
Dominador de la pista dura en los últimos meses, Novak Djokovic reapareció en la alfombra roja de Montecarlo con un tenis glamouroso y elitista acorde con el escenario. La oposición de Albert Ramos escondía una complejidad mayor que la de su clasificación en el ranking (nº 67).
El tenista catalán se presentaba en una dinámica positiva con tres claras victorias en los últimos días sobre su superficie predilecta. La carga de efecto liftado en la derecha del zurdo español suponía una dificultad añadida para Djokovic, pero el serbio anuló las virtudes de su rival desde sus primeras pisadas sobre la tierra.
El número uno salió con la determinación y la convicción propias de su estatus. La agresividad controlada del serbio llevaba a Ramos al límite. La derecha de Djokovic, que se sentía cómodo con la viveza de la pelota utilizada en el torneo, era un aguijón letal para el español. El objetivo de Novak en la pista no se limitaba a superar a su rival, sino a ofrecer su mejor versión en cada punto, una muestra de que la acumulación de éxitos en los últimos meses no le ha restado ambición.
Ramos era incapaz de desbordar al serbio con su derecha. La presión de los golpes del número uno le situaba en una posición retrasada en la pista de la que difícilmente podía escapar. La exuberancia tenística de Djokovic desembocó en un 4-0 que definía el primer set. En ese momento, el número uno se humanizó. Encadenó errores no forzados y dejó de asfixiar a su rival.
La versión más terrenal de Djokovic mantuvo a Ramos con opciones en el segundo parcial, pero el serbio escondía un notable margen de mejora que no tardó en plasmar. Novak finiquitó el duelo (6-1, 6-4) y ya acumula trece victorias consecutivas en el circuito. El ganador del partido entre Bernard Tomic y Andreas Haider-Maurer pondrá a prueba la autoridad del número uno sobre la tierra batida de Montecarlo.