
Seguimos repasando momentos históricos e imborrables de Roland Garros. Una de las historias narradas casi como un cuento fue la especial relación que siempre tuvo el brasileño Gustavo ‘Guga’ Kuerten con el major parisino, el cual conquistó tres veces pero de cuyo periplo siempre se rescata un momento en particular, el día que la sonrisa, el ritmo brasileño y la melena de Guga hizo suspirar a la Philippe Chatrier como si fuera nacido en suelo francés.
1997. Guga Kuerten es un tenista más dentro del top-100, en una posición –N66 al comienzo del Slam galo- a medio camino entre jugar cuadros finales de torneos de menor categoría y tener que pasar las fases de clasificación de los torneos más importantes. El de Florianópolis acude a la primavera europea con tres derrotas en primera ronda en Montecarlo, Hamburgo y el Conde de Godó. Es en el Challenger de Curitiba, al calor de su gente, donde Guga acude para lograr la victoria final. Su nivel aún está lejos del de los mejores especialistas terrícolas del momento. Sin más aspiraciones que pasar de ronda y jugar despreocupado, Kuerten llega a París como un completo desconocido.
Dos semanas más tarde, con su camiseta Diadora con los colores de su bandera, y su inseparable entrenador Larri Passos, Guga es campeón de Roland Garros, después de deshacerse del campeón de 1995, el austríaco Thomas Muster, en tercera ronda, tras remontar dos sets a uno; a Medvedev también en cinco mangas, a Yevgeny Kafelnikov, vigente campeón del torneo, también en cinco mangas y tras remontar de nuevo dos sets a uno abajo, y a un doble campeón del torneo -1993 y 1994-, el español Sergi Bruguera. Kuerten entraba en la historia con todos los honores. Sin entrar nunca en una final ATP, Guga ganaba su primer título a nivel profesional en la tierra batida de París. Una historia increíble. En toda la extensión de la palabra.
Y es que en las tres ediciones que el brasileño ganó en París, lo hizo como si su peor enemigo pusiera los cepos más complicados de solventar. En esos tres años enfrentó siempre a Kafelnikov, dos veces a Ferrero; a Medvedev, Chang, Norman, Corretja, Muster… pero fueron los octavos de final del año 2001, ante el estadounidense Michael Russell, cuando Kuerten más cerca estuvo de la derrota y cuando a su vez también se ganó para siempre el alma del público francés.
Vigente campeón del torneo y primera vez que llegaba a la capital francesa como primer cabeza de serie, Kuerten superó las tres primeras rondas con facilidad. En 1ª ante el prometedor y futuro finalista tres ediciones después Guillermo Coria, en 2a al también argentino Agustín Calleri y al marroquí Karim Alami. El sorteo había deparado un potencial cruce de octavos ante Sergi Bruguera. El catalán se tuvo que retirar, yendo 2-1 arriba, en 2ª ronda ante un proveniente de la previa, Michael Russell, norteamericano aún en activo y dentro del top-100 ATP a sus 36 años. En plena efervescencia, Russell consiguió vencer al joven y talentoso Xavier Malisse –partido que Russell recuerda irónicamente tener a 3000 belgas en las gradas en una pista con capacidad para 2500- en cinco parciales, para enfrentar a Kuerten sin ninguna presión.
“Cuando entré a la cancha a enfrentarme a Guga mi pensamiento era, bueno, al menos no creo que pierda por 6-0 6-0 6-0”. Era la primera vez que Russell jugaba en París y desde la previa fue capaz de alcanzar la 4ª ronda, lo que le supuso alcanzar el top-100 por primera vez en su carrera. Michael jugó con el objetivo más que cumplido, llegando a incluso a sonreír despreocupadamente durante muchos tramos de los dos primeros sets. No sentía ningún tipo de presión. Con el paso de los minutos su confianza crecía tras ver que ganaba todos los largos intercambios y que imponía su ritmo en el partido. Russell estaba cerca de repetir la hazaña que Andrei Olhovsky realizaría ante Jim Courier en la tercera ronda de Wimbledon en 1992: ser el segundo jugador desde 1968 proveniente de la previa que ganaba en un Grand Slam al primer cabeza de serie.
El americano se hizo con los dos primeros sets y recuerda que el público enmudeció por completo. El campeón se jugaba permanecer en el torneo en el tie break del tercer parcial. Si Russell ganaba la muerte súbita, el campeón hacía las maletas. La condición de número 1 y vigente campeón traía estas consecuencias: la exigencia de ganar siempre. Kuerten lograría hacerse con el tie break, momentánea victoria que liberó su espíritu y deshizo la balanza en los dos últimos parciales.
Antes, el brasileño salvaría dos matchpoints con dos tiros a las líneas, con Russell sirviendo con 5-3 en el tercero. “De haberse ido fuera uno de esos dos tiros, me hubiera ido a casa y ahora tendría dos trofeos”. Russell afirmaría con sentido del humor que “desafortundamente, hay jueces de línea, porque hubiera cantado fuera ese tiro con matchpoint”. Tras terminar el encuentro, un sentimiento mutuo recorrió las gradas y el cuerpo de Guga, quien dibujó un corazón en la pista como muestra de agradecimiento a un público y un torneo al que siempre regaló su mejor tenis. “Sin lugar a dudas, fue el momento de mayor relevancia emocional de mi vida deportiva”. Palabra de Guga.