
El tenis es sacrificio, superación de límites y lucha constante. Historias como las de Juan Cruz Aragone elevan este deporte a un estatus superior, presentándole como una clara representación de la vida y demostrando que hay vidas inspiradoras capaces de dar esperanza a mucha gente. A muchos aficionados les habrá llamado la atención la clasificación de un hombre desconocido para el gran público, al cuadro final del US Open 2017. Es por ello por lo que merece la pena detenerse y analizar de dónde ha salido este tal JC Aragone que compite bajo bandera estadounidense.
Y es que la sorpresa y el estupor imperante ante su clasificación, no hace sino incrementar al bucear un poco en la biografía de Aragone. Hijo de padres argentinos y nacido en Bueno Aires hace 22 años, este corpulento tenista desarrolló su infancia en California con una raqueta en la mano. Destacó a temprana edad y su carrera parecía ir sobre ruedas hasta que en 2012, a punto de dar el salto al profesionalismo o la Universidad, fue hospitalizado por una insuficiencia hepática y renal provocada por una reacción alérgica a un medicamento contra la gripe.
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El resultado de tan dramático suceso fue su entrada en coma durante tres semanas, en las que luchó por su vida. "Pasaron casi dos años hasta que volví a sentirme del todo bien. No pude entrenar nada y cuando parecía que iba a recuperar una vida normal y podría volver a jugar, me diagnosticaron diabetes en agosto de 2013", señala el joven estadounidense en declaraciones recogidas por Dailyexpress.
A pesar de ello, su amor por el tenis le impulsó a reinventarse a sí mismo y, al amparo de la incondicional ayuda y confianza de la Universidad de Virginia y su entrenador, Brian Boland, entró en el exigente circuito universitario estadounidense. Ya en la temporada 2013-2014 ganó la friolera de 19 partidos y solo perdió 4. Fue el punto de partido de una carrera universitaria esplendorosa, convirtiéndose en campeón de la NCAA en la competición por equipos.
Mide 1,78 centímetros, juega con revés a dos manos y es un luchador nato. No solo tiene a un tenista como rival cuando salta a la pista, sino también a su enfermedad, que trata de controlar con un dispositivo que monitorea su nivel de azúcar en sangre y le avisa mediante una vibración cuando sube o baja demasiado. Así pues, en su raquetera porta este dispositivo que tiene que llevar junto a él durante los partidos, así como inyecciones de insulina para situaciones de urgencia.
"En los partidos suelo sentir la vibración del sistema de monitorización y me suele decir que mi nivel de azúcar es demasiado alto. Los nervios también afectan al azúcar porque el organismo libera hormonas que hacen subir el nivel de azúcar en sangre así que tengo que pincharme insulina habitualmente", afirma un hombre que, compitiendo en la fase previa del US Open 2017, ha tenido que comunicar sus problemas y procedimientos con los encargados del antidopaje.
Entró en el cuadro de la fase previa como lucky looser y no había muchas perspectivas de que pudiera progresar, al ser encuadrado con Marco Cecchinato en primera ronda. Sin embargo, el italiano se vio superado por 4-6 6-2 6-2. Ganar al actual 102 del ranking ATP ya fue un triunfo mayúsculo, y Aragone no experimentó resaca de victoria ya que sometió al también italiano Riccardo Belloti en segunda ronda, al que ganó por 3-6 7-5 6-3.
Queda claro que sus problemas de salud no reducen su rendimiento físico en partidos largos y emocionantes porque de nuevo tuvo que recurrir a la tercera manga en el último partido de la fase previa. Fue para imponerse al australiano Akira Santillan, por 6-3 2-6 6-3, y cosechar uno de esos logros que se recordarán durante mucho tiempo en el mundo del deporte. Pase lo que pase en su duelo contra Kevin Anderson en primera ronda, JC Aragone ya es uno de los protagonistas del US Open 2017.