
Novak Djokovic es hoy uno de los hombres más felices del planeta. Uno de sus máximos objetivos como competidor siempre fue asegurarse el récord de semanas como número uno del mundo, un hito que pareció irrompible cuando Roger Federer firmaba su 287º semana en la cima. Años después, el serbio consigue mirar a todos desde arriba, lo que resulta un momento perfecto para pararse a reflexionar cómo ha llegado hasta ahí. Y en ese camino entran cuestiones tan interesantes como sus inicios en una Serbia marcada con la guerra o su perenne rivalidad contra dos de los mejores jugadores de la historia. De todo ello y más habló el número uno en una entrevista exclusiva con NDTV.
- Sensación tras conseguir el récord: "Este logro es algo con lo que he soñado desde que era un niño, desde que empiezas a jugar al tenis, es una especie de homenaje al amor que tengo por este deporte. Espero poder seguir a este nivel, ya que mi deseo por seguir formando parte de este mundo sigue ahí. No siento que esto sea un éxito únicamente mío, debo hacer mención al amor y la fuerza que me brinda mi familia, mi equipo de trabajo o mi país: han sido cruciales para conseguir todo esto. Creo que todavía no alcanzo a entender al 100% todo lo que esto significa, en parte soy todavía ese niño pequeño con una raqueta en la mano que no puede esperar a jugar el próximo torneo, a hacer el próximo viaje. Al mismo tiempo, ser parte de la historia de un deporte que amo es un privilegio absoluto, algo con lo que siempre soñé y que respeto muchísimo, me siento muy feliz".
- Los inicios de su camino en un país como Serbia: "Creo que todos pasamos por ciertas dificultades a lo largo de nuestras vidas. Mi camino no ha sido nada fácil, está claro, pero de algún modo me ha hecho más fuerte. Tuvimos dos guerras diferentes en los 90, pasamos por bloqueos, crecer en un país marcado por la guerra fue un desafío. Sobre todo lo fue para mis padres: ellos son quienes tuvieron la responsabilidad de criar una familia y eso no era nada fácil, no era fácil decirle a mis padres que me apoyasen en un deporte que es bastante caro y en el que apenas había tradición en nuestro país.
Me hizo estar aún más motivado para lanzar un mensaje, para representar a mi país a través del deporte, que utiliza el lenguaje universal del amor, la paz y la alegría. Cuando en 2011 gané en Wimbledon y conseguí ser por primera vez número uno del mundo, volví a mi país, y lo que viví en las celebraciones con mi gente fue algo que recordaré siempre. Creo que aquello me impactó hasta el punto de pensar por primera vez que lo que estaba haciendo no era únicamente por mí, sino que iba más allá de eso, que hay un país detrás mío que de algún modo quiere que dé mi mejor nivel".
- El tenis serbio en la actualidad: "Los últimos 15 años han sido muy exitosos para el tenis serbio. Nuestro país siempre ha cuajado grandes resultados en más bien deportes de equipo, como el voleibol o el baloncesto. El tenis nunca fue un deporte demasiado popular, muchos padres no tenían los suficientes recursos para financiar a sus hijos, no existía un sistema que permitiese a muchos jóvenes brillar y tener facilidades. Ahora todo eso está empezando a cambiar, en los últimos diez años hemos tenido cuatro números uno: dos número uno femeninas, Ana Ivanovic y Jelena Jankovic, un número uno en dobles con Nenad Zimonjic y mi caso. Es complicado explicar cómo ha surgido tanto éxito porque no teníamos un sistema que nos apoyarse, es en cierto modo irreal, pero este es uno de esos momentos que debes abrazar y que te debe servir como rampa de lanzamiento de cara al futuro. Yo siento una enorme responsabilidad con respecto al deporte serbio, responsabilidad para pasar mis conocimientos a la próxima generación".
- Elegir un momento que le hiciese pensar que podía llegar a igualar a Nadal o Federer: "El primer gran momento en el que pensé que podía pelear por ganar grandes títulos o llegar al número uno fue en 2008, cuando gané el Open de Australia. Me abrió muchas puertas, pero me costó muchísimo conquistar Grand Slams durante tres años por culpa de Roger y Rafa. Me ganaban casi todos los partidos importantes. Ambos me han hecho más fuerte, me han hecho mejor jugador, me han hecho darme cuenta de mis debilidades y qué necesitaba para sobrepasarles, para empezar a ganar en los grandes torneos.
Probablemente al principio de 2011 sí que di mi gran salto: gané mi segundo Open de Australia y cumplí mi sueño de la infancia, ganar Wimbledon, comer hierba de la Pista Central, algo que siempre quise hacer (risas)... Sentí que podía ser igual a estos dos tipos. Antes de aquel año me daba un poco de miedo pensarlo, interiorizar que podía ser igual a ellos, pero cuando empecé a conseguir grandes torneos me lo creí y me di cuenta de que podía competir con ellos.
A mí me es imposible poder elegir una rivalidad entre las dos porque siempre he tenido que medirme a ambos. Han sido tan consistentes a lo largo de los años, tan dominantes... creo que no ha habido una pareja que se haya enfrentado tantas veces como Rafa y yo, y contra Federer he jugado en casi 50 ocasiones. Tienen dos estilos tan distintos, dos formas de comportarse dentro y fuera de la pista tan diferentes, que siempre he tenido que ajustar mi tenis en función de con quién me enfrentase. Al principio de mi carrera probablemente no sentía esa gratitud, me ganaban tantas veces que pensaba que igual me gustaría formar parte de una época distinta (risas), pero hoy en día puedo decir que sin dudas me siento afortunado de haber compartido era con ellos: me han hecho ser el jugador que soy hoy".