
Nikoloz Basilashvili fue un caballo que tenía que ser domado. Ahora bien establecido dentro del top-20, esta semana el georgiano ha conseguido su tercer título ATP revalidando su corona en Hamburgo. Su palmarés dibuja una forma extraña, diferente: todos sus títulos son torneos de categoría 500. Para alguien que siempre ha querido hacerlo todo de forma perfecta, pocas cosas más acordes con su personalidad.
"Cuando tienes éxitos, la gente quiere y espera más de ti. Ahora todos me escriben, todos están felices. Me apoyan mucho desde casa. Tengo que decir que estoy contento por cómo me mantuve mentalmente durante mis dos últimos partidos, nunca me rendí". Las declaraciones de Nikoloz tras ganar el torneo definen partes importantes en su carrera. Incluso actualmente, el problema de Niko se reduce a cómo se va de los partidos mentalmente, encadenando rachas de errores no forzados brutales. Ráfagas de juego que se muestran del todo inútiles, pero que muestran lo que un día fue un tenista marcado por su carácter perfeccionista. La persona encargada de dar orden a una personalidad tan compleja fue su entrenador, Jan de Witt.
"No soy un fanático de querer ser perfecto. Sé que tengo la fama de ser superpreciso, pero no puedes serlo. Tienes que buscar la solución más simple, no complicarte la vida. A él le gusta hacer las cosas de forma perfecta, quiere que parezca tan fácil que acaba sufriendo para ganar". Esa aproximación al juego estaba encaminada a domar las revoluciones de Basilashvili. Buscar ser más efectista, atemperar el juego. "Hasta mis 22 o 23 años, yo era salvaje. No era profesional. Sabía que quería jugar bien, pero era incapaz de hacerlo a este nivel. No tenía un patrón de juego para llegar aquí. Sabía que me faltaba algo, estuve entre los 50 y los 100 mejores del mundo durante dos o tres años, pero necesitaba a alguien en quien poder confiar al 100%. Ahora estoy entendiendo cómo funciona este deporte, realmente. No solo consiste en golpear a la pelota o una buena preparación física, consiste en trabajar también el aspecto mental. Es muy importante saber cómo manejar tus nervios en los momentos importantes del partido, y yo todavía estoy consiguiendo toda esa experiencia".
Por otro lado, el reconocimiento y el apoyo que recibe desde casa lo es todo para Basilashvili. No es más que el reflejo de todo lo que sufrió, viniendo desde un país con poca tradición tenística, para llegar a ser tenista profesional. "Hubo momentos en los que mi padre y yo dormíamos en un coche durante un par de semanas. Entrenaba en muy malas condiciones y no podía encontrar un sponsor, así que me hice con la nacionalidad rusa. Hubo un momento en el que dormimos durante un mes para un torneo junior en un coche, también dormíamos en tiendas de campaña. Todo esto hace que me de cuenta que los malos momentos existieron por algo, me hace más fuerte y me da más motivación para jugar al máximo nivel". "Antes solo pensaba en tener el suficiente dinero como para poder ir a los torneos. Pensaba en reservar pistas de entrenamiento, pelotas, y poder tener a un compañero disponible. Era pura supervivencia. Cuando me clasifiqué para Wimbledon 2015 y conseguí dos victorias en el cuadro final fue cuando mi mentalidad cambió. Estaba jugando un buen tenis, pero no pasaba de la barrera del top-50. Sabía que necesitaba a un mentor que me ayudase con ello, hablé con Jan (de Witt) porque me gustaba y conocía sus tácticas".
"Lo que me convenció fueron sus reacciones al entrenar. Me di cuenta que este tipo se tomaba realmente en serio lo de llevar su juego al sigueinte nivel. También me sorprendió lo rápido que progresó. Nunca he tenido a un jugador que haya aprendido tan rápido como él. Tiene un talento especial para aprender, especialmente en el aspecto de la biomecánica y el movimiento. Es algo inusual y que no sabía cuando empecé a trabajar con él. Las cosas más complejas las aprende con facilidad y tiene la disciplina para trabajar duro", dice un De Witt que es capital en el éxito de Basilashvili. La madurez ha tocado la puerta del georgiano, ratificada yendo un paso más allá al defender con éxito un título, dejando por el camino a jugadores de la talla de Zverev. El próximo objetivo a la vista, quizás, sea el top-10, pero lo principal sigue siendo estar lo más cerca posible de ese "nirvana mental" que Basilashvili necesita para encajar todas las piezas.
"Si pudiese hablar con mi yo de 21 años, no le diría que cambiase su estilo de juego, sino más bien su mentalidad. No busco resultados, sino dar mi 100% dentro y fuera de la pista. Quiero maximizar todo lo que haga para que cuando me retire no deje ningún lugar a la duda sobre mi trabajo". Con orden y madurez, Basilashvili vuelve a estar en los focos del circuito ATP. Tengan ojo con el georgiano.