US Open, el Grand Slam multicultural

El US Open es un Grand Slam con muchas singularidades que detallamos en este artículo basado en la propia experiencia

El US Open que se celebra anualmente en Nueva York es un Grand Slam singular. Combina un marcado sello estadounidense con la influencia y el colorido de una gran cantidad de inmigrantes que acuden cada año. Una fiesta multicultural del tenis.

Faltan exactamente 30 días para el comienzo del US Open. A partir del próximo 25 de agosto, el Billie Jean King National Tennis Center acogerá uno de los mayores espectáculos tenísticos del mundo. Sin embargo, la actividad comenzará unos días antes con la disputa de la fase previa, una buena oportunidad para asistir a partidos de alto nivel a ras de pista junto a un público entendido, y contemplar las faraónicas instalaciones del recinto con tranquilidad, sin la multitud que se congrega durante las dos semanas siguientes.

Nueva York siempre está de moda, pero el US Open es un aliciente muy tentador para los aficionados al tenis. El área urbana de la ciudad abarca 830 kilómetros cuadrados y acoge a más de ocho millones de residentes, a los que se suma un número importante de población itinerante. Se calcula que el 36 por ciento de los habitantes de Nueva York han nacido en el extranjero, y esto repercute irremediablemente en la atmósfera del US Open, haciendo del torneo un evento multicultural.

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Los seguidores procedentes de otros países se hacen notar especialmente en las pistas exteriores, donde los tenistas argentinos, brasileños y colombianos se sienten como en casa. Otra colonia importante en los últimos años ha sido la chilena, aunque las retiradas de Fernando González, Nicolás Massu y Paul Capdeville han silenciado sus clásicos cánticos de “Vamos chilenos” y “Chi-chi-chi-le-le-le”.

Además, son muchos los aficionados al tenis que se desplazan a Nueva York desde otros estados como Florida, con una amplia colonia latinoamericana. Incluso, los propios estadounidenses recorren miles de kilómetros dentro de su país para vivir la experiencia inolvidable que supone asistir al US Open.

En una ciudad multicultural acostumbrada a recibir a mucha gente de distintos lugares, el personal del torneo está a la altura del acontecimiento. La hospitalidad y la amabilidad imperan cada día a pesar de las miles de personas que se congregan en el recinto. El calor y el alto porcentaje de humedad durante estas fechas exigen una fuerte protección solar y una visera para que el clima no sea un enemigo.

El estadio Arthur Ashe, la pista de tenis más grande del mundo con capacidad para 23.771 personas, simboliza la majestuosidad monumental de Nueva York y la grandeza del evento. El tamaño del estadio implica que los espectadores de los anillos superiores observen los partidos a vista de pájaro, aunque la visibilidad es relativamente buena teniendo en cuenta el número de asientos.

La pista central del US Open también es el lugar donde mejor se observa el típico espíritu neoyorquino. Especialmente en las sesiones nocturnas, a donde acude un público quizá menos entendido pero más pasional. Los neoyorquinos, por encima de todo, valoran la entrega, se agarran al espectáculo y son capaces de ovacionar a un tenista que lo merezca aunque se enfrente a un jugador estadounidense. Se involucran en los partidos aunque ni siquiera hayan oído hablar de un tenista hasta ese día, y el resultado no les importe lo más mínimo cuando regresen a su casa o a su hotel.

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La pasión en la grada también tiene efectos negativos como el excesivo ruido durante los puntos. La falta de puntualidad es otro de los aspectos negativos de los partidos jugados en el estadio Arthur Ashe. En las sesiones diurnas son frecuentes los retrasos de 20 minutos en el comienzo del primer partido. Y en las nocturnas, a este retraso se puede añadir una larga espera por la finalización tardía de los partidos diurnos. Desalojar un estadio de tal capacidad y acondicionarlo para nuevos espectadores es un proceso que puede llevar casi una hora. Todo ello hace que sea relativamente frecuente ver partidos que se prolongan más allá de la medianoche.

El alto volumen de la megafonía y de la música en los minutos previos al comienzo de los partidos en la pista Arthur Ashe es otro de los aspectos negativos del US Open, ya que resulta muy molesto en las pistas exteriores anexas, donde muchos tenistas ponen cosas importantes en juego.

Otro aspecto mejorable en las pistas exteriores es el número de asientos, a pesar de que el US Open haya mejorado ligeramente en esta faceta durante los últimos años. Siguen siendo frecuentes las largas colas para acceder a un asiento en las pistas exteriores, salvo que los aficionados opten por seguir el partido de pie desde un lateral y con visibilidad reducida por la acumulación de espectadores.

Incluso el estadio Louis Armstrong, la segunda pista más grande del torneo (10.103 personas), sufre problemas de capacidad hasta el punto de que algunos aficionados con derecho a acceso deben esperar a que otros salgan.

En un evento de esta magnitud, los estadounidenses no desaprovechan la ocasión para reflejar su patriotismo. En los minutos previos al inicio de cada sesión nocturna, un niño que no supera los 12 años de edad (previo casting) canta a capela el “America the Beautiful” ante el silencio sepulcral de los espectadores. Una estampa impresionante que se vive cada tarde-noche en el estadio Arthur Ashe.

Con sus pros y sus contras, asistir al US Open en Nueva York es una experiencia que todo aficionado al tenis debe tener al menos una vez en su vida.

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