Madrid sí se lo merece
Acabado el Masters 1000 de Roma y con las vistas puestas en Roland Garros, es inevitable comparar el torneo italiano con el de Madrid.


El Foro Itálico apaga las luces del "Internazionali d’ Italia" y da paso a ese silencio —que prácticamente engullirá a los torneos de esta semana— parecido al que hay entre ver el relámpago y escuchar el trueno. Lo siguiente que viene es Roland Garros.
El gran torneo italiano ha servido (lógicamente entre otras cosas) para que muchos aficionados lo comparen con el de Madrid —pero Madrid tiene más estatus deportivo por ser WTA Premier Mandatory—, y consecuentemente para seguir alimentando el debate sobre las bondades y sobre las maldades del torneo más importante de España.
Una de las afirmaciones más leídas y oídas asegura que Madrid no merece ese gran torneo debido a que las gradas están semi vacías, excepto cuando juega Nadal; o debido a que la gente está pensando en otras cosas, como sobre todo en el fútbol. En relación con lo segundo, la atención selectiva puede jugar malas pasadas (o buenas, según lo vean ellos) a quienes acceden a la grada con el propósito de reafirmar sus ideas negativas sobre el torneo. Las ideas negativas pueden ser parcialmente ciertas y cualquiera debiera estar dispuesto a admitirlo, pero no parece la mejor idea estar mayoritariamente pendiente (o sólo pendiente) de los elementos que le dan a uno la razón. Cuando queremos comprar un coche, la carretera aparece de pronto llena de ese coche que nos gusta; y de la misma forma, cuando queremos odiar un torneo, aparecen siempre tipos mirando fútbol en el smartphone. Pero el resto del público también está ahí, y está prestando atención al tenis. Un tipo entre cien mirando el fútbol no es más que un uno por cien, después de todo.
En relación con Nadal como principal reclamo del torneo, de entrada cabría decir que esto es bastante comprensible en términos generales. Es lógico que el espectador tenga muchas ganas de ver a los jugadores más famosos (más virtuosos), y que las gradas estén más llenas cuando ellos salen a la pista. Sin embargo, también es cierto que en España ese interés no es tanto hacia los deportistas famosos, como hacia los deportistas españoles famosos. Dicho de otra forma: Rafa Nadal llena una grada en Suiza, pero Roger Federer no la llena en España. Es por causa de que la cultura deportiva en España se rige mayoritariamente por un principio de "fernandoalonsismo". Al español promedio no le gusta tanto el deporte (excepción hecha del fútbol), como el deportista español ganador. El hecho de que por ejemplo la Fórmula 1 haya perdido a tantos interesados desde que Fernando Alonso no gana, tal vez se deba a que el verdadero interés en la Fórmula 1 nunca fue (en su mayoría) ni siquiera parcialmente deportivo sino exclusivamente nacionalista: la oportunidad de reivindicar un sentimiento de pertenencia a la patria victoriosa. Ya sabemos que esto en parte es así siempre. Los deportes dependen en cualquier lugar de las identidades, pero cuando en realidad no hay ni el más mínimo interés por el deporte en sí mismo, entonces de aquellos barros, estos lodos.
Los anteriores son inconvenientes que de cualquier manera se pueden, y muy probablemente se deban, trabajar mejor que como hasta ahora, empezando por las instituciones y organismos oficiales. Por ejemplo, no haciendo como cuando Zapatero dijo “Rafa te queremos”, en un acto de recepción de todo el equipo Campeón de la Copa Davis. Crear un interés saludable y general por el deporte, per sé, como un elemento de cohesión social y vehiculador de valores de referencia, es una tarea difícil que corresponde a todos, pero sobre todo a quienes se ponen delante de un micrófono para que los oiga y los vea todo el mundo.
Por otra parte, el mencionado "fernandoalonsismo" —o "rafanadalismo"— es en realidad el germen de otra de las grandes quejas del aficionado al tenis contra el torneo madrileño: la gestión de la cobertura televisiva por parte de "La Sexta". Y es que con Rafael Nadal —para colmo en horas bajas— como único elemento económicamente rentable, los partidos ofrecidos han sido pocos, y la cadena cierra esta aventura deficitaria con la intención de no renovar derechos. Nadie contento: ni la empresa, ni los clientes.
Ante el mencionado panorama, los hay quienes defienden el pago de un servicio de televisión privado (online) para el disfrute de su deporte preferido. El problema es que habrá muchos que no puedan pagarlo, y en este punto cabe destacar la idea de la televisión pública como elemento otorgador de rentabilidad social, incluso cuando no es posible la rentabilidad económica. Afortunadamente, todo indica que TVE seguirá apostando por el torneo madrileño en 2016, y ese sí es, de entrada, un buen gesto en la dirección de empujar y perseverar por que la afición al tenis cuaje de una manera más mayoritaria en España. El amor se termina si no se cuida.
El "Mutua Madrid Open" es un torneo que por supuesto debe aspirar a continuar mejorando, y sobre todo, en aspectos incontrovertibles como ciertos horarios nocturnos insoportables, que obligaron a mucha gente a marcharse a casa con su entrada pagada en la mano. De cualquier manera, es un torneo joven en sus particularidades actuales, y probablemente debería concedérsele la paciencia a la que tiene derecho el inmaduro en cualquier orden de la vida. Muchos manifiestan convencidos: “Gradas vacías. Madrid no merece este torneo”, pero en realidad están incurriendo, probablemente, en una incoherencia. Si damos por supuesto que en España (en general) falta auténtica cultura tenística, entonces lógicamente nuestro deseo —porque nos gusta el tenis— será el de crearla. Pero si esas son nuestras creencias, las gradas semi vacías ni nos pueden extrañar (precisamente porque partimos de ese presupuesto), ni pueden ser motivo para nada más que para ponernos manos a la obra. Tal vez el gran error sea desear que, en España, el torneo de un deporte tradicionalmente mirado con recelo por creer que les pertenece a los ricos, aterrice con el pueblo abarrotando las gradas, como sacado del sombrero de un mago. La única manera segura de que las gradas se vacíen del todo es disolver el torneo. La otra opción es quejarse menos y hacer más. Cada cual tiene su espacio de influencia, por pequeño que sea, y es mejor cubrirlo positivamente que seguir buscando la culpa ahí fuera.
Por último, cabría preguntarse si el debate que plantean muchos con sus quejas tiene verdadera altura, o si en realidad no están más que arrimando, incluso sin darse cuenta, el ascua a su pequeña sardinilla, como hace casi todo el mundo. El apasionado del tenis a veces olvida que como diría aquel, lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos. Que a él le parezca (y en su realidad es cierto) que el Federer-Kyrgios es canela fina, no excluye que las personas estén viviendo cada una otra vida. Quizás, ese mismo entusiasta del tenis, quejoso porque la mayoría únicamente ve a Nadal, sólo ve fútbol cuando hay un Madrid-Barça, o peor, sólo ve tenis ATP. No se trata sólo de tenis. Se trata de la conveniencia de un entendimiento menos estrecho del deporte. Si queremos que eso cambie, probablemente deberíamos comenzar por nosotros mismos.