Carlos Moyá es sin lugar a dudas uno de los motivos capitales de la resurección tenística de Rafa Nadal a partir de 2017. En su periodo más oscuro, tras acumular dos ediciones de Roland Garros sin el título en las manos, el amigo pasó a ser el mentor y trajo luz al juego del manacorí. Nadal recuperó la frescura, implementó mejoras tácticas para acortar los puntos y reservar energía y a esas decisiones le siguieron el éxito en todas sus formas: la vuelta al número uno y una cantidad de Grand Slams que ahora ponen la cuenta en 20.
Eso sí, este último Roland Garros no se parece en nada a victorias pasadas. Se ha producido en mitad de una pandemia mundial que paralizó el circuito desde marzo hasta septiembre, un margen de tiempo lo suficientemente grande para resquebrajar cualquier plan inicial sobre la temporada 2020. Rafa y su equipo renunciaron a jugar en Nueva York, beneficiados por el cambio en el ranking de la ATP, y prepararon todos sus esfuerzos en la conquista sobre la tierra de París. No fue un proceso fácil, tal y como detalla el propio Moyá en una entrevista para ABC.
"Está claro que ha sido un año muy atípico para todos. Esto se debe a bastantes factores: el factor mental, de adaptación, tratar de llevarlo todo lo mejor posible y la capacidad para superar los malos momentos. Hemos vivido malos momentos durante estos meses, pero siempre tuvimos claro cuál era el objetivo, cuál era nuestra meta, y la priorizamos por encima de todo". ¿A qué se refiere exactamente Moyá? ¿Cuál era el principal mandato antes de la llegada de Roland Garros?
"Hemos conseguido nuestra meta, que no era otra que volver a traer al Rafa de antes. Conseguir un Rafa competitivo, que disfrutase del tenis". Y todo esto, como bien dice Charly, no siempre ha sido así. En especial cuando estás inmerso en una situación inédita a nivel mundial. "La gente que no ve el día a día no es consciente de lo que han sido todos estos meses. No han sido nada fáciles. Lo hemos conseguido en base a mucho trabajo, a pesar de que el día a día no era nada fácil. Además de su cabeza teníamos que lidiar con la situación que ha afectado a todo el mundo".
Los primeros meses de la pandemia fueron durísimos a nivel mental, con un Nadal que perdió algunas de las rutinas que le caracterizan. Para alguien cuyo éxito se basa en ser metódico a niveles casi inimaginables, un cambio así es realmente notable. "Mientras no tuviésemos claro cuándo ibamos a volver, dimos prioridad a recuperar a Rafa de cabeza. Si un día no queríamos entrenar, no lo hacíamos; si un día quería entrenar 15 minutos, entrenábamos 15 minutos. Le dimos tiempo y él se fue dosificando para que pudiese hacer todo por fases. Una vez supimos el calendario, ya nos adaptamos para estar preparados".
A pesar de la situación, si algo tenían claro Moyá y compañía es que independientemente de las condiciones, la preparación, las bolas, los rivales... la confianza en su pupilo era ciega. "Siempre hay dudas, sobre todo en los malos momentos, pero desde fuera ves que es Rafa. Confías ciegamente en él, en su coraje, en su valentía y en que de una forma u otra lo sacará adelante. Así ha sido, ha ido sumando poco a poco hasta ver que iba por el buen camino". Y este camino incluye, como dijimos antes, el jugar únicamente la gira de tierra batida, concentrando sus objetivos en Roland Garros.
"Es arriesgado jugártelo todo a una carta, pero en ese momento seguimos el instinto: creíamos que la cabeza de Rafa dictaba eso y que era la mejor opción. Luego, el camino hacia la final no ha sido en el que más ha sufrido, ni mucho menos, pero el camino al torneo sí que ha sido el más atípico. Fuimos un poco a ciegas, pero si te das cuenta de todo lo que trabaja día a día, te das cuenta de que todo lo que ha conseguido Rafa es merecido". No podría tener más razón Charly, desde luego.