Se suele decir que la carrera del tenista profesional es corta, casi efímera, que el tiempo apenas te da margen para disfrutarlo, ni siquiera tras la retirada. Menos mal que hay historias de ida y vuelta que confirman que cada jugador es una película distinta, así que hoy contaremos la de Vera Zvonareva. Bueno, la contará ella misma a través del fantástico blog Behind the racquet, donde relata el golpe que supuso perder a su abuela al principio de su trayectoria profesional y la importancia que tuvo su familia en la decisión de volver a las pistas siendo ya una veterana. En 2021, con casi 37 años, la rusa todavía no ha dicho su última palabra.
“Mi mamá siempre fue trabajadora, así que pasé la mayor parte de mi infancia con mi abuela. Ella me llevaba a la escuela y a entrenar todos los días, ya que era peligroso viajar sola. Vivíamos en la zona sur de Moscú, tardábamos hora y media de viaje por la ciudad hasta el destino. Recuerdo que mi abuela estaba envejeciendo y ya le costaba caminar de una para del autobús a otra, así que un día le dije a mi madre: “No sé si es mi abuela ya la que me lleva cada día a entrenar o soy yo la que lleva a mi abuela.
“Cuando tenía 19 años, mi abuela falleció durante una serie de Copa Federación en Rusia. Mi madre no sabía cómo decírmelo, así que no lo supe hasta dos días después. Cuando me enteré de la noticia, estaba con mi equipo en el hotel. Estaba todo programado para enfrentarnos a Francia en la final y a mí me tocó disputar el partido definitivo de dobles. Sabía que mi abuela me estaba cuidando desde el cielo, así que quise jugar por ella. Si tenía éxito, sabía que ella sería muy feliz. Pensar en ella durante aquel encuentro me hizo mucho más fuerte, me hizo luchar por cada punto. Por suerte ganamos y así levantamos el primer título de la historia para Rusia en Copa Federación.
Luego pasé rápidamente del circuito junior al circuito profesional. Con 18 años gané mi primer evento de 50K en Napoles y así entré al top50. Podía pagarme mis gastos, lo cual fue útil porque mis padres no hubieran podido hacerse cargo. En 2009 gané Indian Wells y luego me lesioné del tobillo, tuve que operarme, pero pude recuperarme y volver a competir. Al año siguiente alcancé mi mejor ranking, número 2 del mundo. Dos años después sufrí una lesión de hombro y tuve otra cirugía. Traté de regresar a la cancha pero solo podía sacar a mitad de velocidad.
El tendón de Aquiles también me dolía, por lo que cada vez era más complicado desplazarme. Ya no podía ser competitiva, así que no quería jugar si mi ranking iba a descender cada semana. Dejé de jugar, decidí casarme y formar una familia. Nos mudamos a un nuevo apartamento e hicimos una exhibición con todos mis trofeos. Ahí me di cuenta de que había logrado mucho más de lo que nunca hubiera soñado, así que me sentí satisfecha. Tuve la oportunidad de relajarme y procesar todo mi tiempo en la gira.
En algún momento empecé a extrañar el tenis. Después de ser madre, decidí volver al circuito. Mis lesiones mejoraron y pensé en entrenarme por mi cuenta. Nunca pensé en volver a competir, pero disfrutaba tanto con el tenis que decidí desafiarme. Empecé a jugar de nuevo y, a día de hoy, todavía sigo disfrutando de este viaje. Actualmente estoy en el puesto 164 del ranking, me siento diferente que antes, pero sé que es mi trabajo. Ahora mi familia es mi prioridad, si me piden que vuelva a casa siempre elegiré a mi familia por encima del resto de cosas. Por ahora están contentos de que vuelva a competir y que además tenga grandes resultados. Todavía puedo jugar un buen tenis y disfrutar del desafío”.