José Altur: “El tenis se ha vuelto un deporte muy caro”
Entrevistamos a José Altur, nuevo entrenador de Timofei Skatov, ex número 1 del mundo junior. “Tiene un gran potencial y un estilo más español que ruso”.


Posiblemente José Altur (Valencia, 1968) no recuerde cuál fue el último día de su vida en el que no pensó en tenis. Desde los 6 años que empezó a jugar, han pasado ya muchas estaciones hasta los 51 que cumplió hace una semana. Por el camino firmó una trayectoria de diez años como jugador que sería la antesala a una todavía más larga como entrenador, poniéndose al mando de carreras como las de Igor Andreev, David Ferrer, Taro Daniel o Dani Gimeno. Ahora, como director de la Academia Lozano-Altur, el español tiene un nuevo proyecto tan exigente como bonito de afrontar: Timofey Skatov. ¿Y quién es Timofey Skatov? Un kazajo ex número 1 del mundo junior nacido en 2001 que ha decidido ubicar su residencia en Valencia para alcanzar la élite.
Repasando antiguas páginas de la gloria de este lugar (aquí se forjaron leyendas como los hermanos Safin, Anabel Medina o el propio David Ferrer), parece que el kazajo no ha tenido mal ojo para su cambio de destino. Allí coincidirá con otros guerreros como Sara Errani, Pablo Andújar o Carlos Taberner, así que no le faltarán perfiles junto a los que competir. Presentados ya todos los protagonistas, solo faltaba acercarse al municipio de Silla para que el propio José Altur nos explicara esta nueva aventura que demuestra que sigue teniendo la pasión de siempre por este deporte.
Tenemos nuevo chico en la Academia, aunque ya le conocías bien.
Llevaba viniendo un par de años con su propio entrenador durante algunos periodos, se preparaba aquí y luego se iba a jugar los torneos con su equipo. Es un gran chico y le veo un gran potencial.
¿Es muy ruso?
Ruso, ruso… no es.
Explícame eso.
Los rusos son un poquito alocados, suelen ser más indisciplinados que los españoles. Timo es más como Andreev, viene a trabajar y tiene las ideas claras, ojalá que salga tan bueno como él.
¿Alguna similitud?
Se parecen, sí, es uno de los motivos por los que hemos empezado a colaborar. El carácter es bueno, es muy tranquilo y tiene ganas de trabajar. No es un tipo desordenado y tampoco le gusta salir. Dentro de la pista es jugador de tenis: no es muy alto, juega puntos largos, tiene buen revés y buena derecha, saque normalito… pero es jugador de tenis. No es de los que plantean un partido a dos tiros y winner, tiene un estilo más español.
Un estilo a contracorriente de lo que solemos ver en el circuito, ¿será un hándicap o algo positivo?
Para mí es algo bueno. Está claro que hay otras maneras de llegar, si mides 1’95m y sacas como un camión… por supuesto que hay otras maneras. Pero también hay otro tipo de jugadores que son luchadores y que controlan el juego. Un tenista consistente y con una base española, si llega, será de los que duren muchos años en el circuito, no estará entrando y saliendo. Pero claro, antes hay que llegar.
Los que vienen de fuera a entrenar, imagino que vienen buscando ese sistema.
Lo tienen que saber. De entrada ven que nosotros entrenamos en tierra batida un alto porcentaje de la temporada. El que viene a España sabe a lo que viene, el porcentaje de tenistas españoles en el top100 es el más alto en los últimos años, con lo cual el sistema es bueno. Hay otros sistemas, puedes huir de los puntos y jugar todo muy rápido, pero no es el nuestro. Para jugar ese sistema tienes que ser más alto y tener un perfil más sacador.
Cuando decís que hay que ‘ordenar’ a un jugador, ¿a qué os referís exactamente?
Ordenar a un jugador es enseñarle a jugar a los sitios que debes jugar. La pista es muy grande y parece que haya unos huecos durante los puntos que realmente no existen, aunque visualmente los veas, luego no es fácil ejecutarlo. Saber seleccionar, esperar una bola buena para cambiar la dirección, eso es ordenarlo. En el fútbol sería como jugar un partido como el Barça, donde pasan muchas veces el balón hasta que marcan gol, todo lo contrario que jugar un partido de ida y vuelta. Eso es lo que no queremos nosotros, que sean partidos de ida y vuelta.
Un 90% de orden y un 10% de imaginación, tampoco podemos encerrar a los artistas.
Lo ideal es lo que tú dices, esa combinación. Safin al principio era muy ordenado, luego conforme vas cogiendo calidad puedes hacer más cosas. No es lo mismo Safin, Federer o Michael Jordan en baloncesto, que un jugador más peleón o luchador. No le puedes pedir a jugadores diferentes que hagan lo que hacía Safin.
Pasas de Dani Gimeno a Timofei Skatov. De un veterano a un principiante.
El cambio es grande. Dani es un chico que ya sabe todo de tenis, lo tenía muy claro. A Timo hay que educarlo, llevarle a competir y conseguir que no se equivoque en la pista.
Tienen que ser dos maneras muy distintas de entrenar.
Dani estuvo lesionado mucho tiempo, lo ha pasado mal. Le intenté ayudar lo máximo posible estos años, el trato que tenía con él no puede ser igual que el que pueda tener con un chaval joven. A un chaval todavía le puedes medio gritar, exigir que vaya a más, pedirle más ritmo, más energía. Dani eso ya lo tiene, por ahí ya no podíamos entrar, ni siquiera en la táctica. Dani es un tío que no se ha perdido nunca un entrenamiento, cada día ha venido con la máxima intensidad, sabía perfectamente cómo desarrollar su juego.
Ahora con Timofei te tocará volver a sacar el martillo.
Sobre todo ser más exigente, no permitirle ciertas cosas, estar muy cerca suya. Con Dani no podía ser tan exigente porque él ya sabía lo que había que hacer, al final funcionaba más como un amigo, le ayudaba a preparar los partidos, ver cómo jugaba el otro, fijarnos en ciertos detalles… lo que no podía hacer con Dani es ponerme a chillarle por cometer errores. Al terminar el partido nos sentábamos, lo hablábamos y veíamos lo que había hecho mal. Con estos chicos en formación hay que exigirles que no vuelva a pasar, incluso dentro de la pista, no al acabar.
La disciplina es algo que actualmente brilla por su ausencia. Hay mucho rebelde a estas edades.
Esto ha cambiado mucho, ahora los chiquillos son más rebeldes. Pero igual que Timo ha venido aquí a buscarme para mejorar, yo tengo la misma opción. Si no jugamos a lo que yo digo, o si yo te exijo y tú te rebotas, terminaremos y punto. No hay otra.
España cerró 2018 con diez tenistas en el top100, pero es que tu época… ¿cuántos erais?
Unos 18, 16, 20 en algunos momentos…
¿Qué ha pasado?
No me lo he planteado, la verdad, igual ya no están saliendo tan buenos como antes. Ahora seguimos teniendo muchos pero ya son mayorcitos. A lo mejor es que hemos disminuido la cantidad de torneos en España.
El auténtico vacío se encuentra entre el 100 y el 300, ahí hemos perdido la batalla.
Pensándolo mejor, puede que el tenis se haya vuelto muy caro. Es muy complicado tener a los chavales con una buena infraestructura desde los 16 años hasta que llegan arriba. Disponerles de un buen entrenador, un buen preparador físico, darles una buena base… eso se ha complicado para los españoles, es realmente caro. De todas maneras, ahora hay un grupito que creo que en breves estarán en la pomada: Zapata, Taberner, Pedro Martínez… ¡Munar ya está ahí!
Son hornadas.
Exacto, ha habido un vacío estos años pero muy pronto entrarán estos, seguro.
El tenis siempre ha sido caro, igual ahora existe más diferencia entre los buenos y los no tan buenos.
Siempre ha sido caro, es verdad, pero ahora creo que lo es todavía más. A los que juegan muy bien se les exige tener su propio entrenador, su propio preparador físico, incluso su propio fisioterapeuta. Estar así de cuidados es complicado, hay alguno que viaja hasta con su propio cocinero.
Decía Muster que la época actual no se parece en nada a la vuestra. Antes los jugadores eran mucho más auténticos, ahora pones una mala cara y te crucifican. ¿Lo notas así?
Lo noto igual que todos los padres, veo a los jugadores demasiado enganchados a las redes sociales, no hay casi comunicación. Resulta paradójico. No sé si es que tenemos que adaptarnos o tenemos que cortarlo. En mi caso, dependerá de los resultados (risas).
Pero el índice de gamberrismo ha disminuido.
Antes había muchos más descerebrados, muchos más Kyrgios que ahora (risas). Ahora ha salido Kyrgios y a la mínima ya todos van a por él.
¿Qué recuerdas de tu etapa como jugador? ¿La echas de menos?
Son etapas. La etapa de jugador ya pasó, la etapa con Andreev ya pasó, la etapa con Taro ya pasó… todas son buenas, pero no las echo de menos. Lo único que necesito es adrenalina, ese puntito que te da la competición. Todos los que hemos jugado lo llevamos en la sangre, por eso luego nos metemos en este follón que es entrenar.
¿Disfrutaste más como entrenador que como jugador?
(Piensa) …sí.
Esto es rarísimo, lo suelo preguntar y siempre la etapa como jugador prevalece sobre cualquier otra.
No es que no disfrutara como jugador, pero era otra responsabilidad. También tengo que decir que, como entrenador, los resultados fueron mejores que como jugador, entonces he vivido cosas mejores entrenando que jugando.
Fuiste top100, jugaste todos los grandes torneos, ganaste un título en San Marino… no está mal.
Orgulloso estoy, pero en mi época el hecho de ganar un ATP, o estar entre los cien mejores, apenas te daba para vivir. No daban los mismos premios que ahora. Antes igual ganabas 40.000€ en un año y eso ahora te lo dan solamente por jugar Roland Garros. Antes era todo más complicado, los aviones eran mucho más caros, ahora te coges un Ryanair y por muy poquito están en cualquier país. Recuerdo irme un año al Open de Australia a jugar la fase previa y el billete de avión me costó 2.000€. El premio por jugar la primera ronda eran 2.000€. Ibas a un Open de Australia y perdías dinero.
Entonces, algo se ha mejorado.
En los premios, sin duda, se han multiplicado por veinte. Sobre todo en los Grand Slams.
Tienes un dato como jugador que me ha llamado mucho la atención: 0-11 en partidos de Grand Slam.
Te diré más, igual es 0-12 (risas).
Doce oportunidades y ninguna acabó bien, ¿te quedó esa espinita?
Mi nivel era el que era, fui un chico que toqué el top90 pero en los Grand Slams era el último en entrar, tenía cien tíos por delante de mí.
Pero jugaste doce veces un Grand Slam, para eso se requiere de mucho trabajo y regularidad.
Sí, pero la mitad de los cuadros fueron malísimos: Courier, Chang, Krajicek, Woodforde, la mitad eran top20…
¿Qué te faltó para cruzar esa barrera?
Me faltó nivel (risas). No tengo ninguna excusa y tampoco me preocupa.
¿Algún partido que te quedaras especialmente cerca?
El que más cerca estuve, aunque sigue siendo lejísimos, fue cuando tuve a Chang 4-2 en Wimbledon para empatarle a dos sets. Eso es lo más cerca que estuve de ganar un partido en Grand Slam.
Te retiras en 1995 pero el perfil de la ATP registra que jugaste un partido en 2010. ¿Te entró el mono?
Bueno, aquello fue anecdótico. Acompañaba a Dani Gimeno durante unas semanas y hubo un torneo donde la fase previa no se llenó de jugadores, quedaron huecos, así que me apunté para jugar un poquito. No fue muy bien, la verdad (risas).
Entonces lo dejamos en diez años de carrera.
Con el ranking decente solo fueron cuatro.
Antes te he sacado el dato malo, ahora voy con uno bueno. Solamente jugaste un partido ante un top10… y lo ganaste.
Imagino que fue con Korda. Octavos de final en Munich 1993.
¿Resultado?
El resultado ya no me acuerdo, ¿puede ser en dos sets?
Eso ya es demasiado. Perdiste 5-7 y luego remontaste con doble 6-3.
Pues no me acordaba. Korda era Nº5 del mundo, luego perdí con algunos top20 también, estos datos antes ni se registraban, no existían las estadísticas.
Te retiraste muy joven, con 27 años. ¿Hubo algún motivo concreto?
Sí, claro. El motivo fue que el sacrificio que hacía en aquella época no me compensaba económicamente. Estaba ocho meses fuera de casa, tenía un ranking decente, pero hacía números y al final del año no me compensaba. Había otras maneras de ganar dinero, así que decidí empezar a jugar equipos en Alemania o torneos nacionales. Era más sencillo, menos exigente y mejor económicamente.
¿Cómo funcionan esos equipos?
Ellos te llaman, hay diferentes clubes que buscan jugadores. O te presentas a los managers y les preguntas si hay vacantes en los equipos. Es algo muy habitual en Alemania, Italia, Francia, Suiza e incluso aquí en España. Lo que pasa que en España se reduce todo a un campeonato de tres días, en el resto de países son seis fines de semana durante el año… y se paga más.
Ya como entrenador, tu época con Igor Andreev eclipsa el resto de episodios. ¿Cómo fueron los inicios?
Monté la Academia TennisVal con Pancho Alvariño en una época donde estaba despuntando Marat Safin, entonces se dio una afluencia muy alta de jugadores rusos que pasaron por aquí. Todos quería ser como Safin, hasta que apareció Igor y le vi. Un buen carácter, buenas maneras, llegó a España con 14 años y hasta los 16 estuvimos viajando en grupo, pero un día pegó el salto y subió un escalón. Con 17 ya necesitaba a una persona más cerca y fue cuando empecé a dedicarme exclusivamente a él.
¿Le veías el potencial que luego confirmaría?
Sí, rotundo. Si no lo ves, es difícil confiar y trabajar con alguien. La exigencia es muy grande, son ocho meses con una persona, viviendo su vida. Durante los torneos tú haces tus cosas, pero estás viviendo su vida. Si en algún momento ves que no puede llegar, te vas a tu casa.
Igual le veías un buen potencial, pero no tanto.
Se veía. Por tema de lesiones no pudo acabar su carrera de la manera que yo pensaba. Le operaron dos veces de la rodilla, se hizo un esguince muy fuerte, luego tuvo problemas con el hombro…
¿Cómo acabó todo?
Nosotros lo dejamos cuando él tenía 24, llevaba ya tres años metido en la élite, entre los 25 mejores. Luego estuvo un tiempo solo, cerca de un año. Después volvimos a hablar para intentarlo pero yo no pude. Hablé con Paco Fogués para aclimatarse al ritmo de la Academia y así tiraron dos temporadas más.
Entre Andreev y Ferrer, ¿estuviste con alguien?
Con Calatrava. En esa etapa también apareció Taro, empezamos a trabajar después de un par de años de Academia.
El premio de trabajar con David Ferrer fue como un regalo envenenado. ¿Cómo fue trabajar con alguien tan curtido en la élite?
Realmente no fue un buen año… yo lo pasé muy mal. Coges a un chico que está Nº3 del mundo, con todos los mecanismos activados, que ya sabe todo, sabe muchísimo, así que no pude aportar casi nada. Para él fue un año de transición, estaba nervioso después de dejarlo con Piles, aquello había sido como un matrimonio.
Llevaba toda la vida trabajando de la misma manera. ¿Intentaste cambiar algo?
No, no, lo que no iba a hacer era cambiar algo que estaba funcionando. Lo que intenté fue seguir en la línea de Piles y poquito más, mejorar lo que ya era bueno. No había nada nuevo que inventar, quizá mejorar ciertas cosas en las que ya era bueno. Quizá él sí que quería mejorar, me pedía aprender cosas nuevas, pero yo no era muy partidario de inventos, mi idea era seguir haciendo lo mismo.
Es un poco el lema de la Academia Lozano-Altur, coger los aspectos en los que eres bueno y potenciarlos al máximo.
De los 10 hasta los 16 años hay una época de aprendizaje en la que tienes que dedicarte a hacer de todo, pero luego hay un momento en el que te tienes que especializar en tres o cuatro cosas muy simples, muy básicas. La clave está en dedicarte a ser muy bueno en esas tres o cuatro cosas.
Defíneme a Igor con una palabra.
Un caballero, una persona espectacular.
A Dani.
Lo mismo, es un trozo de pan. Una maravilla.
A Ferru.
Un trabajador exigente, algo brutal. Con él nunca había descanso, es todo al 200%.
A Taro.
Una persona más fría, pocos sentimientos. No hubo tanta conexión como con el resto, fue todo más distante.
¿No hubo feeling?
Sí, feeling sí que hubo, pero no me lo llevaba a comer como sí lo hacía con Igor o con Dani. Quizá la edad también fue un factor diferencial, con Igor me llevaba 10 años, con Dani 15 y con Taro casi 25. Fue el proyecto más difícil de todos, le faltaba un poquito de fuerza, necesitaba un orden máximo. De piernas era muy bueno, pero le faltó desarrollar el tren superior, aunque lo intentamos cada año.
Después de 44 años viviendo esta locura, ¿qué te queda por hacer?
Me queda seguir intentando llevar a los chavales a la élite, o a lo máximo de sus posibilidades. Ya te digo, la adrenalina es la que mueve todo. Cuando ellos juegan, yo juego. En el momento que pierda eso, lo dejaré y me dedicaré a dar clases a niños pequeños. De momento, todavía pienso que sigo jugando.