Emilio Nava, un crisol de identidades

Nacido en Estados Unidos, con sangre mexicana y afincado en España. De los mejores juniors de 2001, hoy busca dar el salto a la élite profesional.

Fernando Murciego | 15 Oct 2021 | 12.02
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Emilio Nava en la Academia Equelite de Juan Carlos Ferrero. Fuente: PDB
Emilio Nava en la Academia Equelite de Juan Carlos Ferrero. Fuente: PDB

Sabemos que uno de los grandes males del deporte es la memoria de la gente con los derrotados. “Nadie se acuerda del que pierde, solo del campeón”, esta es una frase que habrán escuchado cientos de veces. Sin embargo, a veces una derrota es el mejor impulso para madurar y remontar la situación. A Emilio Nava (California, 2001) no le gustó nada perder la final del Open de Australia Junior 2019, mucho menos perder la del US Open nueve meses después, pero él siempre tuvo claro que el talento estaba ahí, por encima de lo que dijeran un par de partidos.

Donde también sabían del talento por explotar del norteamericano fue en la Academia Equelite de Juan Carlos Ferrero, donde rápidamente movieron hilos para sumar a Emilio en su lista de jugadores. Esta semana, aprovechando el Alicante Ferrero Challenger, Punto de Break habló con un tenista de múltiple identidades: naciendo en California, de ascendencia mexicana pero con esa chispa española que ya no pasa inadvertida. Una combinación explosiva que seguro dará que hablar en el futuro.

Empezaste el año #700 y de esta semana sales casi #350 del mundo. Estos números los hubieras firmado en enero.

La verdad que la temporada está siendo muy buena, sobre todo si tenemos en cuenta que el año pasado apenas pudimos competir por el COVID. Intenté jugar unos 10-12 partidos en el último tramo, así que en 2021 nos marcamos un plan específico para subir de ranking, algo que hemos logrado. Estoy muy feliz con mi rendimiento, aunque todavía me falta por jugar un par de torneos en Estados Unidos.

Solo es tu segundo año como profesional, ¿notas el cambio?

Lo noto mucho, sí. Este circuito no tiene nada que ver con la etapa junior, aquí dejas de jugar con chicos de 17 años y empiezas a jugar con hombres, con profesionales de 27 años o más, todos ellos con muchas más experiencia. Rivales así son los que te hacen mejorar como tenista, te hace trabajar más duro para estar más sólido y más fuerte físicamente.

Aquí en Villena las cosas no salieron [derrota en primera ronda ante Hugo Grenier] pero estar cerca de tu gente tapa cualquier derrota.

Es como jugar en casa, aquí es donde vivo y hago todo. Me hace mucha ilusión y me genera mucha emoción jugar delante de todos mis amigos, me encanta.

Alcaraz, Ferrero, Carreño, Gimeno… ¿te hace mejor jugador estar cerca de ellos?

Seguro, entrenar aquí significa convivir con Carlitos (Alcaraz) o con Carreño, los ves entrenando o en el gimnasio y solamente con eso ya te lleva a esforzarte más, a querer trabajar más duro. Ellos ya están ahí arriba, así que los busco mucho para aprender, quiero estar también ahí.

¿Qué balance haces de tu etapa como junior?

Jugué muchos partidos, la verdad. Disputé la final del Open de Australia y del US Open en 2019, tanto en individual como en dobles. Me encantó todo lo que pasó en esos dos años, fue realmente divertido y mejoré mi tenis muchísimo.

Jugaste cuatro finales y perdiste las cuatro. ¿Te quedó esa espina?

Por supuesto, especialmente la final contra Musetti en Australia, donde perdí 14-12 en el tercer set, esa me dolió más que ninguna otra, pero me llevó a trabajar más duro y entrar en la pista al día siguiente con más ganas que nunca de mejorar.

De haberlas ganado todas, la presión sobre tus hombros hubiera sido altísima.

Puede ser. En 2020, mi primer año de profesional fuera de los junior, noté algo de presión, pero sin llegar al extremo. Si no ganaba los torneos, no significaba que no fuera a llegar, no llegó a ese punto. Estuve muy calmado, tranquilo, trabajando cada día y pensando que al final llegará mi momento. Totalmente enfocado en evolucionar.

En el último US Open debutase por primera vez en un torneo de Grand Slam… ¡y te toca Musetti!

Cuando vi el cuadro me empecé a reír (risas), pero son las cosas que tiene la vida. A ese partido entré muy feliz, queriendo exprimir la experiencia al máximo, pero Lorenzo juega un montón. Espero enfrentar otra vez contra él y que las cosas vayan mejor.

Hablando de la #NextGen, ¿le das muchas vueltas al ranking de cada uno?

Le damos vueltas, pero es normal. Por ejemplo, yo tengo 19 años y Carlos Alcaraz tiene 18… ¿cómo es posible que esté ya top50? Ahí es donde te das cuenta que cada jugador tiene su recorrido, ahora mismo estoy muy enfocado en lo que yo tengo que hacer. Imagino que el resto de compañeros estarán en esa misma situación.

Háblame un poco de tu historia familiar, aunque podríamos estar aquí varios días.

Mi padre compitió en atletismo en Seúl 1988 y mi madre jugó el cuadro de tenis en esas mismos Juegos Olímpicos. De hecho, se conocieron allí. Luego mi padre también corrió en Barcelona 1992. Tengo otros dos hermanos mayores que también juegan bien al tenis, aunque no me gusta mucho jugar contra ellos (risas). Dentro de casa se respiraba un aroma muy competitivo.

Y tu primo es Ernesto Escobedo, actual #178 del mundo.

También, la semana pasada estaba en Indian Wells, donde pasó la Qualy y ganó primera ronda contra Rune. Llegó a ser #60 del mundo y luego bajó un poco, pero ahora está volviendo poco a poco gracias a un nuevo entrenador. Nos vemos de vez en cuando en los torneos y nos damos ánimos, estamos muy unidos.

¿Es genético o tenéis algún secreto de familia?

No hay tantos secretos: trabajar duro y tener buena actitud.

Naciste en California, tienes sangre mexicana y vives en España. Menuda combinación explosiva.

Es una mezcla importante, tengo un poco de cada lado. Llevo ya dos años y medio en España, así que la genética del toro la tengo ya bien asimilada (risas). Me gusta, tengo incluso diferentes estilos de juego. De Estados Unidos tengo esa inercia de jugar mucho al saque/red y la volea, aunque ahora el estilo español está yendo hacia una variante mucho más agresiva. Intento llevar un poco de los dos.

En tu forma de ser, ¿qué país te representa más?

La verdad que me siento más americano, me encanta hablar en inglés con mis amigos y también en casa.

¿En casa también hablas inglés?

Mis padres me hablan los dos en español, pero yo les respondo en inglés (risas). En los últimos tiempos es verdad que cada vez hablo más el español.

O sea, que si algún día tienes la oportunidad de jugar la Copa Davis…

Estadounidense, cien por cien.

Vamos con la ronda rápida. Una superficie.

Pista rápida.

Un miembro del Big3.

Novak Djokovic.

¿Ganar un Grand Slam o ser Nº1?

Ganar un Grand Slam.

¿Ganar un Grand Slam o una medalla olímpica?

Ganar una medalla olímpica.

Un golpe.

Mi derecha.

Algo que mejorar.

La mentalidad, aunque un poco todo.

Un amigo dentro del circuito.

Carlos Alcaraz.

Un partido.

Contra Musetti en el Open de Australia. Lo perdí, pero siempre lo tengo de referencia para trabajar más duro.

Lo mejor del tenis.

La competición, que se acabe una semana y a la siguiente tener ya otro partido.

¿Y lo peor?

Que todas las semanas solamente hay un ganador, el resto son perdedores.

Un ídolo.

David Ferrer. Tengo una foto de él en mi casa y siempre que la miro me genera mucha inspiración. Era una bestia.

Una compañera de dobles mixto.

Serena Williams.

Un objetivo para 2022.

Llegar al top120, más o menos. Siento que es un reto muy grande, pero si seguimos trabajando lo vamos a lograr.