
La hierba es una superficie que se atraganta a muchos tenistas. La importancia del saque y de los golpes planos hace que sean muchos los jugadores con otro tipo de patrón de juego que sufran mucho en estas circunstancias. Repasamos algunos de ellos.
Amada y esperada mucho, la temporada de hierba ya está en marcha. Puntos cortos, veloces, golpes planos, reveses cortados, aces o sutiles voleas forman parte del repertorio de los más adiestrados en la superficie con más tradición dentro del mundo del tenis. Sin embargo, lo que para unos es una oportunidad de brillar, para otros no lo es tanto. Más bien, al contrario, es momento de echarse a temblar. Un patrón de juego totalmente contrario a lo que requiere el césped, falta de adaptación, e incluso en algunos casos una simple cuestión mental, complican más las cosas de lo deseado.
En especial, quien más suelen sufrir este “mal de la hierba” son los tenistas españoles y sudamericanos, especialistas en entrenar y jugar en pistas de tierra, pero poco acostumbrados salvo excepciones a competir en pasto. Así, por ejemplo, dentro de la Armada española nos encontramos jugadores que ni siquiera saber lo que es sumar un triunfo en césped. Es el caso de Pablo Andújar o Albert Ramos, dos hombres incapaces de salir vencedores en un partido de un cuadro final de un torneo de hierba. El conquense presenta un contundente 0-9 en sus encuentros sobre la superficie más rápida del circuito (si bien ganó en 2007 un partido de fase previa en Wimbledon), mientras que el catalán tiene a sus espaldas una carga de dos derrotas en las dos veces que ha competido sobre este tipo de suelos.
No sin victorias, pero con pocas en su casillero se sitúa, por ejemplo, Daniel Gimeno Traver (2-9) o Carlos Berlocq (3-11). Hablábamos de españoles y sudamericanos como tenistas con más déficit en hierba, pero existen otros que tampoco brillan especialmente en la rápida superficie pese a tener un palmarés de relevante éxito. Es el caso de Nicolay Davydenko, quien apenas ha sumado diez victorias en sus 30 partidos en pasto.
El ruso va perteneciendo poco a poco ese grupo de tenistas notables que nunca tuvo en la hierba a su mejor aliada. Y es que si echamos mano de la historia, vemos a muchos Top 10 que tuvieron serios o más que serios problemas a la hora de afrontar el verde terreno. Entre ellos, muchos número 1 como Thomas Muster, que perdió 10 de los 17 partidos afrontados en hierba, o como Carlos Moyá, quien presenta un balance negativo (13-15) en sus duelos sobre pasto, destacando el hecho de que sólo una vez en su carrera pasó de la segunda ronda del torneo de Wimbledon (2004, donde llegó a octavos), si bien el balear demostró alguna que otra vez que sabía jugar bien en pasto (final Copa Davis 2003).
Moyá y Muster no están sólos entre los números 1 a los que la hierba no les sentaba nada bien. Marcelo Ríos (6-6) o Gustavo Kuerten (7-8) nunca pudieron sentirse lo suficientemente cómodos que sí lo hacían en tierra y pista rápida, incluso cubierta.
Hemos mencionado número 1 que no lo hicieron del todo bien, pero fuera de ellos existen muchos casos de tenistas destacados que no desarrollaban su mejor tenis en suelo verdoso. Albert Costa (2-6), Alberto Berasategui (0-2), Thierry Tulasne (2-8), Nicolás Massu (6-12), Félix Mantilla (5-10) son ejemplos lo suficientemente ilustrativos, como también Gastón Gaudio (2-6) o Mariano Puerta quien apenas sumó un set en sus cuatro partidos en césped, y lo hizo ante Franco Squillari, un tenista que dejó una marca de 1-6 en hierba. Curiosamente su única victoria como pueden imaginar fue ante el finalista de Roland Garros 2005.
Ni siquiera tener aparentemente cualidades propicias para jugar bien en pasto es sinónimo de victoria en la superficie. Ivan Ljubicic tenía un buen saque, un tenis muy directo, pero en Wimbledon jamás sobrepasó la tercera ronda y en su carrera presentó un 24-26 en el total de partidos en la superficie, donde eso sí ganó el torneo de s'-Hertogenbosch.
Por supuesto, en muchos casos estos resultados encuentran una explicación. La hierba anteriormente era mucho más rápida que lo que lo es ahora y requería especialistas, y encima al repartir pocos puntos, hacía que muchos tenistas directamente no acudieran a jugar este tipo de torneos, o si acudían era a cumplir el expediente, pero sabedores de la dificultad que entrañaba ganar partidos sin apenas entrenar sobre ella. Y es que querida, o amada, así es la hierba.