Kyrgios, demasiado tierno para Murray

Andy Murray superó a Nick Kyrgios en los cuartos de final del Open de Australia: 6-3, 7-6(5) y 6-3. Kyrgios sonrió, levantó los brazos, gritó en señal de poderío, pero Murray ganó sin ceder un set. El público australiano, que no veía a un hombre de su país en los cuartos de final de su Grand Slam desde 2005, recibía a su jugador con honores de héroe nacional.

Esta deuda histórica y el extrovertido carácter de Kyrgios eran los ingredientes necesarios para crear una atmósfera que tuviera incidencia en el partido. Sin embargo, este factor no pudo compensar la diferencia de madurez tenística, a día de hoy, entre el joven jugador australiano y Murray.

Kyrgios es un animal competitivo, un tenista que no conoce el miedo. Su saque y su derecha plana tienen potencial para dejar huella en la historia del tenis. Sin embargo, su atrevimiento también tiene un lado negativo: se autoexige el golpe ganador como obligación en cualquier situación, actúa con más instinto que cabeza, se acelera. Es un jugador de blanco o negro, desconoce el gris. Esta madurez o inteligencia táctica le separa de los mejores tenistas del mundo, pero a sus 19 años, se puede catalogar como un pecado de juventud.

Murray impuso su experiencia y un patrón de juego más ordenado ante el descarado Nick. Era un escenario incómodo para Andy, un tenista que prefiere madurar los puntos. La regularidad con el saque fue su antídoto contra la agresividad de Kyrgios. Sin embargo, el jugador británico acusó cierta pasividad por momentos desde el fondo de la pista, un defecto intrínseco que deberá corregir ante rivales de mayor entidad y experiencia en los últimos obstáculos hacia el título.

El próximo será Tomas Berdych, guiado por Daniel Vallverdú, inseparable del escocés hasta hace unos meses. Murray, ya en su quinta semifinal del Open de Australia, confirma su regreso a la primera línea del tenis mundial.