Nadal y Montecarlo, una historia de éxito infinito
Recorrido por la trayectoria del balear en torneo donde ha cuajado encuentros memorables. Su balance es de 71 triunfos y 5 derrotas.


Suele decirse que hazañas deportivas como las conseguidas por Rafael Nadal solo podrán ser valoradas en su justa medida cuando pase el tiempo y todos nos demos cuenta de la dificultad verdadera que tendrá si quiera aproximarse a sus registros. El español está en la pelea por ser considerado el mejor tenista de la historia, pero de lo que nadie tiene duda es de que es el mejor sobre tierra batida de todos los tiempos, los pasados y quién sabe si los futuros. Desde luego, resulta complicado pensar en algún mortal que sea capaz de dinamitar los registros de un Rafael que, en caso de que el coronavirus no se hubiera interpuesto en el camino, estaría en Montecarlo preparando su asalto a un posible duodécimo título.
Pocos lugares existen en el planeta donde Rafa se sienta más cómodo. La idílica estampa de la Pista Central del Masters 1000 Montecarlo, al borde del mar, se ha erigido en un hábitat natural para el español, que aterrizó por primera vez allí en 2003. Con apenas 16 años, hizo su presentación en sociedad ganando en segunda ronda a todo un top-10 como Albert Costa (séptimo del mundo en esos momentos), después de inaugurar su casillero de triunfos ante Karol Kuçera. En la tercera ronda no pudo con Guillermo Coria, que ya veía lo que se avecinaba para los siguientes años pero pudo sujetar el caudal de tenis de un Rafa aún inexperto y falto de madurez física.
A partir de ahí, y tras no acudir a la edición del 2004, la construcción de imperio inexpugnable. Nadal encadenó 46 partidos seguidos ganados en Montecarlo. Sí, 46, nada más y nada menos. Conviene degustar este dato para hacerse a la idea del alcance del mismo, que se materializó en ocho títulos consecutivos. En 2005 se recuerda la final a cuatro mangas frente a Coria, mientras que en el 2006 se produjo un duelo apoteósico ante Roger Federer, resuelto por 6-2 6-7 (2) 6-3 7-6 (5). En los torneos de 2007 y 2008 no dejó escapar ni un solo set, mientras que en 2009 Djokovic avisó de lo que vendría después, al arrancarle una manga en la final. La edición de 2010 fue la más autoritaria de Rafa.
Dejó escapar tan solo 14 juegos en todo el torneo, infligiendo un duro castigo a Fernando Verdasco en la final al vencerle por 6-0 6-1. En 2011 apabulló a todos sus rivales, dejando ir tan solo un parcial contra Andy Murray, mientras que en 2012 volvió a levantar el trofeo sin haber cedido ni un set y con una sensaciones de poderío difícilmente equiparables a cualquier otro tenista en la historia, ganando por 6-3 6-1 a un Novak Djokovic que llegaba como número 1 del mundo. La racha tocó a su fin en 2013, en la que supuso única derrota sobre tierra batida del español en aquella temporada. Nadal sufrió ante Dimitrov y Tsonga más de lo previsto, y no pudo imponer su autoridad ante un Djokovic inspirado, que meses más tarde, se quedó muy cerca de imponerse al español, en aquel mítico 9-7 en la quinta manga para el balear.
En 2014 y 2015, Rafa llegó sin mucho ritmo competitivo ni confianza, después de haber experimentado problemas físicos. Cedió ante David Ferrer 6-7 (1) 4-6, en cuartos de final, y frente a Novak Djokovic por 3-6 3-6 en semifinales, respectivamente. En 2016 encontró un balsámico triunfo, imponiéndose a Murray en semifinales y Gael Monfils en la final, mientras que en 2017 y 2018 regresó su versión más sobresaliente y autoritaria. El último episodio todos los recordamos; esa derrota ante Fabio Fognini que se entendió cuando pasaron las semanas y quedaba claro que a Rafa le pasaba algo a nivel mental. Se recuperó con extrema solvencia y rapidez para levantar otro título de Roland Garros.
El Principado anhela la compañía de su Rey y tendrán que esperar al 2021 para volver a presenciar el espectáculo manifiesto que implica ver a Rafael Nadal sobre el albero monegasco. Por el momento, el único consuelo que queda es rememorar sus hazañas de pasadas temporadas y empaparnos de las gloriosas páginas que ha escrito, escribe y seguirá escribiendo el español en la historia del tenis. Mirar atrás para valorar todo lo hecho y encarar el futuro con energías renovadas. Pronto todo volverá a ser como antes o quién sabe si incluso mejor. En lo que respecta al idilio de Nadal con Montecarlo, es difícil penar que se pueda mejorar.