Ganar un sacador en Roland Garros no es nada fácil. El hecho de disputarse el torneo sobre tierra batida y la supremacía de Rafa Nadal en los últimos años complican mucho las posibilidades de éxito de los que basan en el saque buena parte de sus opciones de victoria. Sin embargo, esta edición, la cosa parece pintar diferente.
Llegados al primer viernes de torneo, una de las cosas que más sorprende en París, además de la pésima meteorología, es la presencia en el cuadro de multitud de sacadores. Roland Garros, el Grand Slam de los jugadores de fondo de pista por excelencia, el sitio reservado para aquellos menos dotados con el servicio, parece querer convertirse en esta edición en el paraíso de los grandes “cañoneros”. Tenistas como Jo-Wilfried Tsonga, como Milos Raonic, Kevin Anderson, Feliciano López, Sam Querrey están ya en la tercera ronda. John Isner o Jerzy Janowicz en segunda, pero con amplias opciones de meterse entre los 32 primeros.
Que el saque cada día tiene más importancia en el tenis nadie lo discute, es evidente. Y que la tierra de Roland Garros es cada año más rápida, tampoco, pese a que la lluvia esté convirtiendo a las canchas esta edición en más pesadas. Sin embargo, pocas temporadas ha habido tanto buen sacador en dieciseisavos de final. Los Simon, Ferrer, Nadal, Fognini y jugadores acostumbrados a hacer del saque en pistas de tierra un arma para empezar a construir el punto, pero no para ganarlo ya son menos. En ese sentido, es como si el golpeo plano le fuera ganando el terreno progresivamente al liftado, en la casa de éste.
En los últimos 30 años, es cierto que ha habido algunos ejemplos de sacadores puros que han llegado a rondas finales. en París. Ahí está el ejemplo de Michael Stich, finalista en 1996, Martin Verkerk, finalista en 2003, Robin Soderling, finalista en 2009 y 2010, o las semifinales de Ivan Ljubicic en 2006. Incluso jugadores de marcado juego de ataque como Patrick Rafter o Tim Henman pisaron la penúltima ronda en algún momento en los últimos 16 años. Dejando al margen la excepción que representa Roger Federer, sin embargo, obtener el triunfo históricamente se les ha resistido a este tipo de jugadores ofensivos.
De hecho, si uno mira el palmarés del Grand Slam galo, prácticamente desde la Era Open, apenas encuentra sacadores natos entre los campeones. Gustavo Kuerten, Roger Federer y Carlos Moyà, quizás hayan sido los tenistas con mejor servicio que han conquistado París desde entonces, pero todos ellos tenían un extraordinario juego de fondo de pista.
Saber hasta dónde pueden llegar los Janowicz, Tsonga, Isner, Anderson o Raonic es difícil, aunque con la presencia de Djokovic, Nadal o el propio Roger se antoja complicado verlos alcanzar la final o incluso la semifinal. Pero sí que sirve quizás para reflejar una tendencia. Todos ellos parecen ya no encontrar en Roland Garros un muro insalvable, sino más bien todo lo contrario. Es posible que sea París, después de Wimbledon, el mejor Grand Slam para sus características.
Algo que choca de frente con la idea que siempre se ha tenido de Roland Garros, de terreno para especialistas de la tierra. Y es que basta señalar un dato para ver que algo ha cambiado en París: si no lo remedia Federico Del Bonis ante Mikhail Youznhy o Horacio Zeballos contra Stanislav Wawrinka (compromisos ambos difíciles), Sudamérica no contará con ningún representante en tercera ronda.
Algo que ya estuvo a punto de pasar en Australia, donde Juan Martín del Potro salvó el honor del continente al alcanzar él solo la tercera ronda, y situación similar a la vivida en Wimbledon o el US Open pasados, donde ningún sudamericano pasó el corte de la cuarta ronda, a excepción de la Torre de Tandil. De hecho, el último tenista latinoamericano en alcanzar unos octavos de final de Grand Slam fuera de Delpo, es Mónaco. Y de eso, se cumple precisamente en París un año. Ahí es nada.