
Rafael Nadal se ha proclamado campeón del Mutua Madrid Open 2013, su segundo título en la Caja Mágica, tras batir al suizo Stanislas Wawrinka. Con el impulso de la final alcanzada en Montecarlo y la corona besada en Barcelona, pero con la conciencia de poder agudizar el rendimiento. Ése era el propósito del balear en la capital. Y a buen seguro que tal narrativa queda reflejada en la experiencia madrileña.
Una semana, también, para agrandar su leyenda en la superficie, igualando la colección de Thomas Muster y siendo el tercer jugador –sólo tras el austriaco y Guillermo Vilas- capaz de colocar un cuadragésimo cetro de arcilla en su vitrina. Es, también, el vigésimo tercer título de Masters 1000 en su haber, afianzando su liderazgo en la categoría.
Es el animal despierto. La fiera que recibe al día con una sesión de entrenamiento demoledora. La pista 4, a escasos metros del coliseo que acogerá el partido decisivo, comienza a dar forma al atleta que a media tarde estará llamado a filas rodeado por más de 12.000 butacas. “Mañana es un partido importante en mi carrera” diría Nadal tras suturar con holgura su semifinal en la capital de España. Y a buen seguro que tal pensamiento poblaba su mente al comenzar la jornada. Son los ojos clavados en un trampolín moral hacia los colosos de Roma y París. Son las ganas de reconquistar un terreno alterado en 2012 (“el pasado año no jugamos en tierra” dirá el balear mediada la semana). Son, también, las opciones de llegar como cuarto hombre a Roland Garros. Es, en definitiva, la voluntad de coronar una semana donde sus máximos rivales han terminado con brechas de diferente hondura
Entrena imprimiendo a la pelota un ritmo digno de partido. De gran partido. Digiere la sesión con tono serio, lejos de las contadas sonrisas y gestos cómplices presentes otros días. La derecha vuela montada en la altura de la capital madrileña bajo un intenso sol que resguarda el mediodía. Apenas acierta a responder el compañero de prácticas, desbordado por un torrente de golpes ganadores del mallorquín.
No se da un respiro el balear, empeñado en dar rienda suelta al brazo golpe tras golpe. Las bolas toman tierra sin parecer conocer otras áreas distintas a los vértices. Apenas a unos metros se hacen muy palpables los efectos, la rotación, la profundidad,… La pelota cobra una vida que escapa a la expresión de la pantalla. “¡Yo no puedo pegarle así de potente! ¡No soy tan fuerte!” comenta desde las primeras butacas en susurrada confidencia un niño resignado hacia su padre. Es una experiencia que, vista desde la distancia corta, baja los pies a la tierra.
“¡Suave, Rafa! ¡Suave!” replica Toni Nadal al ver cómo el nervio de su sobrino rompe las leyes de arcilla, abandonando por un momento el componente liftado hasta aplanar una derecha que termina estrellada en la cinta. Parece Rafa fuera de sí. Como si necesitara sentir quebrar la pelota antes de afrontar el epílogo del torneo.
La última bisagra antes de lanzarse a las polvaredas romana y parisina discutidas a nivel del mar pasa por ser uno de los atletas más en forma del frente: Stanislas Wawrinka. Un hombre que en los últimos siete días acumula tres victorias ante los diez primeros. Un hombre que ha logrado arrebatar mangas cada vez (y van nueve) que ha cruzado miradas en 2013 con un inquilino del decálogo dorado del tenis masculino. Y un hombre que, sin miedo a la élite, ha tumbado a Murray, ha hecho caer a Ferrer y ha cabalgado a lomos de una rotura en mangas decisivas ante Djokovic y Federer durante este curso. En dos mangas termina Nadal con las ilusiones del helvético, que sigue sin ganarle un parcial en 19 intentos, viendo neutralizado su poderoso revés a una mano por el liftado que acompaña la derecha cruzada del balear.
Termina Nadal la semana con sensación evolutiva parecida a la de Barcelona. Con la impresión de crecer tras cada partido, de mejorar respecto a la anterior brega. De empezar el torneo con voluntad y margen de mejora y sellar el domingo con la premisa en la bolsa. “Partidos como éste te ayudan a coger forma” relataría tras asomarse al precipicio ante Ferrer, a dos puntos de la eliminación, para después ceder apenas cuatro juegos ante Andújar. Los albores del torneo contemplan a un tenista lento, proclive al error, con dificultad incluso para imprimir peso al golpe en movimiento. Clausura la cita un jugador con creciente explosividad de salida, alegría en el movimiento y palpable confianza para soltar el brazo con precisión.
“Dentro de la gira de tierra europea, es el torneo donde me voy con mejores sensaciones” aseveró en rueda de prensa. “El drive me vuela, he podido jugar metido en pista, cuando he tenido opción de tirar un ganador lo he hecho. Y eso es algo que en Barcelona o Montecarlo no podía hacerlo. En la final de Acapulco y los últimos partidos de Indian Wells jugué bien. He podido acercarme a ese nivel.”
Clausura Nadal la estancia madrileña tendido en el suelo de la Caja Mágica. Cerrando los ojos absorbiendo el griterío de una grada compatriota que lo jalea con fervor. Un baño de multitudes de calor humano para el balear. Engullido por una marabunta de niños despide el torneo. Un triunfo importante tras el cautiverio de los últimos meses. “Esta victoria es más especial por venir de una temporada complicada” dirá el mallorquín una vez arreciada la tormenta.
Una coronación que coloca al mallorquín prácticamente a la altura de Djokovic en la clasificación del año – “el ranking que los jugadores miramos” según se confiesa el mallorquín durante la semana. Apenas un centenar de puntos les separan en la Race mediado el quinto mes de competición. De no comenzar la temporada en condiciones normales a estar a las puertas de copar la lista de jugadores con mayor botín del curso apenas mediada la gira europea de arcilla. Siete finales en siete torneos, incluyendo cinco títulos -nadie ganó más este año- componen su caminar en 2013.
Con semejante aval llega el mallorquín a los terrenos históricos de arcilla. Rebozando su cuerpo en el barro de Madrid celebra una nueva conquista en su hábitat natural. Y parece llegar con hambre para seguir ganando. "Cada victoria significa mucho para mí, ahora más que nunca. El futuro será bueno si no tengo problemas con mi rodilla, pero eso no se sabe. La lesión no fue hace años, sino meses, asi que debo mantener la calma, seguir trabajando para estar en forma para el resto del año. La confianza está aquí especialmente por la forma en que gane. Pero cada semana es distinta" indicó en rueda de prensa.
Antes de eso, para terminar de meterse en la bolsa a la grada, un último guiño a la capital. “No hay ninguna ciudad en el mundo que merezca tanto unos Juegos Olímpicos como Madrid. Ojalá en 2020 tengamos lo que nos merecemos”.