
Ganar la Copa Davis siempre es un momento único para cualquier tenista, pero es verdad que hay algunas que marcan más que otras. No era nuestra intención recuperar la conquista de España en Mar del Plata en aquel noviembre de 2008, pero un brillante reportaje de los compañeros de Movistar nos ha obligado a destapar de nuevo el tarro y refrescar nuestra memoria con las declaraciones de todos sus protagonistas. Una hora de documental que repasa el contexto, los conflictos, el moméntum de cada equipo y, finalmente, la consecución de un título que todo el mundo daba por perdido. Periodismo en mayúsculas tratando uno de los hitos más relevantes de nuestro tenis.
Todo el entramado arranca la mañana del 10 de noviembre de 2008. Rafa Nadal, atacado por una nueva lesión, anuncia su ausencia en la final de Copa Davis que se disputará en dos semanas ante Argentina. El balear no puede forzar, no está al 100%, el gran campeón (por aquel entonces, tenía solo seis Grand Slams) se quedaba fuera del tablero. Pero éste no sería el único terremoto en el equipo visitante.
Pedro Muñoz, presidente de la RFET, había elegido a Emilio Sánchez Vicario como capitán nada más estrenar su mandato, enfrentándose a unos jugadores que se habían decantado por un perfil más cercano y vinculado al tenis de la época, alguien como Albert Costa. Pero Pedro no escucha y se decanta por Emilio, pese a conocer el descontento que este paso iba a producir en el vestuario. El ex Nº7 del mundo, que se había ganado ya la confianza de los suyos, miró las cartas y formó su equipo: David Ferrer (12º), Fernando Verdasco (16º), Feliciano López (31º) y Marcel Granollers (doblista). No había ningún top10, mal augurio teniendo en cuenta que al otro lado esperaban Del Potro y Nalbandian, pero era lo que había.
Aquella escena tan caótica, sin embargo, había ido tomando forma con el tiempo. De camino a la final, España fue apartando a otras potencias gracias al papel de Rafa Nadal y el resto de jugadores, pero también al buen ojo de Emilio. Él fue quien se inventó la pareja formada por Feliciano y Verdasco, dos zurdos de estilo diferente que conectaron de maravilla en la pista. Ese doble fue clave en cuartos de final ante Alemania, triunfo que nos permitía elegir territorio de cara a la semifinal con Estados Unidos.
Aquí es donde llegó el otro punto caliente entre jugadores y directiva. Estaba claro que para recibir a los americanos, lo ideal era un fin de semana al nivel de mar, con canchas lentas, perfecto para desactivar su ofensiva. Pedro Muñoz, que en un principio les daría libertad para elegir sede, luego cambió de opinión, siendo Madrid donde finalmente se disputaría la eliminatoria. Aquel cambio de rumbo fue la cruz para Pedro, quien vería como hasta Emilio, su gran aliado, le daba la espalda. Pero Las Ventas presenciaría una nueva tarde triunfal de los suyos con un Nadal pletórico ante Querrey y Roddick. España estaba en la final, la sexta de su historia. Esperaba la Argentina de Del Potro, con ganas de sacarle los calzones del orto a su estrella.
Luego ni veríamos calzones, ni a Nadal, ni nada. De hecho, de los 80 periodistas españoles que se habían acreditado para cubrir la final in situ, tan solo diez terminaron viajando tras conocerse la ausencia de Rafa. Parecía que la fe no estaba de nuestra parte, aunque los locales tampoco estaban para tirar cohetes. La opinión de David Nalbandian, gran líder del equipo, tuvo mucho peso para decidir que la final se disputara en pista dura. Nadie pensó en qué era lo mejor para Juan Martín Del Potro, que estaba en Shanghái disputando la Masters Cup. Ellos prefirieron confeccionar el peor escenario para las condiciones de Nadal… sin saber que Nadal no iba a aparecer por allí.
La ciudad escogida en un principio fue Córdoba, pero el componente económico y una estructura mayor acabó por trasladar todo a Mar del Plata. El quilombo dentro del equipo ya estaba encendido. Se llegó a decir de todo, incluso que el papá de Juan Martín tuvo sus más y sus menos con Nalbandian. Mientras tanto, en el seno del equipo ibérico lo veían de otra forma. “La sensación era como que ya habían ganado la Copa Davis”, subraya David Ferrer. Tanto es así que, días antes de la final, todo el equipo argentino se salta una jornada completa de entrenamientos para irse a la boda de Juan Ignacio Chela. La confianza en la victoria era plena.
Por fin llegó la acción, los partidos, los auténticos protagonistas. El ambiente en el Estadio Islas Malvinas era espectacular, un infierno bajo techo con el público constantemente encima. Nalbandian comienza liquidando a Ferrer en menos de dos horas, el guion preestablecido se cumplía de momento. A continuación, Feliciano López debería obrar el milagro ante un Del Potro que llegaba algo tocado de su larga temporada, pero que seguía siendo favorito instalado ya como Nº9 mundial. El tandilense recibió críticas por ir a jugar en Shanghái teniendo tan cerca la final, e igual fue con razón, ya que se vería sorprendido en cuatro mangas por el toledano en un duelo de máxima tensión. Algunos periodistas confirmaron que Delpo se había lesionado durante el match, pero el propio ‘Rey’ David filtraría por detrás una nueva realidad: miedo escénico.
Las consecuencias fueron que Juan Martín no volvería a saltar a pista, por lo que era momento de darle entrada al dobles. Acasuso y Calleri partían como pareja titular, pero las circunstancias obligaron a Mancini a hacer un cambio: Acasuso fuera, Nalbandian dentro. Enfrente aguardaban Feliciano y Verdasco ante un punto crucial. Un desafío extremo que fue tomando color, hasta que los españoles lograron darle la vuelta a la tortilla. “Verdasco tiene miedo, Verdasco tiene miedo”, cantaba el público, pero ni con eso pudieron frenarle. Por su parte, Nalbandian terminó desesperándose ante los errores de Calleri, aunque fue una volea errada por él la que le puso en bandeja el triunfo al dobles español. “Después del primer partido nadie daba un duro por nosotros, pero un día después estábamos 1-2 arriba”, recuerda Feliciano, el gran héroe hasta el momento.
El cuarto punto se antojaba decisivo, sobre todo para una Argentina que ya no podía fallar más. Del Potro estaba K.O. y en su lugar entró Acasuso. Emilio, por su parte, eligió a Verdasco por delante de Ferrer, aun sabiendo que tenía ciertos dolores en la muñeca. “Si no gano ahora, me van a matar”, pensó el madrileño, quien sufrió mucho al comienzo del encuentro debido a la presión. La misma presión que luego cambiaría de bando, pesando cada vez más en la espalda de Acasuso. El argentino, que dominaba dos sets a uno, se veía ya con el punto en su poder, pero un paso por vestuarios de Fernando cambió todo.
Allí se encontró un discurso motivador de Emilio y una imagen que le hizo pensar: la de Feliciano como un jabato preparándose para saltar a pista a capturar el quinto punto. No haría falta, ya que Verdasco volvería a la cancha siendo otra persona. “Dejé de escuchar a la gente, éramos solo Emilio y yo, no existía nada más”. Su gran nivel de juego terminó colapsando las ideas de Acasuso, quien no pudo caminar más sobre el alambre. Era la tercera Davis para España, también la tercera final que perdía Argentina. “Terminamos todos llorando, queríamos disfrutarlo, todos lo habíamos pasado muy mal”, afirma el propio Verdasco. Un capítulo épico de nuestro tenis que nunca nos cansaremos de recordar.