Nadal es mucho Nadal en Roland Garros
El español levanta a la Philippe Chatrier con una victoria infartante ante el #1


Me gusta imaginar aquel momento en que Rafael Nadal entraba por primera vez en competición en Roland Garros. Aquel momento en que puso un pie por primera vez sobre esa arcilla de una pista parisina. Ese momento en el que nadie sabía la cantidad de emociones, guerras y sonrisas que el tiempo reuniría para siempre entre Rafa y Roland Garros; una historia de leyenda, de las que trascienden el deporte, que siempre tienen comienzos tranquilos, simples y diarios. No era un desconocido cuando ocurrió. Apenas contaba 18 años, pero llegaba tras levantar las coronas de Montecarlo, Barcelona y Roma. En 2013, ocho años después, ya ha levantado en siete ediciones esa ansiada Copa de los Mosqueteros con una Philippe Chatrier que pasó de sorprenderse a prenderse, de alucinarse a acostumbrarse, y que tras mucho tiempo se ha aclimatado a contemplar un Nadal cada día más grande, cada día más veterano, cada día más completo pero siempre igual de fiero, achicando rivales con facilidad deslumbrante.
La historia de Rafael Nadal no ha sido tan cómoda como un vistazo a los resultados puede concluir. Su tío, Toni Nadal, tuvo la capacidad si no para preparar e imaginar todo lo que llegaba, sí para inculcar unos valores y un carácter que han llevado a Rafa a sin tener el mejor revés, el mejor servicio, la mejor muñeca o la mejor movilidad convertirse en un ejemplo para el mundo del tenis y del deporte en general. Rafa Nadal sabe leer partidos, sabe pensar estrategias, sabe luchar emociones y sabe aprovechar oportunidades. Todo eso, y mucho más, es lo que ha permitido a Nadal no sólo consolidarse en la élite del circuito ATP sino también compendiar la perfección sobre tierra batida, convirtiéndose en el mejor tenista de la historia sobre esa superficie, y sacar adelante partidos como el de hoy.
Su capacidad para levantar tantas duras batallas en tierra y su capacidad para levantar crisis en su juego a lo largo de toda una ya larga carrera, logrando una continuidad desconocida en la historia de este deporte, es lo que le ha permitido superar una angustiosa lesión que le separó de los Juegos Olímpicos de Londres, de Wimbledon 2012, del US Open 2012, del Open de Australia 2013... todo ese largo sufrimiento, todo ese extremo calvario tan desconocido de siete largos meses ajenos a la velocidad del circuito es lo que se representó en el partido de hoy ante el mejor jugador actual del circuito, y lo hizo a las mil maravillas. Tras apretar el encuentro en el segundo set, Rafa supo hacer de Djokovic una caricatura de sí mismo, algo en lo que el escaso nivel en ese momento del partido del serbio colaboró. Rafa creció y creció, hasta que consiguió ir poco a poco apretando a Nole, que se iba quedando sin oxígeno.
“Forza”, grita Toni Nadal desde el banquillo a su pupilo antes de afrontar el 40-A en el 5/5 del cuarto set. Nadal le pone garra y carácter, su mayor virtud, y consigue arañar al balcánico. La central después grita “Nole, Nole” cuando el serbio rompe para empatar a 6 juegos el cuarto parcial. Es en esos momentos en los que se juega la final, en los que el corazón, la cabeza e incluso la magia deciden decantarse de un lado. Consiguió prolongar Djokovic su buen juego. Con más vidas que ninguno, el mayor rival de la historia de Rafa Nadal le exigió más que nadie, al español se le escapó la cuarta manga y por momentos pareció que se le iba la quinta. Sin embargo, los momentos de magia volvieron. La competición al máximo nivel retornó, y fue el momento de la lucha entre dos grandes campeones. Cualquiera se mereció el partido, no hubo gran tenis, sí grandes emociones, y triunfó el rey de las emociones: Rafael Nadal.
Un partido que se esperaba largo tiempo, llevábamos un año sin ver a Nadal a estas alturas de un Grand Slam y volvió por la puerta grande. Derrotó a Djokovic, consiguió sobreponerse a los arreones del serbio, igual que lo hizo durante tantos meses a los arreones de su lesión. Es la cultura del esfuerzo que a Rafa le han inculcado desde pequeño y de la que hoy es gran bandera. Esta calurosa tarde parisina, rota en gritos la Philippe Chatrier que en tantas veces coronó al español, ovaciona el tourmalet escalado por Rafa Nadal que hoy tuvo su etapa reina pero que cuenta un año que parece una eternidad pedaleando en etapas pequeñas, en las que no hay aplausos, pero sin las que al tourmalet nunca llega y mucho menos para afrontarlo con tal brillantez.
En pie, señores: ¡vaya dos cracks del deporte! Gane el que gane y pierda el que pierda. Eso sí, de nuevo, y al fin, hoy Rafa fue Rafa. Y cómo si no, lo fue en París, en Roland Garros, en la catedral de la tierra batida, que espera ya al rey Nadal el domingo en la gran final.