Gala León, una superviviente del tenis

La española rompe su silencio en esta entrevista cinco años después de su triste episodio con la Copa Davis. "Me tuve que levantar de una depresión".

Fernando Murciego | 12 Apr 2020 | 11.45
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Gala León en su etapa como jugadora. Fuente: Getty
Gala León en su etapa como jugadora. Fuente: Getty

A lo largo de estos últimos cinco años, más de uno se habrá hecho esta pregunta: ¿Qué fue de Gala León? Los más jóvenes la recordarán por su breve paso por la capitanía de la Copa Davis en 2015, aunque nunca se llegó a sentar en la silla. Los veteranos, más allá de aquella etapa, recuperarán antes su fotografía dentro de la pista, donde estuvo compitiendo quince temporadas como profesional. Las dos realidades pertenecen a una misma Gala León (Madrid, 1973), la misma que decidió apartarse de la prensa, incluso del mundo del tenis, para reciclarse y curar sus heridas.

Aquellos nueve meses fueron más dolorosos que un parto y no solo por el desenlace, también por el trayecto. Sin embargo, la relación de Gala León con el tenis no se resume únicamente en aquel lamentable episodio, va mucho más allá. El mundo de la raqueta la marcó para siempre, aunque actualmente es el pádel la que la mantiene activa. Su vuelta al tenis es casi una utopía, aunque todavía le sale una sonrisa recordando sus inicios. Y lo más importante, después de tanto tiempo en silencio, donde llegó a sufrir depresión, la vida le dio la oportunidad de crecer como persona y encontrar la felicidad. Desde este nuevo registro, la madrileña levanta el teléfono para atender a Punto de Break y visitar a algunos fantasmas del pasado.

¿Te imaginas esta cuarentena estando en activo?

No te creas, hace cuatro meses que me puse a jugar al pádel y estaba haciendo mogollón de deporte. Jugué un par de torneos de broma, hasta que al final me liaron para hacerlo de seguido. Era una manera también de obligarme a entrenar, adelgacé varios kilos, hasta que llegó el coronavirus y lo paró todo.

Ojo con el pádel, como te pique el bichito…

No tiene nada que ver. Yo más que jugar, lo que hago es competir muy bien, la diferencia real la marcan tenistas como Marta Marrero. Tú la ves jugar, entrando como un camión hacia delante, en los momentos importantes nunca se arruga, es la que mejor compite de todas con muchísima diferencia. Cuando tú has competido a un nivel alto de tenis en categoría individual, solo compitiendo y entrenando ya consigues meterte. Al tenis, sin embargo, no todo el mundo puede jugar.

La vía del pádel suele ser bastante socorrida para los tenistas retirados.

Yo soy tenista, sigo siendo tenista y prefiero el tenis antes que el pádel, eso es indiscutible. Pero claro, con el tenis hay dos problemas: primero, es difícil encontrar alguien con quien jugar; y segundo, el físico. Antes la pista la veía pequeña, ahora la veo tan grande que me da hasta pereza. El tenis hay veces que lo podría ver como un trabajo, todo lo contrario que el pádel. Ahora mismo lo que busco es divertirme y el pádel, al ser tan social y menos físico, me lo proporciona.

Sigo siendo tenista”. Explícame esto.

Es un deporte que me ha dado tanto… también me ha quitado, pero me ha dado mucho más. El que es tenista muere siendo tenista, aunque por el camino se distraiga con otros deportes. Al ser algo que se te ha dado bien, lo llevas siempre dentro, no se puede renegar de ello.

Tuviste quince años de carrera profesional, jugaste todos los Grand Slams varias veces, llegaste a ser top30 del ranking y ganaste un título oficial. Haciendo un balance rápido, ¿qué te llevas de todo ese viaje?

Yo me lo pasé muy bien en el circuito, pero he de reconocer que es una vida muy solitaria, muy dura. Imagínate una época de exámenes con gente muy estresada, pues nosotros nos examinábamos cada semana. Ahora los jugadores ganan diez veces más que antes, en mi época era impensable tener un entrenador fijo hasta haber pasado tus 6-7 años de profesional. Valoro mucho a todas las súper mujeres que estuvimos ahí, además sin ningún tipo de ayuda. Fue una generación bestial y el día que me retiré lo dije: nos vais a echar de menos.

Cuando pasó todo el lío de la Davis, muchos no se acordaban de ti. Alguno incluso no sabía que habías sido jugadora.

A mí lo que me sorprende es que todavía haya personas que me recuerden (risas). Los verdaderos aficionados al tenis sí te recuerdan, aunque a veces te confundan con Magüi Serna, otras con María Antonia Sánchez Lorenzo, pero es normal, la información en aquellos tiempos no era la misma. ¡Yo soy de la época del teletexto! La comunicación ha cambiado tanto que ahora es normal que la gente tenga muy en mente a jugadoras como Lara Arruabarrena o Silvia Soler, por ejemplo. Jugadoras que no han pasado la barrera del top50 pero se les conoce más por tener presencia en televisión, medios digitales o redes sociales. Ojo, que no estoy diciendo que sean malas jugadoras.

Se nos llena la boca diciendo que estamos viviendo la etapa dorada del tenis español pero si nos remontamos a tu épo…

… ¡qué va, qué va! Eso es información que tenéis que sacar los periodistas. En mi época yo recuerdo ver a veinte tíos entre los cien mejores y unas diez o doce tías entre las cien mejores. El circuito hablaba español y en tierra batida ya ni te cuento, aquello era ridículo. El resto de jugadores hacían cuentas para ver con qué español les tocaba cada semana.

Hoy tenemos nuevo chicos entre los cien mejores y cuatro chicas entre las cien mejores. ¿Qué ha pasado?

El problema de cada persona que decide jugar al tenis y abandonar sus estudios es que asume muchos riesgos. ¿Qué pasa después? Nada, a buscarse la vida y empezar de cero. Yo siempre lo he dicho: los deportistas de élite en este país no están protegidos a nivel laboral. Luego también hay mucho intrusismo, pero eso ya es otro tema. Las generaciones han cambiado, la de ahora es más blandita, lo quieren todo ya, resultados inmediatos. Al final, el que sigue peleando es el que realmente es bueno, el que se mete.

Pero vosotros no solo erais un grupo más grande, es que con 20 años ya estabais en la pomada.

Éramos de otra pasta (risas). Con 17 años me acuerdo de pensar: o empiezo a ganar partidos, o me tengo que poner a trabajar. En esa época, con 22 años ya tenías que tener tu vida encauzada, pero el nivel económico era muy bajo. ¡Cuántos años me tuve que quedar jugando en España porque no tenía dinero para viajar fuera! Todo cambia cuando, de repente, coges y te vas a Portugal a jugar torneos pequeños y enlazas 8-9 semanas haciendo semis o finales, así es como ganas el ranking necesario para luego entrar a torneos importantes. Como me pasó a mí en Roland Garros.

Roland Garros 1996, de la fase previa a los octavos de final.

Ese año fui a Roland Garros a retirarme.

¡Qué me dices!

Como lo oyes. Ya no me quedaba más dinero que invertir, estaba cansada, miraba la cuenta del banco y me quedaban 100.000 pesetas, no podía ni pagar a mi entrenador. Pero claro, estaba en un Grand Slam.

Allí rompiste como jugadora.

Totalmente. A mí no me conocía nadie, estaba 110º del mundo, pero me sentía cómoda y veía que estaba jugando bien. En ese momento, estar fuera del top100 significaba perder dinero, ahora no. Ese viaje lo hice con la intención de llegar, perder, volver a casa y empezar a buscar trabajo. Dos raquetas me llevé, imagínate. Pasé la fase previa y empecé a ganar dinero, no sabía ni contarlo. Con ese dinero invité a mis padres para que me viesen jugar la primera ronda, pero luego acabé liándola un poco…

¿Hay explicación para un salto tan bestia?

No volví a jugar tan bien en mi vida, nunca más volvi a sentir ese flow. Tenía cero presión, fue como un despertar. Miraba a mis rivales y veía que tenían lo mismo que yo: dos brazos, dos piernas y una raqueta. Como buena española, era especialista en tierra batida, eso sumado al hecho de que era una desconocida también me dio un extra, les jugaba muy diferente.

Y además zurda. ¿En algún momento llegaste a soñar con el título?

Veía que ya no me ganaba nadie, hasta tuve la sensación de que había crecido un palmo, y mira que soy bajita. Por dentro estaba llena de energía, incluso en el partido de octavos contra Iva Majoli empiezo 3-0 arriba, hasta que me petó el aductor y se acabó todo. Había pasado de no ganar dos partidos seguidos a afrontar el séptimo consecutivo aquella semana con muchísima tensión. Jamás había jugado así, no era consciente de lo que estaba haciendo.

Fue el primer gran resultado de tu carrera y, sin embargo, las consecuencias no fueron buenas. De tus siguientes 16 partidos, solamente ganaste uno.

¿Sabes por qué? Pensé que lo que me había pasado era casualidad, me faltó confianza en mí misma. Lo entendí como un premio, ¿cómo iba a estar yo ahí entre las mejores? Ahí es donde empecé a pensar, después de Roland Garros, donde vi que todo había sido real. Hasta que por fin entendí que si estaba ahí era por algo, entonces me estabilicé.

Has jugado con Henin, Clijsters, Graf, Arantxa, Hingis, Serena, Venus, Davenport, Conchita, Pierce, Mauresmo, Majoli… la lista es tremenda. ¿Alguna curiosidad?

Mary Pierce era un drama para mí, no había manera (risas). Sentía que no podía tirarla para atrás, además ella me jugaba unos ángulos muy buenos, sacaba muy bien, me llevaba loca. De las top era la que no quería ni ver en pintura. Con todas las demás salía a jugar, no tenía esa impotencia, había días que mejor y días que peor.

¿Qué partido se te quedó grabado para siempre?

Roland Garros (1996) no se me olvidará en la vida, sobre todo el partido que gané a Barbara Paulus en tercera ronda, una especialista en tierra batida y dentro de las 20 mejores del ranking. Recuerdo el match point perfectamente, lo tengo hasta grabado en cinta. Le tiré una dejada porque no quería ni jugar el punto, tuve suerte que ella se enroscó y la falló. El torneo que gané en Madrid (2000) tampoco se me olvidará, primero por ser en casa y, segundo, porque Fabiola Zuluaga estaba jugando de manera espectacular, me encantaba y me llevaba súper bien con ella. Fue una final muy emocionante. Obviamente, aunque no pude ganarle, tampoco se me podrá olvidar lo que sentí jugando contra Steffi Graf (1998) en la Pista Central de Wimbledon.

Palabras mayores.

¡Estuve cuatro días sin dormir! Luego el partido estuvo bien, el primer set fue divertido, acabé fallando una volea. Ganó ella 6-4 y 6-1. Recuerdo en los instantes previos al partido cruzarme con Àlex Corretja en el Player’s Lounge y preguntarme contra quién jugaba. “¿Steffi? Te doy un par de juegos” (risas). Al final salí con la cabeza alta, incluso ella habló muy bien de mí en rueda de prensa. Para ser en hierba no estuvo mal, te juro que cada vez que me llegaba ese revés cortado, pensaba… ¿cuándo tengo que pegarle a la pelota? Era una locura cómo le pegaba.

¿Alguna vez te sentiste impotente ante alguna mujer de esa lista?

Quizá me pasara la primera vez que jugué con Venus Williams en el US Open (1997), me metió 6-0 y 6-1. Otra que era muy complicada era la señorita Hingis, había veces que me preguntaba: ¿ya está volviendo la pelota otra vez? Pim, pam, pim, pam. Ella jugaba a los marcianitos y tú solo podías correr de un lado a otro. Si Martina estaba fina era un drama, a nivel talento era otro nivel.

Empiezas a jugar los Grand Slams en 1996 y terminas en 2004. En ese período de nueve años, solo te perdiste tres grandes citas.

Ahora mismo no recuerdo cuáles me perdí, pero si me acuerdo de un día en el que Barbara Rittner, una buena amiga dentro del circuito, me sorprendió diciéndome que había logrado un récord: jugadora con más Grand Slams consecutivos disputados. Obviamente, ese récord ahora habrá cambiado. La verdad es que fui muy afortunada con las lesiones, me respetaron muchísimo hasta los 28 años, donde me fastidié el hombro.

Te perdiste Australia 1996, Australia 2003 y US Open 2004.

En el primero igual no entraba por ranking, así que decidí no viajar al tocarme jugar la Qualy. El segundo sí que fue por lesión y en el tercero ya estaba retirada. De hecho, mis dos últimos torneos en 2004 fueron Roland Garros y Wimbledon, acabé mi carrera haciendo saque y red en hierba, con alegría (risas).

¿Por qué lo dejaste?

Siempre creí que me retiraría con una edad cercana a los 30, pero lo que realmente me empujó fue el hecho de ver que el circuito empezaba a cambiar. Había menos ambiente, mis amigas se habían retirado, cada vez se viajaba más, las tenistas se habían vuelto muy independientes con sus entrenadores… en resumidas cuentas, empecé a echar de menos mi época. Comenzaron a llegar las nuevas generaciones, mucha rusa, mucha checa, de esas que apenas miraban al de al lado. Yo ese panorama no lo quería.

Ni lo quieres ahora.

A ver, quizá podría viajar alguna semana con alguien que me llevase muy bien, pero semanitas muy separadas. En España lo que quieras, pero en la otra parte del mundo se me haría muy duro.

Pero sí entrenaste a algunas jugadoras después de retirarte.

Sí, además decidí empezar por la base, desde abajo. Hubo alguna top30 que me pidió ayuda pero no lo veía claro, yo quería empezar de cero. Me vino muy bien, la verdad, ahí fue cuando valoré todo lo que había conseguido y entendí lo difícil que era. Cuando estás en el circuito no eres consciente de nada, estás en una burbuja.

¿Se puede aprender a entrenar?

Es una película totalmente distinta. A esto hay que sumarle que yo pertenecía a una generación totalmente diferente. Cuando yo era jugadora, mi entrenador me decía: pégale para arriba al revés. Pues yo para arriba al revés. A esta generación nueva, tú les dices: tírale la primera a la derecha, luego le haces correr para el revés y, si estás cómoda, repites por el revés. Les das una táctica, la que sea… ¡pues lo hacían todo al revés! Yo he llegado a ordenar tácticas inversas para que hicieran lo que yo quería. Hay gente que tiene la capacidad para pegarle bien a la pelota pero no tienen el talento para comprender lo que tú les pides. Igual que hay otros que no le pegan tan bien pero sí entienden estos parámetros, esos son los que se acaban metiendo.

Era mejor vuestra generación.

No sé si mejor, pero sí teníamos ese apetito, ese hambre, incluso esa necesidad de hacerlo bien. O ganabas partidos, o a poner cafés. Eso te hace espabilar, siempre y cuando tengas las capacidades técnicas, físicas y cierto orden en pista. Las jugadoras de ahora son serias, entrenan, pero les cuesta hacer las cosas. Hay veces que he visto a alguna chica jugando de fábula, ganando 6-1 4-1 y de repente bloquearse, ser incapaz de cerrar el partido. A ver, esto te podía pasar alguna vez, pero no era lo normal, ahí es donde se ve el carácter de cada una.

Hay personas que se apoyan en ese tipo de marcadores (6-2, 1-6, 6-1) para criticar el tenis femenino.

Eso es ignorancia. El circuito femenino, desde siempre, juega con muchísimo más riesgo que el masculino. Aparte que el circuito masculino tiene un hándicap: el servicio. Son estilos diferentes, compararlos continuamente es un error, cada uno tiene unas cualidades. Es genética, tampoco hace falta estudiar: tú eres un hombre y yo soy una mujer, mi cuerpo no funciona como el tuyo, es imposible. Las mujeres somos más emocionales, si el hombre tuviera la regla, a más de uno le iba a cambiar la mentalidad. Por naturaleza somos más sentimentales, pero eso no significa que seamos peores, ni más débiles. El que infravalora el tenis femenino de esa manera tan radical por un simple resultado… para mí es un error. Cada uno que piense lo que quiera, libertad de expresión.

Este pensamiento existe incluso dentro del circuito, algunos entrenadores ni se plantean trabajar con mujeres.

Los buenos entrenadores valoran tanto el circuito masculino como el femenino. Luego tenemos otra cosa que se llama educación. El que piense así del circuito femenino, seguramente que en su casa piense igual, por lo que estamos ante un problema que va más allá del deporte. El machismo sigue existiendo, no te descubro nada. Yo en el circuito lo he vivido, entrenando en la pista 37, en el parking. Al principio te da un poco igual, pero luego juegas en una pista grande y partes con desventaja al no estar acostumbrada. Pero esto son cosas banales, el problema es mucho más grave, viene de casa.

Septiembre de 2014, hay que hablar de la Copa Davis. ¿Cómo empieza todo?

La RFET se da cuenta de que no hay mucho dinero después de bajar a Segunda División en Copa Davis, ahí se deja de ingresar una cantidad muy importante. Yo era la directora deportiva y, por hacer un recorte, me piden asumir también el puesto de capitana. No era un sobresueldo, era un método para recortar gastos. Me dijeron que estaba haciendo un gran trabajo, que era válida y que confiaban en mí. En ese momento me pareció bien.

A otras personas no les pareció tan bien.

Para mí era un planteamiento normal, hasta que aparece Toni Nadal agitando el avispero y generando todo lo que vino luego. Ahí ya empezó a torcerse todo, tampoco los medios de comunicación ayudaron mucho en la causa. La guerra no eran tanto conmigo, sino con la Federación. Para mí fue la peor etapa de mi vida, pero me vino bien, fue como un despertar.

¿En qué sentido?

En el sentido de que yo vivía en una burbuja, como la mayoría de los que hemos convivido con los lujos y los aplausos del circuito profesional, pero cuando sales de esa burbuja quieres seguir evolucionando. La propuesta la entendí como algo lógico, así que acepté. Se dieron muchas vueltas al tema, se intentó cambiar el foco, aunque siempre creí que la guerra no era directa conmigo. Lo único que saqué en claro era que tenía que vivir esa situación para darme cuenta que así nunca sería feliz, que necesitaba un cambio. Fue un momento duro, muy difícil, pero me salvó la vida. Ahora soy feliz y antes no lo era.

¿Fue un capítulo de machismo?

El que quiera ver las cosas con perspectiva, las verá. El que no quiera, no le vas a sacar de ahí. A mí me nombran capitana un domingo a las 17:00 de la tarde y a las 0:30 de la noche ya estaba la polémica servida en las radios. No es que no me dieran margen, es que no me dieron ni opción. Por otro lado, hubo muchísima gente que sí me apoyó.

Te apartaron sin darte la oportunidad de trabajar, ¿qué sentido tiene eso?

El tenis funciona como funciona. No me dejaron trabajar, ni siquiera entrar, desde el primer día su respuesta fue NO, hasta que lo consiguieron. El vicepresidente (Ladreda) no fue capaz ni de llamarme para decírmelo, me tuve que enterar por RTVE. El que tiene el poder es el que manda, la única que dijo las palabras correctas fue Muguruza: ‘Déjenla trabajar y luego decidamos’. Yo no tuve esa opción, pero me tenía que pasar algo algo así para poder desarrollarme como ser humano. Fue durísimo, sí, pero tampoco quiero dramatizar en exceso, no fue el final de mi vida, hay muchas otras situaciones que son peores que aquel capítulo.

Pero fue una injusticia.

Eso se piensa ahora, en su momento los periodistas no dijisteis nada. No solamente fueron responsables los jugadores, el presidente o el CSD. Fue un conflicto de intereses de todos los implicados y a mí me pilló en medio. Mi interés era solo por y para el tenis, de haber sabido que todo eso iba a pasar, me hubiera quedado muy tranquila con mi puesto de directora deportiva. Pero claro, ¿por qué tienen que decidir ellos hasta dónde puedo llegar yo? Primero dejadme y luego ya, si queréis, me matáis. Si tú hablas con un experto en machismo te dirá que esto es machismo puro y duro, un ejemplo de alguien que quiere limitarte y desea mantenerte abajo.

¿Cómo acabó todo?

Fui a firmar los papeles con el señor vicepresidente con la idea de terminar con todo aquello, a cobrar lo que me correspondiera y a olvidarme de todos. No quería más conflictos, no tenía necesidad de seguir en el candelero. Pero esa sensación de impotencia de que decidieran por mí sí me costó quitármela, sobre todo porque mi nombramiento como capitana fue legal, y esto lo terminó dictaminando un juez.

Luego colocaron a Conchita de capitana, ¿qué te pareció ese movimiento?

Esa pregunta no la voy a responder. Que cada uno piense lo que quiera.

Aquella guerra tuvo varias víctimas. A Dani Gimeno, uno de los pre-seleccionados para aquella serie en Vladivostok, le costó muchos meses recomponerse.

A Dani le hizo mucho daño, ahí se demuestra que aquello no solo me afectó a mí. Lo peor fue la imagen que se creó y se dio de lo que todos llamaban ‘la familia del tenis’. Aquello fue denigrante. El mundo funciona así y por eso estamos como estamos. Ahora con esta pandemia es momento de reflexionar, tenemos que ser más solidarios, honestos, vivir con más calma. No podemos pensar que por triunfar en algo te creas que eres lo mejor del planeta. Nunca podemos dejar de ser personas.

¿Te llevó mucho tiempo cerrar esa herida?

Me tuve que levantar de una depresión. El estrés que me generó me impedía salir de casa, fue un revoltijo emocional que me dejó destruida. Mi perro era el único que me obligaba a salir de casa, el único que me sacaba una sonrisa, él fue quien me salvó la vida. Verme todos los días en los medios de comunicación, escuchar opiniones fuera de lugar y estar en medio de toda aquella batalla acabó conmigo.

¿Te viste sola?

Recibí mucho apoyo también, muchas llamadas, gente que a día de hoy todavía me pide alguna colaboración. Yo les agradezco mucho las llamadas pero, sinceramente, no me apetece nada trabajar en el mundo del tenis. No es que no pueda trabajar, es que no quiero, es una decisión personal. Ahora mismo no me veo cambiando mi vida actual por casi nada. Estoy en un cambio de registro total, lo único que quiero ahora mismo es ayudar a otras personas y ser feliz.

¿Mereció la pena pasar por todo aquello?

Toda mi vida, desde que empecé en el tenis, fui una chica sin recursos, estuve peleando, no ha sido un camino de rosas. Aun así era feliz porque hice lo que me gustaba. Mi vida profesional ha sido esta, la que yo elegí, y eso es fantástico. Cuando me retiré lo único que quería era vivir, hacer otras cosas, seguir creciendo como profesional, hasta que llegó la etapa de la Davis. Ahí me di cuenta que me había olvidado de mí. ¿Qué más necesitaba tocar a nivel laboral dentro del tenis? ¿Para qué? ¿Me haría ser más feliz?

¿Y ahora?

Ahora estoy rodeado de una gente maravillosa que me llena, que puedo confiar en ellos y que me hacen mejorar cada día. Eso es lo que quiero en estos momentos, seguir evolucionando cada día, pero como persona.