajador que has entrenado.
Monica Seles, sin lugar a duda.
El más impuntual.
Xavier Malisse.
El más sensible.
Aquí no hay sensibles, los sensibles somos nosotros.
El más duro.
El más difícil de leer era Sampras.
El que nunca se daba por vencido.
Mary Pierce, había que matarla (risas)
El más talentoso que luego no cumpliera las expectativas.
Malisse. Tú le preguntas a Federer por el jugador más talentoso que vio y te dirá Malisse. Podría haber llegado al lugar que hubiera querido, pero le faltó disciplina.
El menos talentoso que luego llegó a tocar el cielo.
Todos pensamos en un principio que Courier no tenía tanto talento, aunque era muy buen atleta. Le faltaba tenis, pero nos sorprendió muy positivamente.
Con el que mejor relación guardas a día de hoy.
Seles y Courier.
El que tuvo un entorno más problemático.
Agassi, pero solo al principio. A Mary Pierce también le costó mucho con el papá.
El más fiestero.
Malisse, menuda pieza (risas).
El tenista con el que nunca tuviste dudas.
Nishikori. Cuando le vi en Japón nadie creía en él porque era muy pequeño, pero yo tenía claro que se metía arriba.
Un partido en directo que jamás olvidarás.
Cuando Agassi ganó Wimbledon, contra Ivanisevic, ese día fue muy especial. Pensé que me iba a dar un ataque al corazón. Recuerdo el nerviosismo del día anterior y escuchar que nadie daba un duro por André. Esa noche de antes no durmió nadie.
¿Quién es para ti el mejor jugador de la historia?
Federer, Nadal y Djokovic, por el tenis que juegan y la cantidad de años que llevan compitiendo. El tenis es algo muy sacrificado, ninguno tendría ya que seguir jugando, son los tres millonarios, pero ahí siguen dando su mejor esfuerzo. Lo que han hecho crecer a este deporte es impagable, será muy difícil volver a ver a deportistas así.
¿Pero quién es el mejor de los tres?
Es difícil [...] Por ser más joven, por su estilo de juego y por cómo se mueve sobre la pista, diría que Djokovic puede llegar más lejos. Nadal es un jugador mucho más físico, se desgasta más, llegará un día donde el cuerpo ya no le responda. Luego está Federer, que lo hace todo fácil y juega más bonito que ninguno, pero diría que Novak es el más completo de los tres.
¿Y en mujeres?
Lo tengo claro: Monica Seles. Ella jugaba mucho más que las demás.
Cuéntame una última de Seles, para terminar.
La primera vez que jugó contra Chris Evert tenía 14 años, era su primera temporada profesional y se enfrentaron en Delray Beach gracias a una WC que le dio el torneo. Monica perdió 6-3 y 6-3, salió de la cancha y me dijo: ‘Ya sé como juega, no me vuelve a ganar’. Era una niña, me impactaron mucho aquellas palabras, pero luego salió Chris de la cancha y me dijo: ‘Es increíble cómo juega, no le vuelvo a ganar’.