¿Es el Open de Australia el mejor Grand Slam?
¿Cuenta Melbourne con la mejor cita 'grande' del calendario? Una mirada a sus pros y contras


¿Cuál es mejor Grand Slam del año? ¿Ocupa Melbourne esa posición de privilegio entre las grandes citas del calendario? ¿Cuáles son sus puntos fuertes y dónde registra sus aspectos menos positivos? Hacemos un somero repaso a sus posibles fortalezas y debilidades.
Es una cuestión puramente subjetiva. Elementos que representen atractivo adicional para un observador puede encontrar rechazo a los ojos de un tercero. Sin voluntad de establecer juicios firmes pero con el ánimo de desgranar algunas variables que rodean al primer Grand Slam de la temporada, procedemos a repasar de forma sucinta ciertos factores para determinar el grado de atractivo que presente el major australiano.
Argumentos a favor
Superficie – El Plexicushion constituye la tarima del primer grande del curso desde la temporada 2008. Se trata de un firme alejado de extremos en cuanto al tempo deportivo que impone. Lejos de acomodarse a especialistas sirve, por un lado, para camuflar carencias: otorga mayor tiempo a reacción a jugadores con limitada movilidad, décimas de segundo extra a restadores poco avispados, permite impactar regularmente con el flanco preferente a competidores desnivelados en cuanto a alas de golpeo,…Por otra parte no deja de ser una pista dura de modo que las virtudes ofensivas, aunque ligeramente atenuadas, igualmente encuentran cobijo sobre su rugosidad. Una superficie de velocidad media que tiende a equiparar contiendas -al menos hasta la aparición de la fatiga-, protegiendo al cauto y primando al osado. Si bien es cierto que la pesadez del suelo puede prorrogar los partidos hasta límites que rozan lo inhumano y difumina el apego estilístico a un determinado suelo, pone de manifiesto el componente físico imperante. Casi se podría decir que los jugadores, auténticos atletas hoy día, van más rápido que las propias esferas. Un escenario, por tanto, que requiere adicional inventiva para desarbolar al oponente.
Instalaciones – Si los aficionados disfrutan y hacen disfrutar del evento, los jugadores no quedan atrás en cuanto al tratamiento recibido. Con dos estadios cubiertos (Rod Laver Arena, Hisense Arena) y un tercer techo retráctil (Margaret Court Arena) en proyecto, el grande australiano cuenta con mayor número de bóvedas que el resto de majors juntos. Si bien es cierto que las extremas condiciones climatológicas del verano aussie empujan a emprender iniciativas arquitectónicas de este género, lo cierto es que sus instalaciones se encuentran a la vanguardia entre los grandes torneos. Multitud de pistas de entrenamiento, amplitud en el recinto tenístico, últimas tecnologías para la retransmisión de imágenes espectaculares,…
Sensibilidad con el jugador – sin ser el torneo de Grand Slam que mayores ingresos registra, se ha colocado a la cabeza en cuanto a reparto de premios. Tanto a nivel cuantitativo (30 millones de dólares) como en incrementos (30% de subida en rondas prematuras). Eso a nivel económico con relación directa al desempeño deportivo. Porque el movimiento más innovador dado por el grande oceánico viene a responder a una tesitura arrastrada por buena parte del circuito: ayudas económicas al desplazamiento. Australia es un enclave remoto. El precio de los billetes para acudir a la otra parte del globo no es reducido, pero sí lo es el presupuesto de cantidad de competidores alejados de las portadas y los focos. De esta forma, la organización anunció un montante de 1.000 dólares a repartir por jugador para contribuir a costear este tipo de desembolsos. Un movimiento que ayudará a seguir siendo el grande con mejor valoración por los profesionales.
Público – En busca del rendimiento económico, los órganos rectores del tenis van orientando sus tentáculos hacia áreas geográficas dotadas de alto poder adquisitivo pero carentes de tradición deportiva para con la disciplina en cuestión. Baste recordar el aspecto desangelado de enormes eventos como el WTA Championships de Doha o los grandes torneos celebrados en China: léase ATP Masters 1000 de Shanghái o WTA Premier de Pekín. Mastodónticas construcciones con aspectos desangelados. Con tal panorama en el horizonte, contemplar el entusiasmo de la grada australiana –respondiendo con similar criterio a una final masculino que a la modalidad de doble mixto-, llenando recintos años tras año, supone siempre una ráfaga de aire fresco y un baño de cultura deportiva a ojos del mundo entero. El colorido de sus gradas no tiene parangón en todo el curso.
Argumentos en contra
Fundamentalmente destacan dos aspectos. No obstante, se antojaría injusto achacárselo a la propia organización. Que trata de poner soluciones a los males encontrados.
Temperatura – competir en verano convierte la actividad tenística en un desafío infernal. Los golpes de calor son una constante que, en mayor o menor medida, suceden cada temporada. En la inminente edición se esperan registros de récord. La disputa de partidos por encima de los 40 grados lo hemos visto en Sidney y está previsto que lo veamos en Melbourne. ¿Es culpa esto del torneo? Bastante tienen con tratar de poner los medios para atenuar la incidencia de estos factores externos. Junto a las mencionadas pistas cubiertas que permiten escapar del sol una vez el termómetro alcanza registros elevados, se encuentra una política de calor extremo aplicable a ambos géneros: a diferencia de lo que sucede en Nueva York, donde sólo las mujeres pueden detener sus encuentros por motivos de temperatura, en Melbourne también los hombres son tenidos en consideración. Algo que guarda cierta lógica dado que compiten con un horizonte de cinco parciales. A nivel normativo y de infraestructuras, una herida bien suturada por el torneo.
Altura de temporada – lejos del corazón del curso deportivo, donde los jugadores adquieren tonos de forma cercano a lo óptimo, el primer grande de la temporada coge a los competidores recién desperezados del parón invernal. Las sorpresas, con menor incidencia en los últimos años, suelen tener más presencia que en el resto de grandes. Para muchos es el primer torneo en más de dos meses. Los más aventajados pueden llevar apenas un par de semanas de ritmo de competición en las piernas. Roland Garros y Wimbledon, ubicados en el centro del itinerario cuentan con la ventaja del punto medio: jugadores rodados con gasolina suficiente en el depósito. Si Nueva York es el grande del fondo físico, un desafío de resistencia, donde nueve meses de carga de trabajo se acumulan en los cuerpos, Melbourne mide la capacidad de arrancada. Una verdad oficiosa es que la temporada comienza en serio en el primer Masters 1000 de pista dura, con los jugadores encarando la seguidilla de torneos (cinco Masters, dos Slam) que marcarán diferencias a final de curso. No obstante, el hambre de competición apremia, y la actividad en Australia se espera con los dientes afilados.
¿Es para ti el Open de Australia el mejor Grand Slam del año? ¿Disfrutas más con otros torneos? Déjanos tus impresiones en la sección de comentarios.