David Ferrer ha vencido por cuarta vez el torneo de Auckland. El alicantino demuestra que está a punto un año más para comenzar a tope el próximo Open de Australia donde partirá como cuarto cabeza de serie. El español lleva ganados 12 partidos consecutivos en Auckland.
Nueva Zelanda puede presumir de ser el escenario del rodaje de unas trilogías más importantes del cine en los últimos tiempos: el Señor de los Anillos. En su ciudad más poblada, existe otro señor con poderes fantásticos sobre una pista de tenis: el Señor de Auckland, o lo que es lo mismo, David Ferrer.
Y es que el tenista alicantino parece encontrarse como en casa en la ciudad neozelandesa cada que salta a la pista de uno de los torneos antesala del Open de Australia por antonomasia. Así lo ha demostrado otro año más -y van cuatro- en un evento que parece conocer como la palma de la mano como así lo atestiguan sus nueve presencias en el también llamado Heineken Open.
De menos a más y con la novedad de venir con la exhibición de Abu Dhabi y las semifinales de Doha en las piernas, el número 5 del mundo (será el cuarto en Australia si todo transcurre con normalidad) ha vuelto a dar un golpe sobre la mesa demostrando que ya está preparado para dar batalla a todo aquel que se ponga por delante.
Tras las dudas ofrecidas en Catar y su inicio un tanto titubeante en tierras oceánicas, lo cierto es que "Ferru" ha acabado jugando al nivel de 2012, lo que es equivalente a rendir a un alto nivel. Luckas Lacko y Gaël Monfils, sus rivales en cuartos y semifinales de este ATP 250 así lo pueden confirmar tras no poder hacer entre los dos más de seis juegos. También Philipp Kholschreiber, su adversario en la final que se vio desbordado por momentos, especialmente en el segundo set.
Con 30 años (cumplirá 31 este curso), lejos de empezar el declive lógico que podría hacer pensar el carnet de identidad, su juego mejora, como el buen vino que gana sabor con el paso del tiempo. Y que mejor que Auckland para demostrarlo. Llamar su torneo fetiche al evento neozelandés parece poco: suma cuatro victorias (más que en ningún otro), una semifinal y tres cuartos de final, amén de una segunda ronda en su único borrón en 2010.
Cierto que es un torneo menor, que en él no compiten primeros espadas, pero no por ello conviene desvalorizar lo que significa levantar un nuevo título, el 19º de su carrera y el octavo sobre pista rápida. Cuarto tenista más laureado de España, sólo superado por leyendas como Rafa Nadal, Manolo Orantes o Carlos Moyà (Santana ganó muchos más pero era en la época amateur), de él ya no cabe dudar de que por derecho propio se ha merecido pasar a la historia del deporte de la raqueta.
Open de Australia y su gran oportunidad
Con su cuarta victoria en el torneo de Auckland, las miradas de David Ferrer deben dirigirse ahora hacia el primer Grand Slam del año. Cuarto cabeza de serie, tiene una oportunidad de oro de volver a pisar unas semifinales del Open de Australia, dos años después de que cayera con Andy Murray en la susodicha ronda.
El sorteo le ha deparado un cuadro accesible, pero no por ello fácil. Empezará con el siempre rocoso Olivier Rochus (7-2 en sus enfrentamientos previos). Si la cosa va bien Ivo Karlovic en segunda ronda (1-2 en contra) y Marcos Baghdatis (3-1) después, deberían ser los siguientes escollos antes de abordar la segunda semana.
Inmersos en las rondas finales, Kei Nishikori (1-2) aparece en el horizonte de los 16 mejores. Rival incómodo donde los haya, y más con el recuerdo de la eliminación de los Juegos Olímpicos a manos del nipón. De pasar, la suerte o capricho del bombo, le haría ver las caras con el serbio Janko Tipsarevic, el contrincante, tal vez, más fácil de todos con los que se podía ver las caras en cuartos y que además ha quedado encuadrado en un sector bastante complejo.
En semifinales, aguardaría Novak Djokovic, empresa mayor para el alicantino, pero no por ello inabordable, especialmente si el serbio no juega al 100%. Jugar partidos a cinco sets, con una superficie no muy rápida como es la de Plexicushion y con calor pueden ser unos aliados perfectos para igualar, cuanto menos, fuerzas.
En ese sentido, Ferrer tiene mucho que ganar y poco que perder. El Open de Australia le espera. La cita con la historia, también.
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