Las consecuencias de viajar sola en el circuito
La tenista Alizé Lim cuenta su tremenda historia, marcada por las nefastas relaciones que ha tenido en su carrera con distintos entrenadores.


Al igual que todos nosotros, los tenistas son seres humanos y sienten y padecen exactamente de la misma forma. Tienen días malos y días buenos. Tienen problemas personales como cualquier hijo de vecino y a veces, eso también les afecta en su trabajo. En un deporte tan solitario como el tenis, tener alrededor una familia que te apoye y un equipo profesional que te arrope en cada momento puede marcar diferencias. A veces, se juzga a un jugador solo por sus resultados sin saber todo lo que sucede por detrás. Alizé Lim ha contado su nefasta experiencia hasta la fecha en el mundo del tenis en Behind the Racquet, donde la francesa no ha podido encontrar un entrenador con el que sentirse cómoda para ejercer su profesión y eso le hizo sentirse sola.
Desde fuera, parece que la relación entrenador-jugador de tenis es muy simple y fácil de llevar pero no es así. Es indispensable que el tenista se sienta cómodo con el entrenador ya que pasará al día casi 24 horas con él, viajando semana a semana por el circuito y si no sientes esa conexión especial con esa persona o la relación no funciona, los resultados en pista serán tan malos como si no hubiera nadie sentado en el box. Porque sola, precisamente, es como comenzó Lim en el circuito, al no tener dinero para pagarse un entrenador en sus inicios. Esta es su historia, que da mucho que pensar acerca de cómo vemos de forma errónea el tenis desde fuera.
"Cuando acabé la universidad, con 20 años, no tenía a nadie de mi familia viajando conmigo. Esta fue una decisión personal porque me encantaba el tenis. Con más entrenamientos y viajes, logré ascender al puesto 280 de la WTA. Pensé que todo iba rápido, pero dos años después me encontraba en el mismo lugar. Viajaba sola cada semana y me costaba mejorar ya que nadie veía mis partidos y me decía lo que debía mejorar.
La academia en la que entrenaba me cobraba 1500 euros a la semana por el salario de un entrenador. Es decir, 6000 euros al mes más los gastos. No podía pedirle a mis padres que pagaran eso. Mi novio de aquél entonces, que era Top 30 de la ATP, me dijo unas palabras que nunca olvidaré: 'Alixé, nadie puede hacerlo solo. Si yo estuviera solo seguiría jugando campeonatos nacionales'.
Él me ayudó a conseguir un sponsor y pude viajar con un entrenador. Me sentí muy feliz y en solo un par de semanas pasé el Top 200 y terminé el año cerca del 150 con él. Decidí entonces contratarle full time a comienzos de 2013, pagándole un sueldo mensual. Pensé que todo iría más rápido pero todo se precipitó por un barranco.
Nunca viajaba full time. Echaba mucho de menos a su familia. Era infeliz en la pista y teníamos una muy mala relación fuera de la cancha. Me sentía fatal y mis resultados empeoraron. Lo dejamos cuando alcancé el 135 y obtuve una wildcard para Roland Garros, donde jugué ante Serena Williams en la Central totalmente sola. Era mi primer Grand Slam y no tenía a nadie a quién mirar.
Los dos únicos que estuvieron ahí fueron el director de mi academia y mi entrenador físico, que también ayudaba a Serena. Estuve, de manera literal, mirando todo el partido al box de mi oponente para animarme. Perdí el sponsor, pero empecé a ganar más dinero por lo que lo invertí en un técnico.
Seguía teniendo la creencia de que la clave para ascender en el ranking era tener entrenador. Con el nuevo, teníamos una mejor relación fuera de la pista pero mala dentro. Me cambió la técnica y jugaba cada vez peor. Me quedé desolada y pasé casi un año sola en el circuito. Rompí a llorar tras un partido malísimo en julio de 2014 y tuve la sensación de que no podía hacer esto sola.
Mi agente me dio el teléfono de otro técnico disponible y le llamé después de aquel partido y le hice venir desde la otra parte del mundo. Congeniamos bien y pasé de estar la 250 a la 150 en solo cuatro semanas. Hicimos un gran trabajo fuera de la pista durante ocho meses y creía en él. Todo hasta que me dejó tirada en medio de un torneo porque encontró una mejor oferta en China.
Caí enferma más tarde, cuando comencé con otro técnico. En Bogotá pillé una neumonía y estuve una semana en cama sin poder moverme y otras tres semanas en casa. Ese nuevo entrenador pasó todo aquello conmigo, lo que me hizo confiar en él pero un día me pidió, de forma maleducada, más dinero. Le preguntaba a otros jugadores por un sueldo más alto mientras seguía conmigo.
Decidí entonces que nunca podría trabajar con nadie basado en una relación financiera. Si teníamos que pasar juntos todas las subidas y bajadas del tenis, debíamos estar unidos de forma humana. ¿Cómo puedes encontrar a alguien con quien te sientas bien en pista, creer sus consejos, vivir junto a esa persona 35 semanas al año como si fuese tu novio y sentir al mismo tiempo la benevolencia como si fuese un familiar tuyo?".