Si pestañean se lo van a perder... Serena Williams aplastó 6/0 6/1 a Sara Errani en la segunda semifinal femenina de Roland Garros. Fue un auténtico recital de winners, en 46 minutos fue capaz de ejecutar 40 por sólo 2 de la rival, de colocar 5 aces, de servir sobre 200km/h mientras Errani no superaba los 140 y que apenas permitió a la italiana conseguir 8 puntos por set. Una auténtica leona desatada, incontrolable, incontestable... con una potencia, una precisión y una muñeca inverosímiles.
Hoy fue tan Serena, tan tremenda, tan perfecta... quizás cuando hace algo más de un año, Serena Williams se puso en contacto con Patrick Mouratoglou, fue cuando la americana asestó un golpe más fuerte a la WTA. Sacudió los cimientos a medio derruir de un circuito femenino inestable y lleno de alternativas, en el que jugadoras dominaban básicamente por su constancia sin tener el mejor tenis ni el mejor carácter capaz de sacarlo a relucir en las grandes ocasiones. Serena quería ganar el oro olímpico individual, era su piedra filosofal, aquello que ansiaba desde hacía mucho tiempo y que sus vitrinas echaban de menos. Supo que Mouratoglou tenía la fórmula, y se decantó por él.
Un año de comienzo pobre, transformado en brillante cuando llegaron Wimbledon y los Juegos Olímpicos. Serena logró lo que buscaba: sumó dos oros olímpicos más a su historial, el individual primero, su gran objetivo, y el de dobles femenino después, alegre junto a su hermana Venus con quien había sufrido una enfermedad extraña y triste, que había apagado a su hermanísima, a su rival y a su ejemplo, como ella ha reconocido en otras ocasiones. Sin embargo, más allá de aquel objetivo cumplido, Serena había cambiado en algo. La alianza con Patrick, más allá de lo personal, dio un resultado inesperado.
Junto a Patrick Serena no sólo logró triunfar donde quería y levantar aquella medalla que tanto había esperado, sino que aquellos meses de lucha y unión con el preparador francés calaron hondo en Serena. Desde entonces, cambió. Y no cambió para un torneo, no. Cambió en su manera de afrontar este deporte. E incluso cambió su vida misma. Ya no hay ausencias de Serena, ya no hay batacazos de Serena, ya no hay más Serena de la antiguo. Desde entonces, hay una nueva Serena, que prepara mejor las estrategias ante las rivales, que entrena más duro, que jamás se aburre en pequeños torneos y ante pequeñas rivales, que deja atrás declaraciones fuera de lugar, que se ha convertido en un ejemplo no de cómo desperdiciar talento sino de cómo exprimirlo.
¿Saben por qué Serena sólo cuenta con un Roland Garros en toda su trayectoria? Es simple: porque nunca tuvo el coraje de esforzarse lo suficiente como para ganar otro, porque nunca fue capaz de preparar los puntos, de trabajar el aspecto de mental, de saber sufrir como se hace en esta superficie. Y saben por qué lo ganó en 2002, porque quiso hacerlo. Serena no gana siempre que quiere, no hay que llegar tan lejos, pero sí casi siempre; sin embargo, si no quiere muchas veces también ganó, pero no en tierra batida.
¿Por qué cayó 6-2 4-6 7-5 ante Henin en 2003? ¿Por qué 7-6 (3) 5-7 7-5 ante Kuznetsova en 2009? ¿Por qué 6-2 6-7 (7) 8-6 contra Stosur en 2010? ¿Y por qué no salvó aquel 4-6 7-6 (5) 6-3 ante Razzano hace un año? Se lo repito: porque no supo sufrir. Hoy sus rivales tienen un problema y es que Serena Williams ha decidido de común acuerdo con Patrick Mouratoglou que su fortaleza mental no se base sólo en el aspecto externo, intimidando a las rivales, sino también en el interno, sabiendo sufrir. Sabiendo crecer. Sabiendo estar no sólo a las buenas, sino también a las malas. Y si está, las malas terminan convirtiéndose en buenas. Por eso suma ya 30 victorias consecutivas, las 24 últimas sobre su peor terreno. Por eso el próximo lunes aparecerá en los rankings superando la cifra de los 13.000 puntos, convirtiéndose en la tenista con mayor puntuación de la historia, conforme a este nuevo sistema. Por eso Serena deja tanta huella, y por eso es muy probable que la siga dejando mucho tiempo.
Por momentos en el pasado Serena fue un enorme talento que jugaba muy bien al tenis, hoy por hoy es un enorme talento hecho tenista. Y tenista con el grado de profesionalidad, responsabilidad, ejemplo, esfuerzo y regularidad que eso implica. Con el tiempo, se lo confieso, me va gustando más Serena. Hace no tanto detesté a aquella figura que aparecía cuando quería para dejar al resto en evidencia, que poseía un talento innato que desperdiciaba por doquier, que decía en rueda de prensa idioteces a montones, que no respetaba a las rivales y que era un mal ejemplo, pues representaba perfectamente cómo derrochar un don. Ya no es así. Ahora Serena no es que me guste más o menos, es que me parece un ejemplo. Es que se ha convertido en una referencia de cómo disfrutar una destreza, una aptitud y un arte.
El sábado disputará la final ante Maria Sharapova. La organización estará contenta, tiene el duelo esperado, la final soñada. Se espera de Masha una mejor versión que la vista en Madrid, Miami o los Juegos Olímpicos, una versión que mire a los ojos de Serena por muy rotundo que sea el head to head. Ambas buscarán su segundo Roland Garros, ambas pasarán a la historia por haber completado el Career Grand Slam, ambas llevan toda una vida en el tenis (una 16 años, la otra 11), toda una vida siendo protagonistas y toda una vida llenando pistas. El sábado será su 16º encuentro. Sharapova es la vigente campeona, Serena la vigente #1... hay un reinado sobre tierra en juego. Eso será el sábado, mientras hoy esa leona llamada Serena Williams sorprende, impresiona e ilusiona.