Alexander II de España
El alemán reconquista la Caja Mágica tres años después y suma su cuarto título de Masters 1000. Berrettini tuvo sus opciones, pero pecó de inexperto.


A falta de Rafa Nadal, bueno es Alexander Zverev. El alemán confirmó este domingo su buen papel durante toda la semana en el Mutua Madrid Open derrotando a Matteo Berrettini (6-7, 6-4, 6-3) y levantando su cuarto título de Masters 1000. Una final ajustada, de menos a más, con el italiano apretando y teniendo sus opciones, sobre todo después de la primera manga. Pero ganar un torneo así no es para todos, y estaba escrito que el de Hamburgo había aterrizado en la capital de España con un claro objetivo: dominar a todos sus rivales. Hoy ese dominio no fue tan contundente, pero al final la experiencia le sirvió para sellar el triunfo. Merecido, esperado y celebrado.
Llegaba la hora del partido y las encuestan no estaban muy claras. Vale, Zverev tenía más experiencia, finales y títulos en esta categoría, además del plus de haber inclinado días atrás a los dos mejores tenistas sobre tierra batida. Pero era Zverev, un hombre que sigue sin inspirar toda la confianza que debería en citas así, donde partía con cierto favoritismo sobre Berrettini. El italiano, por su parte, se plantaba en la última ronda sin hacer apenas ruido, pero su camino tampoco había sido amable. En sus garras habían caído Fognini, Delbonis, Garín y Ruud, cuatro hombres que si tuvieran que jugarse la vida a un solo partido, elegirían la tierra batida como superficie. Una vez más, la altura de Madrid confirmaba que este polvo de ladrillo y estas condiciones son diferentes a las demás. Por esto el cartel del domingo lo ocupaban dos gigantes de gran servicio y no otros de perfil más terrícola.
Ante esa igualdad que se preveía, solamente los detalles podrían decantar la balanza. Que los dos iban a sacar bien ya lo sabíamos. Que ambos huirían de intercambios largos, también. Lo que no esperábamos era que justo en el momento de la verdad, en ese instante donde la veteranía es más que un grado, sería Sascha el que fallara. Después de un parcial interminable, el tiebreak decidiría el dueño del primer asalto, un desempate donde Berrettini sacó el hacha para poner 5-0 de salida. Aquello estaba perdido, o eso pensamos todos. No para Zverev, dispuesto a no tirar la toalla de ninguna de las maneras. Pico y pala, no quedaba otra que ir sumando puntos sin regalar nada al rival. Paso a paso fue remando hasta darle la vuelta al marcador y llegar a tener una bola de set… pero Matteo la salvó con una de tantas derechas ganadoras. A continuación llegaría la sorpresa, aunque igual no tanta. Doble falta del germano con 8-8 tras un segundo saque a 226km/h. Inexplicable, pero el regalo situaba de nuevo a Matteo al borde del éxito. En el otro lado, Zverev sabía que el destino no le iba a perdonar este error.
La igualdad seguía siendo una realidad, pero ese mínimo detalle nos obligaba a actualizar impresiones sobre quién saldría hoy campeón. Por nivel de tenis no habría unanimidad, ya que ambos tenían sus armas, pero si Alexander no era capaz de aprovechar esa experiencia extra… entonces el de Hamburgo tenía un problema grave. Todo pasaba por una gran reacción en la reanudación, un paso al frente con el que marcar territorio y devolver a su rival a la tierra. Aunque esta vez, el objetivo sacarlo de ella, bloquear esa conexión tan efectiva del italiano con la arcilla madrileña. Durante los ocho primeros juegos no hubo noticias, volvieron a repetirse los mismos patrones y el mismo sendero hasta el 4-4. La diferencia era que Alexander tenía ya la mosca detrás de la oreja, temiendo que un nuevo error le dejara también sin el segundo set y, por lo tanto, sin el título. Al final, si Mahoma no tiraba de galones, sería la montaña la que tenía que pecar de inexperto. Esto traducido al lenguaje tenística se representa con una doble falta del romao para regalar el break con 5-4 al hombre que mejor llevaba sacando toda la semana. Nos íbamos al tercer parcial.
Ganó el mejor, el más preparado
Después de dos horas de partido, la conclusión del encuentro daba para varias reflexiones. La primera, la más crítica, una comparación inevitable entre cómo eran las finales entre los miembros del Big4 y cómo son las de hora. No hace falta ni comentar. La segunda, quizá para generar algo de debate, la de pensar que la final buena era la de ayer, entre Barty y Sabalenka. La cuestión es que el desenlace estaba siendo un poco frío, dejando mucho que desear, pero el trofeo requería de un campeón, aunque ninguno estuviera brillando con luz propia. La dinámica del encuentro y el giro de guión se fueron finalmente con Alexander para darle oxígeno y recordarle que hoy, aunque en deporte nunca se sabe, estaba casi obligado a ganar. Tumbando al tercer top10 de manera consecutiva y reconquistando la Caja Mágica tres años después. El puño del alemán surcó por fin el cielo (techado) de Madrid, cerrando así un viaje sobresaliente antes de afrontar Roma y Roland Garros.