Dos años sin llegar a la segunda semana de un Grand Slam son muchos para un jugador como Fernando Verdasco. En enero de 2011, el madrileño se encontraba en el top-ten del ranking ATP y caía con Tomas Berdych en la cuarta ronda del Open de Australia. A partir de ahí, los resultados del que fue séptima raqueta mundial han sido irregulares, y no le han alcanzado para inscribir su nombre entre los dieciséis mejores en un major. Tras un inicio de temporada realmente descorazonador, Verdasco ha subido el nivel. Se pudo ver en Madrid, donde volvió a ganar encuentros de forma consecutiva. En Roland Garros y en Eastbourne lo siguió confirmando. Y en Wimbledon lo ha acabado por demostrar. El mejor Fernando Verdasco está de vuelta. ¿Vendrá para quedarse?
Fernando Verdasco no es un jugador muy común si lo comparamos con el perfil clásico del tenista español. Desde sus comienzos en el circuito ATP -con aquel gran torneo que realizó en Cayo Vizcaíno allá por el 2003- se vio que el madrileño podía jugar muy bien en pistas rápidas. Era competitivo. Jugaba liftado, a ritmo, abriendo muchos ángulos. Se aprovechaba de su condición de zurdo. Pero también podía pegarle plano. Podía reventar la bola si quería. Vivía a la sombra eso sí, de otros nombres como Feliciano López que alcanzaron antes rondas avanzadas en majors.
Si en alguna superficie destacó pronto Fernando Verdasco fue en hierba. Sobre el césped londinense alcanza la segunda semana en el año 2006. Cae en un partido memorable ante Radek Stepanek en octavos de final. Antes, había conseguido que David Nalbandián, todo un finalista en la catedral del tenis, hincase la rodilla en sets corridos. Solo era un aviso de lo que podía conseguir en un futuro. Ese jugador de tenis de ataque, capaz de finalizar el intercambio en apenas un golpe o de alagarlo hasta que la exigencia física fuese elevada, estaba asomándose poco a poco.
En Wimbledon ha logrado buenos resultados pero nunca ha acabado de dar un golpe sobre la mesa. Ha sufrido derrotas duras. Si la de Stepanek fue complicada de digerir no le va a la zaga la que encajó dos años después ante Mario Ancic. Aunque el croata era un antiguo semifinalista del torneo estaba lejos de su mejor nivel de juego debido a la mononucleosis que le azotó durante años. Verdasco llegó a dominar dos sets a cero antes de perder en la distancia por 13-11. Los cuartos de final se esfumaban de nuevo, al igual que al año siguiente en su última incursión en la segunda semana. El cañonero Ivo Karlovic le agujereó a saques directos. El bueno de Fernando no tuvo ni una bola de break en los cuatro sets que se disputaron.
Le falta un gran resultado a Verdasco en Wimbledon. Alcanzar los octavos de final varias veces está muy bien, pero Fernando tiene tenis y condiciones para más. Hace un par de años cambió su rutina de trabajo, esa que le había llevado al top-ten y que le convitió en un auténtico toro en la pista. Su musculatura le llegó a lastrar en exceso y eso le hizo perder velocidad. Sus tiros se desajustaban. Perdió su condición de tenista de élite y empezó a abandonar los torneos antes de tiempo. Cada vez era más normal ver que Verdasco pasaba más rondas en dobles que en individuales.
La modalidad de parejas le alivia. Le hace estar alerta, entrenar para el single y aumentar su confianza. Porque en el doble gana. Una vez finalizada su asociación con Feliciano López que tantos réditos le dio a nuestro país en la Copa Davis se unió a su buen amigo David Marrero para competir. Con el veterano jugador canario encontró un compañero estable y casi sin quererlo se encontraron en la lucha por entrar a la cita de fin de año en Londres que reúne a las mejores parejas del mundo. Verdasco estuvo presente en 2009, pero para jugar individuales. Y de eso ya hace demasiado tiempo.
Un par de semanas antes del inicio de Wimbledon salió la lista de participantes del torneo de dobles y en ella estaba David Marrero haciendo pareja con Andreas Seppi. Ese tándem era una sorpresa porque Verdasco prefirió no jugar dobles. Quería centrarse en el torneo individual y no perjudicar a su buen amigo si no iba a estar al 100% compitiendo en el evento de parejas. La decisión no ha podido ir mejor, a pesar del momento de forma que ha estado atravesando y del duro cuadro al que ha tenido que hacer frente en The Championships.
Fuera de las cincuenta mejores raquetas del mundo y en una crisis manifiesta de juego y resultados, así se encontraba Fernando Verdasco antes de encarar el mejor torneo del mundo. En Indian Wells, solo le hace un juego a Jarkko Nieminen. No defiende las semifinales de Barcelona ni los cuartos de Madrid y el temido descalabro en la clasificación ATP se materializa. Sin embargo, en la capital de España se le ve mejor. Bate a Goffin. Y también a Raonic. Se queda a un pasito de los ocho mejores, y las sensaciones empiezan a cambiar. En Roland Garros pierde pronto ante Tipsarevic pero plantando cara.
En hierba, no le van mal las cosas. Cae ante Feliciano López en cuartos de Eastbourne pero su nivel de juego se eleva. En Wimbledon supera el primer escollo con solvencia. Xavier Malisse, su verdugo el año anterior, cae en cuatro sets. A pesar de ceder el set inicial no se descompone y acaba destrozando al belga, que había ganado una semana antes en Rosmalen a David Ferrer. Julien Benneteau tampoco es rival. Verdasco atina en los desempates y avanza a tercera ronda sin perder un solo parcial ante el galo. Gulbis, que echó a Tsonga en la ronda anterior -con la colaboración de la rodilla del de Le Mans- tampoco le ha podido forzar ni un cuarto acto. Fer no está para concesiones. Vuelve a plantarse en octavos de final. Andy Murray en el horizonte pero antes Kenny De Schepper. Un cañonero que se encuentra ante la oportunidad de su vida en el mejor torneo del mundo. Verdasco también la tiene. Quiere romper esa barrera que no pudo superar ante Stepanek, Ancic y Karlovic. Si el mejor Verdasco ha vuelto y viene para quedarse el gigante francés va a tener muy pocas oportunidades.