Del Potro silencia a golpes el dolor
El argentino, por primera vez semifinalista de Wimbledon, pugnará con Djokovic por alcanzar la final


Es la batalla de los inválidos, una guerra de infiltraciones, vendajes y dolores. Tirado sobre el pasto de la central del Grand Slam más prestigioso del mundo celebra Del Potro que está en las semifinales de Wimbledon por primera vez en su carrera. Para llegar ahí, sin embargo, cruza el averno. Superadas han quedado las lágrimas que invaden su rostro cuando se dobla abruptamente la rodilla en el primer juego del encuentro y la retirada golpea sus pensamientos ("prueba uno o dos juegos a ver qué tal responde y si puedes aguantar el dolor", le dice el fisioterapeuta). Superado el miedo a pulsar la resistencia a cinco mangas de Ferrer, un maestro del ritmo curtido en mil refriegas. Superados los fantasmas de volver a morir a las puertas de las semifinales de un grande, ronda que no alcanzaba desde que ganase el US Open en 2009. No obstante, el partido nace igual que muere: condicionado por las limitaciones físicas que sufren ambos jugadores.
Esto es lo que sucede. Por la mañana, Ferrer abandona la pista de entrenamiento diez minutos después de pisarla para calentar porque el dolor en el maléolo le impide continuar. El español, que en la jornada previa a los cuartos de final se queda en el gimnasio, se infiltra por tercer partido consecutivo para silenciar los gritos provocados por el esguince que padece en el tobillo izquierdo. Cuando sale a la batalla lo hace sin sentir nada, ni tan siquiera el apoyo del pie. Del Potro, por su parte, también camina sobre una cuerda. La rodilla, aparatosamente vendada tras resbalar y caer ante Zemlja, condiciona sus movimientos y le obliga días atrás a plantearse la retirada del torneo como una opción real, idea que finalmente aparta de su cabeza. "La rodilla no empeora, pero tampoco la tengo como me gustaría, dice tras superar los octavos de final frente a Seppi. Su decisión de no abandonar, de resistir el dolor, le lleva a las semifinales de Wimbledon, donde jamás había estado. Allí aterriza como una bestia.
En el partido de cuartos de final el argentino es un animal. Desde la tremenda caída que le hace temer por su continuidad en el duelo, Del Potro construye la victoria de golpetazo en golpetazo. Pese a que sus tiros vuelan impregnados con la ponzoña de los elegidos, el argentino apenas falla (suma 42 disparos ganadores por 11 errores no forzados, una barbaridad). Además, firma un 72% de primeros servicios, gana el 87% de los puntos que disputa con ese primer saque, dispara 12 saques directos y no concede ni un solo break a Ferrer, que termina desesperado porque no encuentra la forma de agarrarse al partido. "El tobillo nada, igual que hasta aquí. Del Potro jugó mejor que yo y punto. Ha servido y restado mejor. Cuando juega así...", dice tras quedar nuevamente a una victoria de alcanzar las semifinales en el único Grand Slam que le queda.
El número ocho mundial brilla por encima del dolor. Sus lacerantes latigazos jamás encuentran respuesta. Si golpea en estático, Ferrer tiene un problema. Si lo hace en carrera, el español tiene un problema muy grande. Pese a que el susto inicial condiciona los compases iniciales del partido, Del Potro jamás vuelve a temblar. Golpea cada pelota con la determinación de los campeones. Saca como siempre y resta como nunca, anulando lo mejor que Ferrer sabe hacer. Los aciertos los escribe el argentino. Ferrer, obligado por la tormenta, redacta los fallos pese a que nunca baja la cabeza y estira la tercera manga hasta un desempate que también pierde. Incapaz de encontrar una salida, el alicantino, que desde el lunes será número tres por primera vez en su vida, abandona Londres por segundo año consecutivo en la ronda de los ocho mejores.
Ahora, Del Potro cruzará con Djokovic por un puesto en la final de Wimbledon en un encuentro con aroma al duelo que disputaron por la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres. "Novak es el favorito, pero yo no voy a pensar en eso, trataré de salir a jugar igual que con todos". En semifinales, los dos únicos jugadores que no han perdido un set en el torneo, dos campeones de Grand Slam. Para Djokovic es la oportunidad de borrar el agrio sabor de las semifinales de Roland Garros, su gran objetivo del curso. Para Del Potro, protagonista de un año lleno de luces y sombra, la perfecta ocasión de golpear la mesa para que nadie olvide su proeza de 2009. En Londcres, la penúltima guerra antes del asalto al trofeo.