Hace un par de semanas, el mundo del tenis se llevó las manos a la cabeza por lo que Alexander Zverev hizo en Acapulco. El tenista terminó siendo expulsado del torneo, con una multa de 40.000 dólares y sin el prize money ni puntos del Ranking obtenidos esa semana. Quedaba a la espera, eso sí, de que la ATP aumentara esa sanción y había mucha gente que pedía un castigo ejemplar para el alemán, que se exponía a una expulsión temporal del circuito. Hoy, hemos conocido que, finalmente, entrará en un periodo de prueba de un año. La ATP perdió la oportunidad de marcar un antes y un después.
Desde luego, no tenía mejor oportunidad para establecer un castigo ejemplar y evitar que una situación similar ocurriera en el futuro. No eran pocos, incluidas personalidades importantes dentro del mundo del tenis, los que pedían un tiempo fuera para Sascha después de insultar gravemente al juez de silla y de amenazarle físicamente, golpeando la silla repetidamente con la raqueta. El tiempo de prueba es el mismo “castigo” que le impuso a Kyrgios, después de que el australiano no diera el mejor ejemplo con sus actuaciones en los torneos.
Zverev se va de rositas
En redes sociales, la gente se ha mostrado indignada ante lo benévolo del castigo. No es para menos. Los jugadores parecen tener manga ancha para hacer lo que quieran sin recibir ningún castigo. En el futuro, otro tenista podrá hacer lo mismo con la convicción de que sus actos serán perdonados y tendrá un aviso, sin recibir el castigo completo. ¿Injusto? Puede ser. ¿Son tratados igual los jugadores que los jueces de silla ante el incumplimiento de una regla? Parece que no.
Recordado es el caso de Damian Steiner, juez de silla argentino que arbitró la final de Wimbledon 2019 entre Federer y Djokovic. El umpire ofreció un par de entrevistas a medios de su país, tras aquella final, y, sin que dijera nada fuera de lugar, la ATP le expulsó del circuito al no haberles consultado previamente, ya que los jueces de silla no tienen permiso de hablar con la prensa sin aprobación previa. De esta forma, ante una falta al reglamento, un juez de silla ha recibido mayor castigo por una simple entrevista que un tenista por insultar y tomarla a raquetazos con la silla del árbitro.
Si yo fuese juez de silla, me sentiría bastante indignado por la diferencia de trato entre uno y otro, y es que el tenis sigue siendo el único deporte del mundo donde un insulto grave al árbitro no supone una expulsión inmediata, y donde los jugadores no reciben castigos ejemplares a pesar de cruzar la línea de forma exagerada. Porque puede que un juez de silla sea prescindible, al fin y al cabo, pero ciertos tenistas, como Zverev, son buenos para el negocio. Que siga el espectáculo, pues.
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