Zverev suspende el examen de Djokovic

El serbio se pone serio en su tercer partido y accede a semifinales de las ATP Finals por novena vez en su carrera. Dominic Thiem será su rival mañana.

Fernando Murciego | 20 Nov 2020 | 16.58
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Novak Djokovic, a semifinales. Fuente: Getty
Novak Djokovic, a semifinales. Fuente: Getty

Novak Djokovic capturó el último billete en juego para las semifinales de las Nitto ATP Finals 2020 después de superar a Alexander Zverev este viernes en dos mangas (6-3, 7-6). Un partido frío, como la mayoría en estas condiciones, donde el balcánico fue mejor de principio a fin, aunque tuvo que apretar los dientes para cerrar el compromiso. Mañana le esperará Dominic Thiem en una batalla muy distinta, donde sí necesitará la agresividad e intensidad que quizá no tuvo hoy. Por el otro lado del cuadro, Rafael Nadal y Daniil Medvedev se medirán en busca de la otra plaza hasta la final.

Todavía no nos habíamos recuperado del duelo a muerte entre Nadal y Tsitsipas cuando el programa nos invitaba quince horas después a otra batalla cargada de tensión. Dos maestros del pasado compartiendo pista luchando por un objetivo claro, sin matemáticas de por medio: quien ganase estará en semifinales. Era fácil de entender, no tanto de afrontar. Por un lado llegaba un Djokovic cargado de dudas, sobre todo las que le dejó su último choque con Medvedev, quien pasó por encima de él. Al otro lado, un Zverev que todavía no había brillado esta semana, pero que es tan bueno que le da para llegar vivo a los últimos metros de la carrera. Es sí, para seguir avanzando casillas tendría que tumbar al Nº1 mundial, un examen que no todos pueden pasar.

El encuentro se rompió demasiado rápido, en apenas diez minutos ya dominaba el de Belgrado por 3-0. Empiezas frío, un par de errores y te cuesta el set. Un patrón que llevamos viendo décadas en este deporte, un ritual del que no se escapan ni los mejores. Alexander no estuvo fino en el arranque y, aunque luego fue poco a poco ganando temperatura –incluso tuvo un par de bolas de break en el séptimo juego–, el destino dijo que ese primer asalto ya tenía nombre y apellidos. Faltaba cerrarlo y eso es algo en lo que Djokovic pocas veces falla. Sin brillantez, pero con la solvencia y el equilibrio de los mejores días, el balcánico sellaba la primera manga y empezaba a soñar con alargar un día más su estancia en Londres.

El secreto de Nole esta tarde fue la paciencia, el sosiego, el ralentí con el que compitió todo el partido. Hoy era un día para prolongar los puntos, madurar cada intercambio, enfrascar a Sascha en un encuentro plomizo, pesado, donde cada bola supusiera un verdadero esfuerzo. El alemán prefería ir a otra velocidad, pero no podía. Si quería ganarle los puntos tenía dos caminos: aceptar ese juego, o arriesgar más de la cuenta. Entre una cesta y otra fue poniendo sus opciones el de Hamburgo, logrando de vez en cuando oportunidades de ruptura, pero sin llegar a conquistarlas por falta de confianza y serenidad. La puerta estaba abierta pero nadie la cruzaba. Y claro, cuando te quedas una y otra vez a un escalón de distancia, es normal terminar perdiendo los nervios.

Eso reflejaba la cara de Zverev, buscando soluciones con miradas furtivas a su equipo de trabajo en vez de en su propia raqueta. Estaba desquiciado, no conseguía despegar, pero el marcador no espera a nadie. Con 2-2 en el segundo set, Djokovic vio a su rival más vulnerable que nunca, lo pensamos todos al verle cometer dos dobles faltas consecutivas. Así llegaron dos bolas de break, parecían definitivas, pero el teutón se escapó vivo. Aquello bien podría ser un punto de inflexión, como podría ser la prueba fehaciente de que el partido se metía en su etapa más cruda, esa donde la experiencia vale más que cualquier otro factor.

Djokovic, novena vez en semifinales

Efectivamente, el partido perdió mucho en calidad, pero ambos se hicieron gigantes con su saque. Sobre todo el alemán, quien empezó a engrasar la maquinaria con el servicio y apenas dio opción a la sorpresa. Djokovic le seguía el ritmo, aunque sin herramientas para lograr esa pequeña ventaja que le sirviera de impulso hasta la victoria. Esta vez, habría que esperar a la muerte súbita para decantar la balanza.

Habiendo llegado tan al límite, después de tres partidos y sin haber podido mostrar su mejor versión en ninguno de los tres, iba a ser casi imposible que Zverev lograse rendir sobre el alamabre con la maestría de los grandes campeones. Hace dos años lo hizo todo perfecto en aquella gloriosa final ante el serbio, no pudimos ponerle ni un pero. Esta vez, su tren ni siquiera llegó a pasar. El serbio empezó 0-2 abajo en el tiebreak pero ni eso consiguió asustarle. Pico, pala, remontada y a semifinales. Mañana le espera Thiem.