Hoy, 18 de agosto de 2018, se cumplen justo diez años desde que Rafa Nadal hiciera historia (una de tantas) en el mundo del tenis profesional. Después de 160 semanas consecutivas siendo el número 2 del circuito ATP, el balear dio un paso al frente y acabó con la jerarquía de Roger Federer ocupando el puesto más alto de la clasificación. No fue fácil, pero ocho títulos cosechados en casi ocho meses fueron la dinamita que terminaron por cambiar el dueño del vestuario. Un cambio de ciclo que llevaba tres temporadas esperando y que se hizo realidad hace justo una década.
“Llevaba tres años haciendo muy bien las cosas: 2005, 2006 y 2007. También en 2008, donde pude ganar un buen saco de puntos y dar un salto respecto a los cursos anteriores. Recuerdo que aquel año Novak (Djokovic) ya empezó a jugar realmente bien. Tuve que enfrentarme a los mejores en más ocasiones para conseguirlo, así que pienso que es algo que merecía tras haber mostrado un alto nivel durante los últimos tres años y medio. Representa un grandísimo momento en mi carrera”, repasa el de Manacor en un especial elaborado por la ATP.
Y es que Federer no iba a vender barata la piel del rey. Con 237 semanas en el trono masculino, el helvético veía cada año cómo su gran rival defendía con orgullo su corona en Roland Garros, mientras que él hacía lo propio en Wimbledon. Pero en 2008 el guión cambió. Nadal empezó el curso con dudas pero pronto empezaría a recolectar trofeos: Montecarlo, Barcelona, Hamburgo, Roland Garros, Queen’s, Wimbledon, Canadá y, por último, el broche de oro (nunca mejor dicho), la medalla olímpica con tan solo 22 años. Fue precisamente el día después de tumbar a Fernando González en Beijing cuando su nombre aparecería por primera vez sin ningún apellido más por encima.
“Para mí fue un grandísimo logro. Sabía que llevaba allí arriba mucho tiempo pero, por unas cosas o por otras, todavía no había conseguido alcanzar el número 1 del mundo. Veía cómo los nuevos jugadores iban apareciendo por detrás y veía lo buenos que eran, así que incluso llegué a pensar que jamás lograría ser número 1 del mundo. Al final lo hice y significó un gran objetivo para mí”, declara un Rafa que luego mantendría aquel mandato durante 46 semanas, hasta que de nuevo Federer obligaría a reestructurar la tabla gracias a su sexto trofeo en Londres.
Pero la carrera de Nadal por el número 1 no se terminaba aquí. Aquel pastel era tan sabroso que merecía la pena volver a luchar por él. Y no solamente por tastarlo, sino por abarcarlo por completo al final de temporada. Así pues, el español logró terminar su calendario 2008, 2010, 2013 y 2017 en lo más alto, demostrando quién era también el jugador más fiable y regular del campeonato.
“Terminar el año como número 1 del mundo es algo muy especial, significa algo más que conseguir el número 1 en sí. En 2008 lo pude lograr por primera vez en mi carrera y tuve una sensación increíble. Está claro que la primera vez que lo consigues siempre será la primera, la más especial, pero en mi caso creo que la más emocionante fue la tercera (2013), después de haber pasado por múltiples problemas físicos. La sensación que tuve en aquella temporada fue única”, explica Rafa.
Una leyenda que va añadiendo capítulos temporada tras temporada. En lo que respecta al número 1 del mundo, son ya 185 semanas las que acumula el manacorense al frente de la clasificación, con las miras puestas (¿por qué no?) en las 223 que atesora Novak Djokovic en la quinta posición. El tiempo nos dirá en qué lugar acaba este animal competitivo. Para nosotros, siempre aparecerá en un lugar privilegiado.