En el tenis de hace varios años, los grandes jugadores ya habían conquistado torneos importantes a la edad de 22 años. A la edad de 19 ya se habían mostrado en los mejores escenarios, amasado victorias de mérito y quizás haber conquistado algún título de menor enjundia. En el tenis actual, sin embargo, los jugadores experimentan momentos diferentes de su carreras y estas edades aún se consideran jóvenes, aún en proceso de cocción. En Argentina se está cociendo una generación de jugadores espectacular: dos de ellos llevan la misma sangre, pero no pueden ser más distintos en la pista. Ellos son Juan Manuel y Francisco Cerundolo.
Ambos disputan el ATP 250 de Córdoba, en casa, aunque sus caminos hacia el cuadro principal también han sido totalmente diferentes. Francisco ingresó gracias a una merecida invitación del torneo, gracias a un final de 2020 esplendoroso que continuó la semana pasada en Concepción (alcanzó la final en el Challenger chileno, perdiendo en la final ante Sebastián Báez; de él también hablaremos pronto...). Hasta ahora, el mayor de los Cerundolo había caído derrotado en sus dos intentos previos de conseguir su primera victoria en el circuito. Una victoria ante Gianluca Mager en tres trabajados sets le dio la más que merecida recompensa al sacrificio de muchas temporadas.
Y es que Fran no ha dejado de mejorar desde que ha explotado. Le costó salir del cascarón, alternando momentos de irrregularidad con buenas victorias, pero la pandemia le dio el empujón que necesitaba. No hay mal que bien no venga, deberán pensar muchos: desde la vuelta del circuito, Cerundolo se apoderó de los Challenger con mano de hierro, conquistando su primer torneo de esta categoría en Split y reverdeciendo laureles en Guayaquil y Campinas. Su progresión se daba a ritmo vertiginoso, basada en cualidades que se asemejan al prototipo de jugador del 'nuevo tenis'.
El mayor de los hermanos ejerce un poderío tremendo en tierra, pero su juego es trasladable a otras superficies. Su capacidad de acelerar la bola es sencillamente tremenda, desbordando a sus oponentes con golpes planos y potentes. Fran se planta en el centro de la línea de fondo, no pierde pista y arrolla como un tráiler a rivales que no pueden competir con su velocidad de bola. Su complexión física, de brazos y hombros anchos, así se lo permite. Es él quien dicta en todo momento el juego, repartiendo estopa y apuntando a los lados de la pista que ha seleccionado previamente.
Por momentos es un juego arrollador, aunque también sufre de ciertos altibajos a lo largo del duelo. A veces un tenis así, de tanto riesgo, puede darte la espalda, pero la realidad es que su estilo de juego parece muy adaptable a las pistas duras. En el tenis de hoy en día, donde las diferencias entre superficies son menores, el prototipo de jugador que encarna el argentino tiene todas las papeletas para triunfar. Eso sí, hay un aspecto de su juego del que no saca ningún rédito, una asignatura a mejorar que le ayudaría a dar varios saltos: el saque. Inconsistente, con problemas en la continuación y con poca potencia para lo que es el resto de su tenis. Una vez lo mejore, será el tenista más completo de la cantera argentina.
Si Fran llegó con una invitación, Juan Manuel se lo ha trabajado en el mismo lugar donde redescubre sus límites. Con apenas 19 años y fuera del top-300, el bonaerense se encuentra ya en los cuartos de final. Es una historia de cuento de hadas, un éxito que solo podía ocurrir en casa, en esa arcilla donde su juego se vuelve un jeroglífico indescifrable. Tras dejar fuera del torneo a Seyboth Wild en primera ronda, Juan Manuel batió a Miomir Kecmanovic, cuarto cabeza de serie y pupilo de David Nalbandián, en un partido donde exhibió todas sus facultades, encapsuladas en las más de dos horas de duelo.
Al tener tres años menos, su juego debe pasar aún por un proceso evolutivo enorme, pero con echar solo un vistazo te das cuenta de que Juan Manuel no tiene nada que ver con su hermano. La primera y principal diferencia es que es zurdo... y esto lo cambia todo. Si Fran arrasa a su rival con golpes potentes, Juan busca la colocación y la incomodidad del adversario. Sabe que no posee mucha potencia, así que lo contrarresta con un tenis puro de tierra batida, un tenis más parecido a lo que veíamos hace 20 años en el circuito. Los globos defensivos forman parte de su repertorio y sabe cuándo lanzarlos para despistar al rival, los ángulos que crea con su golpe de derecha son una gozada y las acciones defensivas que firma son de sobresaliente.
Así, como una hormiguita atómica, Juan Manuel acaba cansando a sus adversarios, haciendo el máximo uso de sus armas, trabajando desde una situación totalmente distinta a la de muchos de sus coetáneos. Su derecha, su saque, su revés... todo parece heterodoxo, pero todo encaja en un tenista que tiene la etiqueta de 'distinto'. Hablando con La Nación, el padre de ambos, Alejandro 'El Toto' Cerundolo (también fue tenista profesional) dio una descripción bastante concisa de lo que es Juanma con respecto a su hermano.
"Juan Manuel es un orfebre, entiende el juego muy bien, todavía es delgado. Le digo Hannibal Lecter porque les come el cerebro. Si jugara en los 80 o los 90 sería 50º del mundo. Hoy la bola va muy rápido, el juego es muy físico. Él está creciendo. Lo de Fran sigue siendo muy bueno, tuvo un ascenso vertiginoso en los dos últimos años". Toca estar muy pendiente de dos hermanos que quieren poner la bandera argentina en muchísimos lugares del mundo. Empezando por su Córdoba natal.