El partido que Nadal nunca pierde

El balear acude a Río de Janeiro con una puerta que lleva cerrada más de 10 años: un auténtico muro

Cuando Pablo Andújar tome la central de Río de Janeiro enfrentará a un rival en circunstancias de gran acomodo. El conquense, que estará en su primera semifinal de ATP 500, aterriza en una circunstancia poco habitual. Por su parte, Rafael caminará en un terreno más que conocido. Uno de los más cómodos de todos. Una semifinal en tierra batida. Partido fetiche en superficie fetiche. Cuando huele cercana la cima, sella sus grietas.

Hay una estadística que suele sacarse a relucir sobre Rafael Nadal para mostrar su dominio en la superficie. En el escenario más sonoro de la arcilla, Roland Garros, el balear presenta un rendimiento de evidente autoridad. No sólo ostenta el récord de coronas (8), apenas presenta una derrota en París para un balance abrumador (59-1). Nadal únicamente ha cedido un partido en su carrera en el torneo más importante de su superficie predilecta.

Otra realidad, menos llamativa pero igualmente resaltable viene determinada por su rendimiento en semifinales sobre tierra batida. Porque aquí no interviene únicamente la adenalina inherente a un despliegue de Grand Slam. Se va más allá del rendimiento puntual en el torneo clave de la superficie. Entramos en terrenos de la regularidad semana a semana. Pasar de coronar la gran cima en un suelo dado a practicar el control total sobre el mismo.

Rafael, en una carrera que alcanza ya la undécima temporada, solamente ha perdido una semifinal en tierra batida en toda su trayectoria. Fue la primera alcanzada en su carrera profesional. En 2003. En Umag. Con 17 años recién cumplidos. Ante el entonces número 4 Carlos Moyà (4-6 4-6). Más de dos años antes de lograr su primer Grand Slam. Siendo el 58 del mundo. Ése fue el único pestañeo al borde de una final sobre tierra. El único Rafael que perdonó una final en superficie predilecta al tenerla al alcance de la mano.

Desde entonces, ni un solo indulto. Desde su primer título en Sopot 2004 hasta el último Roland Garros en la temporada 2013, un total de 48 semifinales consecutivas en tierra saldadas con el mismo desenlace: la victoria del mallorquín. Una racha construida en gran parte entre grandes eventos: 23 Masters 1000 y 8 Grand Slam. Es un partido que nadie le ha ganado en la última década. Uno de los mayores muros en una carrera blindada sobre arcilla.

Más de una treintena de jugadores se han enfrentado al reto sin éxito. Entre todos ellos, Novak Djokovic sobresale como el más amenazante. Junto a David Ferrer, el rival que más se ha estrellado contra esa barrera: hasta en cinco ocasiones pestañeó en una semifinal de arcilla ante Rafael. Pero el que más apretó de todos: incluyendo aquel pulso de Madrid 2009 - con sus 4 horas y 3 minutos, convertido entonces en el partido a tres sets más largo de la historia; o el choque de Roland Garros 2013, donde dispuso de rotura en el quinto parcial que terminó entregando por 9-7. En ambos casos, Nadal mantuvo bloqueado el grillete.

Considerado el mejor tenista de todos los tiempos sobre tierra batida, el balear gana aún más enteros conforme va sumando encuentros en las piernas durante una semana dada. En su primera toma de contacto con la arcilla desde el pasado mes de septiembre, el primer evento individual desde mayo, Rafael ha ido imponiendo un tenis de gran expresión ofensiva hasta desbordar con total autoridad a sus rivales.

La dinámica de resultados muestra claramente ese acople progresivo a una pista singularmente viva (6-3 7-5 a Gimeno-Traver; 6-1 6-2 a Albert Montañés; 6-1 6-0 a Joao Sousa). Eso enfrentará Pablo Andújar en Río de Janeiro: un candado que lleva más de 10 años cerrado.

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