
Serena Williams se proclamó campeona del US Open 2013 tras batir a Victoria Azarenka (7-5 6-7 6-1) en un partido con fases vertiginosas. La norteamericana, pentacampeona en Nueva York, extiende su colección de Grand Slam hasta los 17 cetros, quedando apenas a una corona de figuras como Martina Navratilova o Chris Evert. Paso a paso la menor de las Williams va estrechando el cerco en el escalafón histórico de la disciplina. Firme número 1 y registrando los mejores números de su trayectoria, comienza a surgir la pregunta sobre dónde se detendrá su marca de conquistas en escenarios nobles.
Saltos a montones, gritos desgarradores que surcan el estadio más grande del mundo. Un amasijo de músculos fuera de sí botando con el entusiasmo de una niña. Emoción desbordada. "Come on! Come on! Come oooon!" brama Serena con un fervor desmedido bajo el cielo de Nueva York. Es un espíritu desatado tras arreciar una tormenta. La Arthur Ashe, el escenario tenístico más cavernoso del planeta, convertido en una auténtica caldera. Eso un corner en Anfield. Una grada entregada al espectáculo servido. Serena, un tren en marcha toda la quincena, ha visto cómo una tenista sometida resucitaba ante sus ojos. Por dos veces sirvió Serena para ganar en dos mangas y se vio arrastrada a una manga decisiva ante el empuje competivivo inherente a Azarenka. Eso lo ha contemplado Nueva York, que despidió con honores la pelea recién atemperada. Pese al descafeinado desenlace, con el aditivo de los nombres y el escenario, uno de los partidos más intensos de la temporada.
Porque el encuentro, por momentos, se desata en medio de un vendaval. Las pelotas viran como una bolsa de plástico en una corriente de aire caliente. Un condicionante que emborrona la cadencia del partido en sus compases iniciales. No obstante, lejos de arrebatos de impotencia, el gesto de Serena es la imagen de un escarmiento. Williams viene de ceder una final por pura displicencia. Sus caídas ante Azarenka destacan, evidentemente, virtudes en la bielorrusa. Perseverancia, creencia en la victoria, resistencia mental, excelencia atlética. Pero conjugadas con capitales defectos en Williams. En Nueva York, pese a que mostrará momentos de tensión palpable, como los dos servicios errados para cerrar el partido, su conexión competitiva en notable.
Es Serena Williams rodeada por un batallón de enemigos. Está Victoria Azarenka, número 2 del mundo y verduga en los dos precedentes del curso sobre cemento. Está su condición de favorita, compañero habitual de viaje pero ejerciendo su grado de presión. Está la corona a defender, un reto jamás amarrado en La Gran Manzana. Está el viento, rasgando el margen de error de una mujer que rompe la bola. Y está, finalmente, un vestido vaporoso cuya falda baila al aire terminando por agrietar la estabilidad de Williams. Es una mujer remando contra mil frentes.
Es un encuentro donde se observa que las más grandes también tiritan. Los nervios atenazan a la estadounidense, que llega a servir hasta dos veces para ganar el partido durante la segunda manga, cediendo en ambos casos ante la resistencia de Azarenka, incluyendo una entrega a través de doble falta. Donde pudo haber reminiscencias de la final recientemente entregada en Cincinnati tras haber dispuesto de saque para coronar la pelea. O, cosas del destino, una reescritura de la final de 2012 en Nueva York, donde fue Azarenka quien pagó caro no cerrar la contienda al servicio.
La alcalinidad de la norteamericana, finalmente coronada, sigue sumando hojas en el manual histórico. La número 1 más veterana de la historia, a dos semanas de cumplir 32 años, se convierte en la campeona más veterana del US Open en la Era Abierta. Es una muesca más en un hambre desatada al caminar por la tercera década. Sale de Nueva York con el noveno título del curso bajo el brazo, batiendo su plusmarca entre los muros de un mismo año. Con 66 triunfos en la temporada, jamás ganó tanto durante una campaña en su carrera. Una mujer que vive en el techo y parece estar dispuesta a seguir empujando.
¿Y Azarenka qué? Sale derrotada, aunque relativamente. Vuelve a ceder ante Serena en Grand Slam, estirando un registro negro (0-7) ante su mayor rival. Eso significa que, pese a voluntad, hay inoperancia. Y vuelve a ceder el pulso decisivo en Nueva York, tras haber entregado la final de 2012. No obstante, moralmente es una demostración de orgullo deportivo. Porque hay una diferencia notable entre someterse o ser sometido. Y caer con honores ante Serena, que destroza sets como quien desmenuza una magdalena, tiene un valor a considerar.
Para Azarenka, siendo el resultado el elemento de calado histórico, la realidad del partido se encuentra en la manera de perder. Las cosas no se explican únicamente con el frío blanco sobre negro que dejan los libros para la posteridad. Siempre hay mucho más. Y si bien Victoria se inclinó con firmeza en el tercer parcial, sumando desde el resto apenas seis puntos y llevando un solo juego a la bolsa, el reconocimiento debe quedar en su espíritu para dar forma a ese tercero. Es una luchadora incansable ante Serena. Terminó pestañeando, pero aguantó la mirada. Donde muchas encuentran gas pimienta, ella separa los párpados. Es la frialdad del equilibrista. Tiene esa capacidad para caminar sobre la cuerda con una confianza ciega.
La grandeza para Vika no estaba ya en ganar la final. Destino lógico de una competidora de élite por otra parte.. De una número dos del mundo peleando por uno de los títulos más importantes de su disciplina. El mérito radicaba en llegar a ese tercer parcial. En un torneo donde Serena reparte 6-0 y 6-1 a cada paso, dejando con gesto resignado a todo rival encarado ¿de dónde saca Azarenka fe para levantar un 5-7 1-4*? ¿A qué se aferra Victoria para, con un set y dos breaks a la espalda, seguir pensando que es posible seguir respirando? ¿qué le lleva a levantar después un 1-3 en el tiebreak? Parece disfrutar de la pelea.
No es de recibo a alabar a Azarenka simplemente por pelear en un partido. ¿No se le debe presuponer eso a una deportista profesional? ¿No está en el abanico de méritos de una número 2 del mundo tener un mínimo de entereza competitiva? Pero es el contexto actual de sumisión el que hace brillar su entrega. Victoria se enfrenta a una leyenda y mantiene una predisposición de brega constante. Es la manera de caer. Siempre que acude a la llamada de la número 1 del mundo abandona la pista con la sensación de haberlo dado todo. Y, como reza el dicho, quien hace cuanto puede no está obligado a más. Y, si no ha podido hoy, al menos ha llegado donde muchas ni hubieran imaginado. O donde no hubieran tenido arrestos para haber remado. Con esa voluntad de vaciarse, otro día llegará.
En una época donde bajar los brazos ante Serena se hace ley, hay una mujer que sigue alzando el mentón aunque el barro le llegue a la altura de las rodillas. Su insumisión en los escenarios más nobles de la disciplina ante Serena Williams recibió un nuevo capítulo en la colección de grandes obras.
Serena abandona Nueva York con el mazazo buscado y un horizonte de dominio interesante. Con un puñetazo sobre la mesa ante la número 2. Con la número 3, la lesionada Sharapova, fuera de escena y el resto sin palabra aparente en la mesa de debate. El listón de 2012 (Wimbledon, oro olímpico, US Open, WTA Championships,...) estaba alto. Con el regreso al número 1, once finales, nueve títulos -incluyendo Roland Garros y Nueva York-, apenas cuatro derrotas y logrado todo ello apenas comenzado septiembre, Serena se ha superado.